Ciclón y reacción
Martes, Octubre 30, 2012 | Por René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -En la noche del pasado
miércoles 24 para el jueves, el ciclón Sandy atravesó la zona oriental
de nuestro país, ocasionando la muerte de una decena larga de
compatriotas. También produjo daños materiales considerables. Las más
azotadas fueron las provincias de Santiago de Cuba, Holguín y Guantánamo.
Los medios masivos de comunicación mostraron vistas diversas, en las que
se aprecian los considerables destrozos ocasionados por el huracán en
los barrios más modestos, sobre todo en la segunda ciudad del país.
Verdad es que lo que se observaba eran casitas precarias, con techos de
zinc u otros materiales deleznables y con paredes sin repellar, que
fueron presa fácil del meteoro.
Porque hay que decir que, pese a las promesas hechas desde cuando el
actual régimen no había cumplido aún el primer decenio, la edificación
de viviendas no ha alcanzado jamás la cifra prometida de cien mil por
año. Esto constituye una importante diferencia con otros países del
llamado "socialismo real", que aunque erigían edificios carentes de todo
mérito artístico y con una pésima terminación, al menos eran capaces de
darles un techo nuevo a muchas familias.
El general de ejército Raúl Castro se comunicó por vía telefónica con
los jefes de los consejos de defensa de las distintas provincias
afectadas; también dispuso una reunión del Órgano Económico y Social del
cuerpo análogo de nivel nacional, para que evaluara los daños y
determinara la ayuda que se necesita en los territorios afectados.
En esta difícil coyuntura viene como anillo al dedo la frase popular:
Éramos pocos y parió Catana. La situación de por sí crítica que venía
atravesando nuestro país como resultado del pésimo desempeño de la
económica dirigista, se hace aún más peliaguda con esta tragedia que ha
venido a sumarse a las anteriores calamidades.
Surge ahora la cuestión de qué hará el régimen ante los ofrecimientos de
ayuda que —es de presumir— comiencen a arribar en breve. La pregunta no
resulta ociosa, pues en más de una ocasión, en tiempos del hermano
mayor, las autoridades de La Habana se dieron el lujo de rechazar, en
nombre de los damnificados de entonces, algunas de las ofertas de
auxilio que provenían de lugares que no les resultaban simpáticos.
Este tipo de decisiones resulta aún más irritante si se tiene en cuenta
que se hacían de manera inconsulta. Eran tomadas, además, por jerarcas
que tienen resueltos todos los problemas personales suyos y de sus
familias. Ellos se arrogaban el derecho de asumir poses de ofendidos,
sin tomar en cuenta que, ante una calamidad como ésa, deben prevalecer
los intereses de las víctimas —personas y país—, y no los de la ideología.
Debido a esos antecedentes, los miembros del grupo plural de análisis
Alianza Democrática Cubana (ALDECU) emitimos el mismo jueves una
Declaración, en la cual pedimos que se facilite que los particulares
puedan introducir alimentos, medicinas y materiales de construcción.
También que las autoridades del país acepten toda la ayuda que ofrezcan
organizaciones internacionales y países extranjeros, sin excepciones ni
limitaciones y de manera incondicional.
Las decisiones pertinentes corresponden ahora al general Raúl Castro y
sus colaboradores, cuya administración se ha caracterizado por realizar
algunos cambios. Es cierto que los relacionados con la economía han sido
mínimos, y los vinculados con la política, inexistentes. Pero, ante la
actual tragedia humanitaria, el hermano menor tiene la posibilidad de
modificar las prácticas viciosas de antaño.
Aceptar todo el auxilio que se ofrezca sería una medida inteligente y
humana. Permitir que esa ayuda sea canalizada a través de la
organización católica Caritas u otras entidades de la sociedad civil
vinculadas a otras denominaciones religiosas o a sociedades fraternales,
sería lo más efectivo, habida cuenta de la corrupción galopante que
corroe las instituciones estatales.
También sería adecuado y justo cesar la discriminación desvergonzada que
distintos agentes del régimen aplican a opositores y otros disidentes
como los de la aguerrida UNPACU (Unión Patriótica de Cuba), a los
cuales, con la mayor desfachatez, excluyen públicamente de las listas de
damnificados por el ciclón, por el solo hecho de mantener y expresar
opiniones que discrepan de las oficialistas.
En una palabra, si hay una coyuntura apropiada para "cambiar todo lo que
deba ser cambiado" —como reza la frase fidelista tan publicitada por la
propaganda del régimen— es justamente la de ahora. El presidente Raúl
Castro tiene la palabra.
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