Friday, December 5, 2014

La CUJAE, 50 años celebrados en gris

La CUJAE, 50 años celebrados en gris
VÍCTOR ARIEL GONZÁLEZ, La Habana | 03/12/2014

"Profe, los cinco minutos...", solíamos pedir los estudiantes, sobre
todo en medio de aquellos turnos cuyo contenido –o profesores–
resultaban difíciles de digerir. En la facultad de Ingeniería Civil de
la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría (CUJAE) no había timbres
ni nada que señalara un receso, ni el principio o fin de lo que fuera.
Puestos a ver, en mi universidad no quedaba mucho realmente, salvo su
inigualable escala de grises por todas partes.

Acaba de cumplirse nada menos que el 50 aniversario de esa, la escuela
de ingenieros más grande del país, y a la sazón mi centro de estudios
superiores durante cinco años. Primero como Facultad de Tecnología de la
Universidad de La Habana, con el tiempo la institución se volvió
independiente, albergando cierta identidad propia pero sin el encanto de
la escalinata coronada por el Alma Mater, ni los cines o el Coppelia cerca.

Al proyectar la imagen de mi paso por la Facultad de Ingeniería Civil,
lo menos deteriorado que guardo como recuerdo del espacio físico son las
paredes de hormigón, adornadas con pintadas furtivas; diagramas o
fórmulas anónimos, a lápiz o a tinta. Faltan los cielos rasos,
desaparecidos décadas atrás, y las toscas estructuras de los techos
asoman desnudas.

Los cristales de las ventanas se han caído, por lo que en invierno,
cuando todo el viento del norte golpea los edificios que se alzan
dominantes frente al gran basurero de Marianao y su horizonte de
detritus, llega un aire muy enriquecido con los olores descompuestos de
la ciudad. Entonces a las clases hay que ir bien abrigado y sujetar
fuerte las libretas para que no vuelen; y si comienza a llover, la
conferencia del más prestigioso doctor se detiene mientras las sillas y
mesas de toda la torre –menos en los niveles que permanecen semi
abandonados– son arrastradas huyendo del agua, armando un estruendo que,
aún después de terminado, permanece chirriando en los oídos.

Los pisos de terrazo, por más que los hayan dejado pulidos en su
fabricación, jamás muestran brillo alguno. En los balcones, los
esqueletos metálicos de cientos de sillas y las tablas podridas se
amontonan y no permiten la estancia, porque a falta de barandas sanas
existe el peligro de caer.

Durante mi estancia en la Facultad, los pocos baños que quedaban
abiertos al estudiantado jamás dispusieron de agua corriente. No hace
falta describir en detalle lo que esa carencia implicaba; tan solo
mencionar que el estado de los servicios sanitarios era capaz de
convertir cualquier urgencia en una pesadilla.

El inventario de destrucción sigue. Sin embargo, la descripción hasta
aquí puede no sonar tan terrible como la de cualquiera de quienes debían
quedarse en la beca durante toda la semana. Tan felices, a pesar de
todo, compartiendo lo poco que tenían. Dicha virtud es más de celebrar
que el acto oficial por el 50 aniversario de un conjunto de edificios
todos vestidos de gris.

A la CUJAE se llega en ómnibus difícilmente, y de ella se sale peor aún.
Queda lejos de todo. La hilera de quioscos para vender comida,
improvisados a lo largo de una vieja calle, es lo único con algo de
color por aquellos parajes. Muy cerca, el enorme central Martínez Prieto
sigue acumulando óxido y olvido en medio del silencio. Es esta una
universidad poco inspiradora, cuadrada, rígida, fangosa y oscura.
Brutal. Hoy llena de escombros y de abandono para conmemorar también, de
forma no declarada, acaso su agónico declive.

Source: La CUJAE, 50 años celebrados en gris -
http://www.14ymedio.com/blogs/a_pie_y_descalzos/cujae_7_1681701814.html

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