Migración, Profesionales, Exilio
La reforma migratoria y los profesionales
En Cuba tras cada cerebro fugado hay un cerebro mal usado
Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo | 29/10/2012 9:04 am
Uno de los temas más oscuros de la reciente reforma migratoria cubana es
el de los profesionales. El Gobierno cubano ha argumentado que no
permitirá la migración de profesionales que sean indispensables para el
desarrollo nacional, y lo remite como una medida de protección contra
las políticas de robos de cerebros que practican los países
desarrollados y afectan las economías tercermundistas. Luego dice que
quien quiera emigrar tiene que esperar 5 años —¿hasta que se formen los
relevos?— y quien "deserte" no puede regresar en 8 años. Al menos eso
parece que dice.
Envuelto en la retórica antimperialista y generado desde una pequeña
Isla con una situación económica deplorable, este aspecto del discurso
de la reforma ha calado en diversos medios de opinión. Muchos analistas
dicen que es comprensible. Y hasta que se ha ganado algunos aplausos por
tratar de contrarrestar el programa que tiene los Estados Unidos para
estimular la deserción de médicos cubanos en terceros países.
Creo, sin embargo, que el argumento de los funcionarios cubanos es una
propuesta errónea envuelta en una retórica fraudulenta.
Como aclaración previa, me parece una procacidad política el susodicho
programa americano, como cualquier otro programa que, por razones
económicas o políticas, aliente el trasvase de profesionales desde el
sur hacia el norte. Yo creo que Cuba, como cualquier otro país del orbe,
tiene derecho y está obligada a defender sus recursos humanos y la
inversión que se ha hecho en ello. Pero no puede hacerlo de cualquier
forma, ante todo porque hay maneras autoritarias y represivas que son
inaceptables, que violan derechos humanos inalienables, y que además son
ineficaces. Y todo esto es lo que está haciendo el Gobierno de Raúl Castro.
Ante todo, tras cada cerebro fugado hay un cerebro mal usado. Si Cuba
posee recursos técnicos excedentes de sus necesidades económicas debido
a la hipertrofia del sistema educativo y a la reducción de su aparato
burocrático, y si además posee un sistema económico y social que frustra
las aspiraciones de la gente, es razonable que la gente emigre con sus
títulos a cuesta. Y no siempre emigran hacia los centros económicos. Los
profesionales cubanos ocupan espacios muy visibles de los staff
profesorales de las universidades dominicanas, de la prensa y de las
clínicas; y no creo que se pueda hablar mucho tiempo del desarrollo
dominicano sin caer en el desvarío. Y lo mismo sucede con otros países
de América y hasta de África.
Cuba pudiera colocar reglas claras de protección. Creo que todo
profesional debe cumplir un servicio social que pague por su carrera y
no se le debe expedir el título hasta que no lo cumpla. O debe pagar con
dinero sonante cuando no quiera hacer el servicio social. Y todo eso de
manera muy clara y sujeta a contrato. Pero ningún gobierno tiene derecho
a impedir a una persona salir del país y volver libremente a él por
razones políticas, ideológicas o profesionales.
Y por eso mismo lo que el Gobierno cubano debe hacer es madurar y
colocarse en el siglo que vivimos. Y saber que cada cubano emigrado —más
aún si pose un alto nivel profesional— es una auténtica mina de
conocimientos, experiencias y relaciones, un auténtico capital social,
que debe ser aprovechado con políticas positivas. Es hora de mirar al
profesional emigrado como una oportunidad, y no como un problema. Y si
no se ve así, y no se actúa en consecuencia, la sociedad cubana seguirá
perdiendo por todos los costados.
El asunto radica en que el Gobierno cubano no quiere renunciar a su
triste vocación rentista, necesita desesperadamente dinero, y solo se
interesa por el dinero fácil y rápido. Y se cree en serio que el país es
una potencia de conocimientos en capacidad para exportar recursos
técnicos, y que por ahí va el futuro. Cuando en realidad lo que hacemos
es exportar técnicos y profesionales a nichos muy especiales, de países
subdesarrollados con algún dinero o con vínculos políticos especiales,
como es, de manera muy señalada, Venezuela.
