Cuba sobrevive a Fidel Castro
YOANI SÁNCHEZ, La Habana | Noviembre 27, 2016
Pocos miraban la televisión oficial a esa hora. La noticia de la muerte
de Fidel Castro comenzó a correr en la noche de este viernes vía
telefónica, como una información imprecisa y vaga. "¿Otra vez?",
preguntó mi madre cuando se lo conté. Nacida en 1957, esta habanera de
casi seis décadas no recuerda la vida antes de que el Comandante en Jefe
tomara el poder en Cuba.
Tres generaciones de cubanos hemos puesto este viernes punto final a una
época. Cada uno la definirá a su manera. Habrá quienes aleguen que con
la partida del líder se ha ido también un trozo de nación y que ahora la
Isla parece incompleta. Serán aquellos que darán forma al credo del
fidelismo que llenará, en reemplazo del importado marxismo-leninismo,
los manuales, las consignas y los encendidos compromisos de continuidad.
Los propagandistas del mito colocarán su nombre de cinco letras en el
panteón de la Historia nacional. Le dedicarán un rezo revolucionario
cada vez que la realidad parezca negar "las enseñanzas" que dejó en sus
horas de interminables discursos. Para sus seguidores, todo lo malo que
ocurra a partir de ahora será porque él ya no está.
En Miami, el exilio que tanto vilipendió en sus arengas celebra que el
dictador haya emprendido su último viaje. En la Isla, dentro de la
privacidad de muchas casas, algunos descorchan una botella de ron. "La
tengo guardada hace tanto tiempo que pensé que nunca iba a poder
tomármela", me dijo un vecino madrugador. Son aquellos que han amanecido
este sábado con un peso de menos sobre los hombros, una sensación de
ligereza a la que todavía no se acostumbran.
Estas también son jornadas para recordar a los que no han llegado hasta
aquí. A los que murieron durante el castrismo, naufragaron en el mar,
fueron víctimas de la censura que el Máximo Líder impulsó o perdieron la
cordura a consecuencia de los delirios que promovió. Un inmenso coro de
víctimas se expresa hoy en el suspiro de los sobrevivientes, la euforia
en las calles de Florida o un simple "amén".
Los más, sin embargo, tras enterarse de los detalles del magno funeral,
bajan el volumen al televisor y expresan su hastío con un simple
movimiento de hombros. Esta indiferencia contrasta con los mensajes de
condolencia de los líderes internacionales, tanto los afines ideológicos
como los demás. Sobre el muro del Malecón de La Habana, un par de horas
después de que Raúl Castro notificara la muerte de su hermano, algunos
grupos seguían comportándose como en cualquier otra madrugada: el sudor,
la sensualidad, el tedio y la nada los rodeaban.
Los cubanos que tenían menos de 15 años en julio de 2006, cuando se
anunció la enfermedad del entonces presidente, apenas recuerdan el
timbre de su voz. Solo conocen las fotos en las que aparecía últimamente
cuando lo visitaba algún invitado extranjero o a través de sus cada vez
más disparatadas reflexiones. Es la generación que nunca vibró con su
oratoria y jamás lo secundó en el temible grito de "¡Paredón!" con el
que hizo bramar la Plaza de la Revolución.
Esos jóvenes ya se han encargado de reducir su dimensión histórica, en
proporción inversa con la desmesura que exhibió para gobernar esta
nación. No dejarán de escuchar una sola letra de sus canciones
preferidas de reggaetón para entonar la consigna de "Viva Fidel". No
darán a luz a una ola de recién nacidos que lleven el nombre del extinto
y tampoco se golpearán el pecho ni se rasgarán las vestiduras durante el
sepelio.
Nunca se había oído menos sobre el Comandante en Jefe que al momento de
su fallecimiento. Nunca el olvido se había cernido como una sombra más
amenazante que cuando se anunció su final. El hombre que llenó cada
minuto de Cuba por más de 50 años se fue apagando, desvaneciendo,
perdiéndose de la vista de los espectadores de esta larguísima película,
como el personaje que se aleja por un camino hasta quedar como apenas un
punto en nuestra retina.
Deja tras de sí la gran lección de la Historia cubana contemporánea:
coser el destino nacional a la voluntad de un hombre termina por
transmitir a un país los imperfectos rasgos de su personalidad e
insuflar al ser humano la arrogancia de hablar por todos. Su gorra verde
olivo y su perfil griego alentarán por décadas las pesadillas de unos o
los ripios poéticos de otros, además de las promesas populistas de
muchos líderes del planeta.
Su "antiimperialismo", como lo llamó tercamente, habrá sido su actitud
más constante, el único renglón en que logró llegar hasta las últimas
consecuencias. No en balde, Estados Unidos fue el segundo gran
protagonista de los documentales que la televisión nacional comenzó a
transmitir nada más publicarse la noticia. La obsesión de Castro con el
vecino del norte recorrió cada momento de su vida política.
La eterna pregunta que tantos periodistas extranjeros hacían, ya tiene
respuesta. "¿Qué pasará cuando se muera Fidel Castro?". Hoy sabemos que
lo cremarán, pasearán sus cenizas a lo largo de la Isla y las colocarán
en el cementerio de Santa Ifigenia, a pocos metros de la tumba de José
Martí. Habrá lágrimas y nostalgia, pero su legado se irá apagando.
El Consejo de Estado ha decretado duelo nacional durante nueve días,
pero el panegírico oficial durará meses, el tiempo suficiente para tapar
con tanta algarabía la chata realidad del postfidelismo. Un sistema que
el actual presidente intenta mantener a flote, agregándole remiendos de
economía de mercado y llamados al capital extranjero que su hermano
abominaba.
A la representación del "policía bueno y el policía malo" que ambos
hermanos desplegaban ante nuestros ojos, ahora le falta una de sus
partes. Será difícil para los defensores raulistas sostener que las
reformas no van más rápido ni son más profundas porque en una mansión de
Punto Cero, en la periferia de La Habana, un nonagenario tiene el pie
puesto en el freno.
Raúl Castro se ha quedado huérfano. No conoce una vida sin su hermano,
una acción política sin preguntar qué pensará sobre sus decisiones.
Jamás ha dado un paso sin esa mirada sobre el hombro que lo juzga,
impulsa y subestima.
Fidel Castro ha muerto. Lo sobrevive una nación que ha vivido demasiados
duelos como para vestirse con el color de la viudez.
Source: Cuba sobrevive a Fidel Castro -
http://www.14ymedio.com/opinion/Cuba-sobrevive-Fidel-Castro_0_2115988392.html
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