Monday, November 5, 2012

Los que lloran y los que ríen

Reflexiones de la Caimana:

Los que lloran y los que ríen
Publicado el Lunes, 05 Noviembre 2012 05:48
Por Ramón Alejandro*

Un tema recurrente en la pintura del siglo XVII europeo es el de dos
viejos, uno que llora y otro que ríe.

Son dípticos de la mano de muchos grandes maestros.

Velázquez se disparó el suyo como era de rigor entonces. Todos los
gobernantes que se respetaban le pedían a sus pintores de corte que les
representaran a Heráclito llorando y a Demócrito riendo para demostrar a
los cortesanos y a los eventuales embajadores extranjeros lo leídos y
escribidos que eran.

Pero no crean que esas imágenes eran tan insignificantes como pueden
serlo hoy las Marilynes sonrientes de Andy Warhol, o los mofletudos
colombianos con bombín y corbata de Botero.

Cada uno de nosotros está dotado por la naturaleza de nuestra curiosa
especie de un sentido ético profundo y básico que es común a todo el
género humano. Las diferentes culturas lo educan para obtener los
resultados que cada una de ellas valoriza prioritariamente.

Moral y experiencia humana

Las diferentes experiencias por las que pasa cada individuo hacen el
resto para que cada uno desarrolle una moral que le es particular y única.

La ética es una. Las morales pueden ser muy diferentes y hasta
divergentes las unas de las otras.

Esa es la raíz de todos nuestros malentendidos con sus subsecuentes
peleas, querellas, riñas, broncas, rififís y ¿Qué coño es lo que tú te
crees, asere?

Pueden terminar en puñaladas traperas.

Quien por temperamento tiene la tendencia de llorar ante el triste
espectáculo del mundo con sus incesantes cambios de fortuna, y todo tipo
de imprevisto accidente o súbita buena fortuna, puede ponerse a llorar
como Heráclito, lamentando no poderse bañar dos veces en el mismo río
porque ya sus aguas serían otras que aquellas en las que ayer se sumergió.

Quien por temperamento tiene la tendencia a reír del espectáculo que
mutuamente nos damos los humanos con nuestro comportamiento social y las
múltiples ridiculeces en las que nos hace caer, sigue el consejo que nos
dio Demócrito. Reírnos de todo este burlesco espectáculo y hasta de la
dolorosa certidumbre de que nos tengamos que morir un día.

Demócrito seguía a su maestro Leucipo, pero antes de que los griegos se
hubieran puesto a pensar, ya otros pueblos habían pensado antes que
ellos, lo que sucede que muy pocos son los que recuerdan con
agradecimiento a los maestros que les han ayudado a comprender la
existencia humana y este extraño mundo en que por fuerza tenemos que
desenvolvernos.

Cuando los turbulentos monjes cristianos decidieron eliminar de la
memoria humana todo conocimiento filosófico, procedieron primero que
nada a quemar los 300 volúmenes de las obras de Demócrito.

No dejaron ni una sola página.

Sabemos de él y de su pensamiento gracias a Epicuro y a Lucrecio quienes
divulgaron su filosofía después de que se muriera de risa el Maestro.

Fue él quien fundó el pensamiento materialista del cual es consecuencia,
a pesar de los esfuerzos de la Iglesia Católica por impedirlo, el
maravilloso progreso material y tecnológico del que disfrutamos hoy en
día en este mundo globalizado.

Siguiendo esta escuela de pensamiento, Lucrecio nos explicó en su largo
poema De Natura Rerum, la Naturaleza constituída por átomos, y
repitiendo la enseñanza de Epicuro nos dijo que no debíamos temer a la
muerte porque cuando ella está, ya nosotros no somos, y mientras
nosotros somos, ella no existe. O sea, que nunca estaremos en relación
con ella.

El ideal de estos materialistas era la "Ataraxia", es decir, la ausencia
de sufrimiento. El mayor placer era el de simplemente existir sin miedo
ni necesidades. Sin lucha. El mayor placer era no sufrir. Recomendaban
una vida simple satisfaciendo los placeres naturales y necesarios.

Sufrir y gozar

Como podrán comprender al histérico de San Pablo, quien confesaba vivir
con una espina clavada en sus carnes que nunca explicó claramente en sus
escritos de qué se trataba, no podía gustarle esa manera de ver la vida.

El nos recomendó sufrir y gozar de esas espinas en la carne, que sólo su
quimérico Dios Único puede saber que diablos sean.

Pero cuando con el Renacimiento Italiano se le desmerengó el tinglado de
la escolástica que la Iglesia instituyó para enredarle la mente a sus
creyentes de manera a que siguieran, contra toda elemental razón y
simple lógica, creyendo en esos fantásticos mitos importados por los
cristianos desda la exótica Palestina, poco después ya pudo aparecer en
Holanda Baruj Spinoza, hijo de judíos españoles y portugueses expulsados
de la Península Ibérica por la Inquisición, a darnos la solución del
dilema que los puntos de vista divergentes que Demócrito y Heráclito nos
proponían.

Spinoza nos dijo simplemente: "Ni llorar ni reír, sino comprender".

Y de paso, como quién no quiere las cosas: Ahí donde dicen Dios,
entiende tú: "Natura".

Que se puede engañar a muchos por muy largo tiempo, pero que siempre en
el fondo de la mente de cada ser humano reside ese Buda, el Maestro
Interior que desde el fondo del tiempo sin comienzo ni final, termina
por disipar las tinieblas del oscurantismo y la superstición. Solo
usando la razón podemos esperar reducir en lo que sea posible tanta
jiña, riña, pelea absurda, e infelicidad sobre las que medran las
religiones tradicionales para mantener su siniestro modus vivendi.

Ganándose la vida descaradamente con la fe de los incautos y los incultos.

*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que
publica semanalmente el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

http://cafefuerte.com/culturales/noticias-culturales/literatura-y-artes-plasticas/2310-reflexiones-de-la-caimana-los-que-lloran-y-los-que-rien

No comments:

Post a Comment