En esto, y no en batalla antimperialista alguna como anuncia la
retórica, reside la cláusula restrictiva de la reforma migratoria, que
con particular fuerza va a caer sobre los médicos y el personal de la salud.
El asunto es que mientras el Gobierno cubano pueda seguir monopolizando
la contratación de personal nativo en el exterior, continuará
percibiendo los ingresos monumentales que ahora recibe, pagando apenas
centavos a los técnicos contratados. Para ello, tiene que mantener a
esos médicos y profesionales en condiciones de máxima vulnerabilidad,
cual conscriptos calificados, engagés de nuevo tipo, siempre con la
familia como rehén. El día que un médico cubano pueda viajar libremente,
contratarse en las condiciones que dicte el mercado laboral en cada
lugar y reunirse con su familia sin cortapisas (aquí o allá), este
negocio se termina, o al menos se va a restringir a los que no tengan
otras opciones. Y con ello se termina esa captación de dinero que no
solo subsidia la crónica incapacidad económica de esta clase política,
sino que también provee los ingresos de los tecnócratas, los altos
oficiales y los dirigentes, todos en sus procesos de conversión
burguesa. El dinero que finalmente alienta algunas noches —selectas y
caras— que ya se pueden vivir en La Habana.
Permítanme poner un ejemplo real que conozco personalmente. Se trata de
una persona que conocí en los ya lejanos días en que estudiaba en el
preuniversitario, y que pudo convertirse en una reconocida especialista.
A sus 55 años esa persona fue contratada, por ANTEX (Corporación
Antillana de Exportación) como profesor(a) de una universidad de
provincia en Suramérica. Cuando llegó no había tal universidad
disponible, por lo que fue mandada a una aldea sin luz eléctrica a
atender un dispensario de medicina general. En un mensaje me decía que
estaba harta y que no sabía si iba a poder resistir dos años en tales
condiciones que estaban resintiendo su salud. Pero, me escribía, que no
era posible regresar pues su familia —nietos incluidos— requería
desesperadamente sus magros ingresos. Y abandonar la misión le
condenaría a una larga separación que su edad no le permitía.
Obviamente, esta persona pudiera encontrar empleo fácilmente en
cualquier país latinoamericano —para poner un ejemplo— y aun
restringiendo sus servicios a la salud pública, ganar muchas veces lo
que hoy percibe, sin tener que agradecer a los tecnócratas de ANTEX que
le escojan para una misión en una aldea perdida. Si lograra hacer lo
mismo en el norte desarrollado, la situación sería aún más beneficiosa.
Realmente es lamentable cómo la prensa, los gobiernos y algunos medios
informativos de emigrados han palmeado de alegría ante el anuncio de la
reforma migratoria, calificándola, sea el caso, de "trascendental" o de
"cambio cualitativo". En realidad la reforma deja en pie el asunto
migratorio como un tema de permisos y autorizaciones que un Estado
autoritario, no sujeto a control social alguno, concede o revoca. Y
mantiene la práctica expropiatoria de derechos ciudadanos como un ariete
político en manos de ese estado. Y el caso de los profesionales es un
ejemplo muy claro.
Es razonable que la población cubana se alegre ante una bocanada de aire
fresco en un ambiente tan enrarecido. Es normal que vean en la reforma
algo positivo que va a mejorar sus vidas de alguna manera. No se puede
perder de vista esta dimensión compleja en que los prisioneros se
alegran porque los carceleros les aflojan los grilletes. Si yo fuera
prisionero —para seguir usando la metáfora— también me alegraría. Lo que
en verdad resulta deprimente es la alegría y los palmoteos de quienes
hace tiempo no viven en el presidio. Y que, a todas luces, no piensan
volver a él a pesar de todas las simpatías que les despiertan Raúl
Castro y sus dudosas actualizaciones.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/la-reforma-migratoria-y-los-profesionales-281179
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