La Habana en tiempo real
Lo habitual es tropezar con un anciano desamparado vendiendo cucuruchos
de maní a peso, cigarrillos Populares o jabas de nailon.
Iván García Quintero
abril 23, 2013
Con una infraestructura del tercer mundo y precios del primero, La
Habana, es una ciudad que te atrapa. Con sus calles sin reparar, casas
que se derrumban por falta de mantenimiento, agua que se derrocha debido
a la negligencia estatal, pícaros y estafadores, que si te ven cara de
ingenuo te venden un iPhone pirata. O por 7 mil dólares te prometen que
pueden gestionar un viaje ilegal en una lancha rápida a Estados Unidos.
En La Habana con casi todo se puede lucrar. Excepto la muerte. Aunque
hay tipos que ofertan panteones familiares y ataúdes de cedro que duran
una eternidad bajo tierra. Es verdad que no se pude comprar un fusil de
asalto, una bazuca o un Colt 44.
Y si entras al sitio cubano Revolico.com, notarás que los precios son
similares a los Nueva York. Pero en La Habana las cosas no son tan
fáciles. Una tarde cualquiera, los partidarios del gobierno, apean una
rastra de baldosas en el patio de su casa; se acuestan con una jinetera
barata por 5 cuc; compran carne de res a 2.50 cuc la libra; camarones de
Caibarién a igual precio y filetes de castero, ilegalmente pescado, a
120 pesos el kilogramos.
Los militares y represores de los servicios especiales conocen al
dedillo los entresijos de La Habana clandestina. Por perseguir a quienes
piensan diferentes reciben prebendas. Andan en motos Suzuki, tienen
cuentas abiertas en sus celulares y en verano pasan las vacaciones en
villas a precios módicos en moneda nacional.
Altos oficiales al frente de batallones de respuesta rápida -que lo
mismo golpean a un disidente que a una Dama de Blanco- compran en
tiendas con rebajas. Relojes Rolex. Jeans Levi´s. Camisas Guess. Calzado
Adidas. Vestidos con marcas capitalistas, intentan convencer al prójimo
de las bondades de la 'dictadura del proletariado'.
Muchos son simuladores. Escalan por la complicada escalera de caracol
que conduce a las superestructuras del poder, pisoteando valores éticos
y enarbolando el carnet rojo del partido comunista. Los hay fanáticos,
casi talibanes ideológicos. Rasurados al cepillo, facciones duras y
pistola Makarov visible en la cintura. Las diferencias de criterios las
resuelven volteándote de espaldas, colocándote las esposas y abriéndote
una causa por 'peligrosidad social'.
Pero estos fieles guardianes de los Castro no están en todas las
esquinas. Lo habitual es tropezar con un anciano desamparado vendiendo
cucuruchos de maní a peso, cigarrillos Populares o jabas de nailon. O
mendigos durmiendo en los portales, tapados con un peroiódico donde en
uno de los cintillos se anuncia el alto número de homeless en Estados
Unidos.
Algunos habaneros son capaces de lo peor y lo mejor. Te pueden abofetear
o provocar un baño de sangre con una navaja, por una discusión sin
importancia. Hay pandillas juveniles dedicadas a asaltar personas para
despojarlos de una prenda.
Igual puede ser una camiseta de Messi, un Samsung Galaxy o unas gafas
de onda retro. También puedes encontrar personas bondadosas que tras una
charla en un taxi, te invitan a tomar cerveza o almorzar a su casa.
Muchas amistades nacen dentro de una guagua atestada o durante el
trayecto en un 'almendrón'.
Eso sí, la gente siempre va apurada. Caminan a paso doble, buscando
algo. El pan de la libreta. El pollo de la dieta. Plátanos en el
agromercado. O ir al estadio Latinoamericano, a ver un partido nocturno
de béisbol.
Con sus avenidas salpicadas de baches y salideros de aguas, al estilo de
Zimbabwe, solares y barrios insalubres similares a los de Puerto
Príncipe, no es raro ver a los capitalinos con teléfonos inteligentes
(aunque no tengan conexión a internet), con ropa de buenas marcas y
oliendo a cualquiera de esas fragancias francesas que cuestan una pasta
en aeropuertos libres de impuestos.
La Habana da para todo. El diario Granma no ve las manchas de la ciudad.
Los periodistas independientes sí las vemos. Y las contamos.
http://www.martinoticias.com/content/habana-tiempo-real-cuba-ivan-garcia/21847.html
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