Publicado el martes, 05.28.13
Azúcar y acíbar
Nicolás Pérez
No pude asistir por motivos de salud pero el viernes pasado hubo su gota
de azúcar en Miami cuando se le rindió a mi compañero de lucha Juan
Manuel Salvat un homenaje y no ha habido ninguno tan válido y merecido
porque El Gordo es Cuba, la de ayer y la de mañana.
Juan Manuel Salvat, para quienes no lo conocen, fue conjuntamente con
Alberto Muller, Hans Hengler y otros, los primeros estudiantes que
desafiaron públicamente al castrismo cuando el 5 de febrero de 1960, en
el Parque Central, protestaron contra el vicepresidente soviético
Anastas Mikoyan que intentaba colocarle una corona de flores a José
Martí. Este acto de desagravio fue la semilla espiritual que parió al
Directorio Revolucionario Estudiantil, órgano clandestino del
estudiantado cubano contra el comunismo.
Recién llegado a la Escuela de Derecho en enero de 1960 recuerdo a El
Gordo de lejos, ya él se perfilaba como un importante dirigente. Han
pasado años y no olvido su sonrisa bonachona, mejillas sonrosadas,
aquella dulzura de sus ojos y su aire pacífico que contrastaba con la
conducta violenta y mafiosa del presidente de la FEU de entonces, José
Rebellón Alonso.
El Gordo corrió decenas de peligros, fue encerrado en la prisión de La
Cabaña en abril de 1961, de la cual escapó al no ser identificado,
marchó al exilio y prosiguió la lucha hasta que después del bombardeo
del Rosita de Hornedo por la lancha Juanin I, acción dirigida por él
junto a Gugu Basulto y Kiquito Torres, los intereses del gobierno
norteamericano cambiaron, se desató una persecución feroz contra el
Directorio en Miami y se les ató las manos a la organización. En medio
de una frustración terrible El Gordo trató de paliar su dolor
prosiguiendo la lucha fundando la Librería Universal, que años después
sería el faro y luz de la cultura cubana exiliada.
Pero siempre existe la gota de acíbar. El miércoles pasado a las 7 y 32
pm recibí un e-mail de Reinol González, del cual no sabía hacía años,
con la siguiente nota: "Nicolás, te hago llegar la información adjunta
para que si lo consideres adecuado reconocer a la persona que hizo tanto
por los ex presos sea finalmente reconocida. La única intención que
tengo es la de la divulgación para equilibrar una parte de nuestra
historia".
Seguidamente, en un file titulado Gabo visita Miami, explica cómo
intervino el escritor en su salida y en la de otros presos de Cuba y
habla de "los aspectos y de las actividades solidarias de El Gabo". Al
día siguiente recibí un segundo e-mail que asumí como su deseo de que
diera en El Nuevo Herald mi opinión sobre Gabriel García Márquez, y lo
voy a complacer.
Pongo por delante que jamás he discrepado públicamente con un preso
político desde esta columna semanal, son mis hermanos, mi propia
familia, pero en esta ocasión no puedo permanecer callado.
Respeto el agradecimiento, es un sentimiento hermoso. Pero cuando Reinol
habla de "los aspectos de las actividades humanas y solidarias de El
Gabo", le recuerdo que la única solidaridad permanente, inalterable e
irrestricta que ha mantenido siempre el autor de Cien Años de Soledad ha
sido con el brutal totalitarismo comunista de Cuba. Que García Márquez
haya sacado a varios presos de la cárcel no lo libra de su
responsabilidad de haber apoyado durante años la necesidad castrista de
mantener en un presidio a decenas de miles de hombres donde hubo sadismo
colectivo, golpizas horrendas y asesinatos. Y que haya pedido clemencia
para que no fusilaran a Tony la Guardia no lo libra de que haya
respaldado los fusilamientos con su silencio.
Las inteligencias desmedidas y las plumas geniales que ejercen
influencia en la opinión pública mundial y defienden la barbarie, para
mí son además de despreciables, cómplices.
Aunque García Márquez no es la excepción, en épocas de Stalin está la
acomodación oportunista de Máximo Gorki, la fascinación ante lo estético
de Alexander Fadeyen y el colaboracionismo por convicción de Alexander
Kojeve, sin olvidar lo mucho lo que disfruté en prisión el libro El Don
Apacible del virulento stalinista Mijail Sholojov.
En cuanto a la sumisión de la intelectualidad europea a Hitler están en
la lista Ezra Pound, Knut Hamson y Martín Heiddeger, autor de El Ser y
el Tiempo, sin olvidar a Louis Fernand Auguste Celine, uno de los
escritores más influyentes del siglo XX tanto en la literatura francesa
como en la universal, y que fue acusado de colaborador de la ocupación
nazi de Francia, por que el actual alcalde de París, Bertrand Delanoe,
en ocasión de que el Ministerio de Cultura francés intentaba rendirle un
homenaje, dijo de Celine: "Fue un excelente escritor y un perfecto cabrón".
A veces pienso que con una intransigencia inaceptable y políticamente
anticorrecta, el insulto nada resuelve, hay quienes piensan lo mismo de
García Márquez.
Nicop32000@yahoo.com
http://www.elnuevoherald.com/2013/05/28/1486708/nicolas-perez-diaz-arguelles-azucar.html
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