La Habana se desvanece entre el calor de infarto y la espera interminable
Mientras unos disfrutan las amenidades que el dólar otorga, otros
aguardan por un trozo de pollo para comer
DESESPERANZA | 30 de Junio de 2015
IVÁN GARCÍA
ESPECIAL
En una deslucida carnicería, justo frente a la iglesia de los
Pasionistas, en la barriada de la Víbora, dos chicos juegan cubiletes
encima del mostrador, un ayudante afila con calma un par de cuchillos y
el carnicero, sin camisa y sentado en un destartalado taburete fuera del
local, se dedica a rellenar un crucigrama de una revista Bohemia del año
pasado.
En una pizarra cuelga un aviso que reza: "pollo por pescado y carne de
niño". Algunos jubilados hacen cola con sus jabas y resguardándose del
calor insoportable debajo de un alero.
Parece un cuadro surrealista de Chagall. "Aún no ha llegado el pollo ni
el picadillo de niños, pero en algún momento del día llegará el camión",
informa el carnicero a los usuarios sin levantar la mirada del puzzle.
A los abuelos que intentan cobijarse del sol les da igual. A ellos el
tiempo les sobra. Hablan naderías o recuerdan con nostalgia los tiempos
en que el Gobierno, cada nueve días, distribuía carne de res por la
libreta para todos los miembros del núcleo familiar.
"Ahora todo es un lujo. La carne, la leche y las frutas. En los años 80,
la carne de res era racionada, pero de vez en cuando se comía. Aunque
mejor estábamos antes de la revolución, cuando un pan con bistec así de
gordo -señala con sus dedos-costaba quince centavos", acota mientras se
pasa la punta de su lengua por la comisura de los labios.
El panorama más conmovedor de la Cuba de hoy son los viejos, la tercera
edad. Muchos, abandonados por su familia viven al garete, vendiendo
jabas de nailon o cigarrillos sueltos.
Otros piden dinero en las calles o en los alrededores de los asilos de
ancianos. Para ellos las tibias reformas económicas de Raúl Castro se
parecen a un cometa lejano. Inalcanzable. Son los grandes perdedores.
Ya en La Habana es mediodía. El sol revienta el asfalto. El vapor
levanta volutas de humo. Parece un fósforo encendido a punto de
estallar. Hacer un trámite o una compra es cosa de gente audaz, que la hay.
Dos docenas de personas esperan para pagar la cuenta del teléfono en la
oficina de la empresa telefónica ETECSA. En el agromercado, un gentío
recorre las tarimas en busca de comida.
Antonio, empleado bancario, saca cuentas con la calculadora de su
teléfono móvil delante de un anaquel donde descansan varios trozos de
cerdo y merodean las moscas. Intenta regatear a la baja con el
carnicero. "Oye, está duro eso de la libra de bistec de puerco a 45
pesos (dos dólares). Te compro 15 libras si me las deja a 40", tira el
anzuelo.
El vendedor, con una camisa verde de cirujano, ni si se inmuta. "Puro,
probablemente mañana las venda a 50 pesos. Ésas son las únicas libras
que me quedan. Si no se las lleva usted, otro me las compra", le dice y
sigue fumando un cigarrillo mentolado.
A pesar de ser horario laboral, las calles y los comercios están
atestados. "Aquí nadie trabaja, hay cola a cualquier hora. Este es un
país de vagos. Y de borrachos", comenta un señor y dirige su mirada
hacia un bar en la acera de enfrente.
Desde las nueve de la mañana, el cochambroso bar tiene todas sus mesas
ocupadas. Varios hombres, desafiando el calor de fuego, beben a pulso
ron de tercera categoría o un brebaje ámbar claro que se vende como
cerveza dispensada.
Todos hablan en voz alta en la 'exclusiva' jerga cubana. Intercalando
palabrotas, llaman al cantinero: "Asere, pónme otra ronda". Piden los
tragos con cara de tragedia. No es para menos, el local no tiene
ventilador y sudan a chorros.
Tomar alcohol es uno de los tres deportes nacionales. Junto a jugar
dominó y hacer planes para emigrar.
Al costado del bar de mala muerte hay una cafetería en moneda dura.
Venden dulces a precios de oro y la buena noticia es que desde hace dos
días llegó la cerveza. Tienen Heineken y Bavaria importada a 1.80 cuc,
peso cubano convertible (1.80 dólar), así como Cristal y Bucanero de
producción nacional a un cuc. La mala noticia es que todas las mesas
están llenas y el aire acondicionado apagado.
"Por favor, prende ese aparato que me derrito del calor", grita un
parroquiano. "Por instrucciones de la empresa no se puede encender hasta
después de las 3 de la tarde. Para ahorrar combustible", contesta una
dependiente.
"Esto es el colmo. ¿La plata que recogen ustedes no alcanza para pagar
la luz? ¿Qué hace el Gobierno con el dinero?", se pregunta un cliente.
Nadie le responde.
El verano espera en la antesala y el termómetro marca 33 grados C en La
Habana. Ya comenzaron las vacaciones escolares. Las familias se rompen
la cabeza para asegurarles a sus hijos dos comidas diarias y cuentan los
pesos para llevarlos el fin de semana a la playa.
Mientras, ancianos jubilados de La Víbora esperan el pollo por pescado.
Source: La Habana se desvanece entre el calor de infarto y la espera
interminable :: Diario las Americas :: Cuba -
http://www.diariolasamericas.com/4847_cuba/3193418_habana-desvanece-entre-calor-infarto-espera-interminable.html
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