El dinero falso y el carné de identidad
mayo 29, 2013
Vicente Morín Aguado
HAVANA TIMES — El bodeguero de mi cuadra, hombre querido por todos, ha
puesto un aviso: "Se advierte que si vienen a comprar con billetes de a
cincuenta o a cien, deben presentarme el carné de identidad. No hago
excepciones."
Averiguando, supe que al hombre lo estafaron con uno "de a cien", parte
de una auténtica invasión de moneda falsa que está atacando La Habana.
Una vecina comenta: Todavía no han dado con la fábrica, pero son
maestros, papel contra papel, bueno o malo, casi es imposible detectar
uno del otro.
Me alarmo, creyendo que se trata de una orientación del Ministerio de
Comercio Interior, pero otros dependientes me aclaran: Nada profesor, no
existe tal orden, eso es una payasada de tu bodeguero.
Dejo a la compañera en la plaza de Cuatro Caminos y voy hasta la muy
popular cafetería La Segunda Estrella, donde mi amigo Mario, con largos
años tras un mostrador, me aclara: "Los billetes son igualitos, con la
raya de seguridad".
Pregunté, ¿se ve la figura del mártir a trasluz? "Se nota Vicente,
solamente cuando te mojas los dedos, al tocar el papel, este se destiñe
y sabes que es falso. ¡Figúrate, tu bodeguero necesitará un recipiente
con agua y paciencia para comprobarlos uno a uno!"
Bueno, no es para tanto, digo yo en mi pensamiento, porque no son muchos
los compradores en una bodega y menos con esas denominaciones de
cincuenta y cien. Claro, a mi bodeguero le duele la estafa, por su
propio bolsillo y por los años sirviendo a sus vecinos en el barrio. Mi
reflexión camina hacia el asunto del carné de identidad, pues nadie,
digo las autoridades competentes, dictaron orden alguna al respecto.
En Cuba es común, además de obligatorio, portar un documento de
identificación personal, creado por el estado, como medio de control
sobre cada ciudadano. La policía puede solicitártelo, y lo hace a
discreción, cada vez que le parezca oportuno.
De no llevarlo encima está permitido conducirte hasta una unidad
policial, multarte y dejarte detenido hasta la determinación final de tu
identidad y, por supuesto, la presentación del carné.
Décadas atrás los cubanos aceptamos esta ley como buena, sin preveer
futuras consecuencias. Éramos muy confiados hacia la dirección de
nuestro gobierno. Confiados éramos en esto y muchas otras cosas más. Al
paso de los años vienen las consecuencias.
Ahora el susodicho documento personal es solicitado por cualquier
pequeño cacique de una entidad cuyos servicios suelen ser bien
apreciados, lo cual obliga a presentarlo so pena de no recibir la
atención que merecemos.
Por ejemplo, vas al Palacio de la Computación para adquirir la última
actualización de un antivirus y, si no presentas el carné, nada
obtendrás. Lo mismo sucede al guardar el bolso antes de entrar en una
tienda o si vienes por la calle conversando con un extranjero.
El enredo entre dinero y carné viene de los años noventa, cuando se
dolarizó el país al concurrir la moneda americana con la nuestra en el
mercado nacional. Si pagabas con un billete verde de cincuenta o cien,
era obligatorio tomar la numeración del papel moneda estadounidense
junto a los datos personales del poseedor del eventual comprador.
El colmo es que los administradores de muy diversas unidades de los
servicios, establecen la máxima a voluntad propia: A este paso, tendré
que cambiar el carné dentro de poco, pues de tanta manipulación, el
plasticado se deteriora y ahorita si me lo piden en el banco o en la
policía, donde en verdad es necesario, me negarán el servicio o me
multarán con razón, por falta de confiabilidad.
Ahora el susodicho documento personal es solicitado por cualquier
pequeño cacique de una entidad cuyos servicios suelen ser bien
apreciados, lo cual obliga a presentarlo so pena de no recibir la
atención que merecemos.
Esta última opinión de otro vecino preocupado me conduce al final de
este reportaje, que es como el comienzo de nuestra historia, porque
según publicó la prensa, durante el presente año será renovado el
Documento de Identidad Personal de todos los cubanos, conocido como CI,
por un nuevo carné de alta seguridad en su impresión y fácil manejo en
cuanto a la comprobación de los datos.
Entre tanto, la calle sigue en llamas, esperando por un orden que no
acaba de llegar. Ayer bajé por Monte, desde el Parque de la Fraternidad,
agobiado por el calor de un verano adelantado. Veo una cervecera, de
esas llamadas aquí dispensadas y pido un vaso, la sorpresa fue cuando el
dependiente, un joven de esos llamados "indios" entre nosotros, me dice:
Tío, necesito su carné de identidad, ¿Por qué?-le pregunto asombrado-
pues porque el local está lleno, la gente se pierde y se llevan los
vasos, comprados con mi dinero. ¡Si se pierden los vasos mañana no puedo
trabajar!
Es decir, el muchacho, sin mal trato en lo personal, reclamaba sus
copas, compradas por él, con el CI como garantía de devolución. Lo miré
dos veces y continué mi camino contrariado. A decir verdad, me llamó,
tal vez considerando mi edad, para ofrecerme alguna variante aceptable a
mis 56 años. Agradecí el gesto, reí, pagué la cerveza y le ofrecí una
USB Flash como prenda de mi buena conducta.
Cuando bebía el primer sorbo, alguien cercano me dijo: Puro, ¡UD está
escapao! En Cuba es un sinónimo de inusual y efectiva respuesta a una
situación fuera de lo común.
Nada, que aquí, entre la identidad y la falsedad, seguimos enredados.
—–
Vicente Morín Aguado: morfamily@correodecuba.cu
http://www.havanatimes.org/sp/?p=85835
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