El castrismo es Cuba
ORLANDO LUIS PARDO LAZO | Providence | 29 Dic 2014 - 12:38 pm.
Ahora es obvio. No se manda un país como un campamento militar, pero sí
un campamento militar como si fuera un país.
Ahora es obvio. Hemos vivido todo al revés. La Historia como Horror en
las manos criminales de la Seguridad del Estado cubana, órgano no tanto
de control como de creación de escenarios. Nuestra existencia entera
transcurre en clave de castrismo con nuestra propia complicidad.
Fue obvia la necesidad de un mártir en las cárceles de la Isla, un
pretexto sin demasiado valor de uso, desechable, asesinato barato para
hacer catarsis colectiva y contar con un pretexto para que el gobierno
de La Habana deportase de una vez la carga muerta de los presos
políticos de la Primavera Negra de 2003. Ese mártir hoy ya otra vez
anónimo, que fue empujado entre todos a su conveniente cadalso, se llamó
Orlando Zapata Tamayo. De él no quedan ni sus restos mortales en nuestro
país, mientras que su exagerada familia languidece en la solvencia de Miami.
Es obvio que el cardenal Jaime Ortega y Alamino fue el buche amargo que
el régimen de Fidel Castro, chantajeando a la jerarquía católica
nacional, le impuso al Papa Juan Pablo II, enemigo jurado del comunismo
mundial. El cardenal cubano no sólo es violador de varios de sus propios
votos sagrados, sino que es un ministro tan miserable que fue capaz de
telefonear uno a uno a esos mismos presos políticos de la Primavera
Negra del 2003, para coaccionarlos a que se fueran de Cuba o que se
atuvieran a las consecuencias.
Nunca antes en siete años Jaime Ortega y Alamino les había enviado una
pomada analgésica, por ejemplo, ni les había permitido una misa mínima,
ni les había hecho al menos una simple llamada por Navidad, ni a ellos
ni a sus familiares. El perverso purpurado cumplía órdenes esta vez de
Raúl Castro, quien le facilitó los contactos expeditos con cada cárcel,
y lo autorizó a dar conferencias de prensa desde la Catedral de La
Habana hasta Harvard. Pero Cuba entera bien sabe que esas llamadas
terminales no se hicieron desde el Arzobispado de La Habana, sino desde
la Plaza de la Revolución.
Esa labor de títere del totalitarismo, a cambio de propiedades
devueltas, seminarios de estreno, procesiones de la muñequita madre de
todos los cubanos, y sobre todo silencio, mucho silencio sobre los
escándalos provocados dentro de la vida sacerdotal —incluidos sexo y
suicidio y ambos—, esa faena de falangista del fidelismo lo llevó a
ofender en persona a la nueva líder de las Damas de Blanco, cuando en
una entrevista privada con Berta Soler en agosto de 2012 el Cardenal le
dijo que ella tenía cero nivel cultural y que había politizado a un
movimiento que, toda vez expatriados por él los presos políticos, ya no
tenía razón de ser.
Las Damas de Blanco llevaban más de un año implorando esa entrevista con
su Eminencia Reverendísima. Meses atrás habían asesinado a Laura Pollán
ante la indolencia o acaso la idiotez de media sociedad civil. Un par de
semanas antes habían juzgado de manera sumarísima a Oswaldo Payá en una
carretera cubana, antes de ejecutarlo in situ extrajudicialmente. En
ambos casos, Cuba también sabe que ambos crímenes fueron consensuados
con el cardenal cómplice, quien envidiaba a Oswaldo Payá al punto del
odio y, además de dar órdenes para que lo censurasen de todas las
publicaciones católicas cubanas, creaba zafarranchos de histeria cada
vez que el líder del Proyecto Varela entraba a un templo para consagrar
esta iniciativa civil ante el altar mayor. Es inconcebible la aparición
de Jaime Ortega y Alamino en la capilla ardiente de Oswaldo Payá si no
hubiera recibido la orden de lapidarlo desde el Consejo de Estado.
Es obvia ahora la hoja de ruta de la reforma migratoria. Como obvio fue
el envío a Cuba de Alan Gross por parte de los agentes de influencia
castrista en Washington DC. Así mataron a una bandada de pájaros sin un
tiro, incluida la labor solidaria de la USAID, que ya nunca más pondrá
un centavo para el apoyo a la democracia en nuestra nación, santificando
al cambio-fraude en Cuba como legítimo. Mientras tanto, el Center for
Democracy in the Americas junto a decenas de ONGs de la capital
norteamericana, viajan muchas veces al año a Cuba, haciendo lobby
pro-castrista en cuanta revista o congreso aparezca, donde reconocen con
impudor que la Seguridad del Estado les dicta su agenda en la Isla, al
limitarles toda interacción con la oposición cubana. Los congresistas
anti-Congreso como el demacrado demócrata Jim McGovern son los
catalizadores de estas licencias, donaciones, y etcéteras sin ética.
También Barack Obama y su anti-norteamericanismo es obvio en esta
ecuación. Le estrecha la mano a los Premios Sajarov cubanos que van
quedando vivos, y el Departamento de Estado hasta se conduele de una
hija huérfana que reclama justicia tras el doble atentado mortal del
castrismo el domingo 22 de julio de 2012. Pero es con ese mismo general
que ejecutó tales asesinatos con quien la Casa Blanca se pone a hacer
chistes por teléfono, prueba más que suficiente para despenalizar a la
dictadura de toda sospecha terrorista, y encima premiarla con billones
de dólares, con la reducción a cero de la voluntad electoral del exilio,
y con la plusvalía de unas relaciones diplomáticas que por fuerza harán
del refugiado cubano el último de los inmigrantes latinoamericanos.
Ahora es obvio que con la libertad de opinión en Cuba no basta. Que ni
medio ni catorce y medio periódicos independientes significarán una
alternativa para la auto-transición del poder al poder que ya está a
punto de caramelo dinástico en nuestra patria.
Ahora es obvio que los presos políticos son la mejor moneda de cambio de
la tiranía, que hasta la heroicidad ayuda a los usurpadores de la nación
en sus trueques, de paso distrayendo el tema principal de esta letanía
letal: que el pueblo cubano, así en la Isla como en el exilio, jamás
participará de nuestra vida social; que el pueblo cubano ni siquiera es
válido como concepto ante el clan Castro, de cara a las inversiones no
sólo de las monarquías asiáticas y africanas, sino tampoco ante la Unión
Europea ni la Cámara de Comercio de los Estados Unidos ni los tycoons
cubanoamericanos ni, por supuesto, Google. Habrá internet y dictacracia.
Habrá Bolsa de La Habana y despotismo. Habrá incluso sufragio universal
después de 2018 y monopartidismo. Es la comparsa del capital. Y la
estrella de semejante carnaval se llama hoy el castrismo.
Ahora es obvio. No se manda un país como un campamento militar, pero sí
un campamento militar como si fuera un país.
Source: El castrismo es Cuba | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1419694096_12038.html
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