Empieza este sábado la temporada de huracanes del Atlántico
Meteorólogos de EE.UU.y Cuba pronostican una temporada más activa de lo
común, con hasta 20 ciclones. Santiago de Cuba todavía no se recupera de
los estragos de Sandy.
Rolando Cartaya
mayo 31, 2013
Este sábado 1ro de junio se inicia la temporada de huracanes en el
Atlántico. Todo un semestre de incertidumbre y estrés para los que
estaremos al final de esta especie de pista de bolos que corre de las
costas africanas al Golfo de México.
Pequeñas ondas tropicales, en su mayoría originadas cerca de la costa
occidental de Africa, pero también en las cálidas aguas del Caribe,
suelen crecer como bolas de nieve y se desplazan a lo largo de
trayectorias inciertas y sólo parcialmente previsibles dentro de un cono
de probabilidades, amenazando con sus vientos y sus lluvias torrenciales
sobe todo a las Antillas, Centroamérica y los países con costas en el Golfo.
Pero no sólo: en la temporada 2012 el huracán Sandy, después de pasar
como un arado y destruir o desarbolar a su paso más de 170 mil viviendas
en el oriente de Cuba, tomó un rumbo norte paralelo a la costa oriental
de EE. UU. para terminar girando a la izquierda, arrasando las costas de
Nueva Jersey, y rompiendo los cristales de los rascacielos e inundando
los túneles del Subway en Nueva York. Una ciudad situada en el lejano
paralelo 40, preparada para capear tormentas de nieve, no forasteros
torbellinos del trópico.
Estos seis meses en vilo prometen este año ser más agónicos que en los
anteriores. La Administración Nacional para los Océanos y la Atmósfera
de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés) ha previsto para el
Atlántico en 2013 una temporada de huracanes "activa o muy activa".
En su pronóstico, NOAA afirmó que hay un 70 por ciento de probabilidades
de que se presenten entre 13 y 20 tormentas (con vientos de 62 kph o
más), de las que entre 7 y 11 podrían convertirse en huracanes (con
vientos de 120 kph o más), incluyendo de 3 a 6 grandes huracanes
(categorías 3, 4 ó 5, con vientos de 178 kph o más).
Muy por encima del promedio estacional de 12 tormentas, 6 huracanes y 3
grandes huracanes, las cifras asustan.
¿DEBAJO DE UNA YAGUA?
Cierto es que en muchos casos los anticiclones formados por zonas de
altas presiones empujan a las tormentas de origen africano a desviarse
lejos de las tierras habitadas del Nuevo Mundo, hacia el Atlántico
Norte; pero ese es otro albur que no controlamos. Como lo es la fuerza
destructiva con que estas trombas pueden irrumpir en los hábitats humanos.
En 1992 se esperaba el paso por la Florida del huracán Andrew. Después
de convertirse en huracán el 22 de agosto y alcanzar categoría 5 el 23,
Andrew se había debilitado a su paso por las Bahamas y se encaminaba al
sur de la Florida. Recuerdo que los meteorólogos locales, todos menos
uno, bajaron entonces el tono de sus pronósticos.
Yo estaba en Washington y mis editores en Radio Martí me habían pedido
que consiguiera por teléfono "soundbites" desde las zonas de evacuación.
Una de las personas que entrevisté fue mi padre, que vivía en un
edificio para personas de bajos recursos en Cutler Ridge, al sur de
Miami. Por estar cerca de la costa había que evacuar. Mi viejo se
resistía a ser evacuado, y repetía confiado: "Eso es un viento platanero
que se pasa debajo de una yagua". Finalmente decidió pasar la noche en
la casa de mi hermana en el reparto Fountainebleu, unas 15-20 millas más
al norte.
Al día siguiente gran parte de la primera plana de El Nuevo Herald la
ocupaba una foto del edificio donde hasta entonces vivió mi padre.
Andrew había recuperado la categoría 5 poco antes de tocar tierra, y el
edificio había quedado como una casa de muñecas, con los muebles de los
apartamentos visibles en triste exposición. En otras fotos tomadas desde
el aire, Cutler Ridge parecía una ciudad bombardeada.
Pero mi viejo recibió enseguida ayuda: del gobierno condal, de
organizaciones
caritativas y de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias, FEMA.
Alimentos, agua, medicinas, dinero en efectivo, créditos para muebles,
un nuevo apartamento provisional y luego uno permanente. Una realidad
muy diferente de la que padecieron decenas de miles de cubanos del
oriente del país, damnificados por el huracán Sandy.
SANTIAGO, HACE DOS MESES…
Según cifras oficiales, en Cuba Sandy dañó severamente 171,389
viviendas, de las cuales 15 mil 889 fueron derrumbes totales, la mayoría
en la ciudad de Santiago de Cuba.
A principios de abril, nuestro colega Pablo Alfonso dedicó un reportaje
a la situación de los damnificados en Santiago casi seis meses después
del paso de Sandy. Los cubanos dicen que hay dos Cubas, la real y la del
"Granma", y en esta última todo era una maravilla: "Renace la vida en
sus calles y avenidas limpias y ordenadas, y un nuevo arbolado extrae
savia de las entrañas de la tierra para alcanzar rápido las alturas",
poetizaban dos trabajadores ideológicos.
La verdad de la Cuba real la contaba el capítulo británico de una
prestigiosa ONG internacional.
"Una gran cantidad de personas siguen viviendo en refugios temporales e
improvisados, o con familiares y amigos", alertaba en una entrevista
publicada en la web de la Cruz Roja Británica María Clara Attridge, una
de sus asesoras que recién había regresado de la isla para ver en qué
estado se encontraban las labores de auxilio.
Citando cifras del régimen cubano, Attridge precisó que "sólo el 14 por
ciento de los techos han sido reparados. La destrucción es grave y sigue
siendo muy visible, sobre todo en la ciudad de Santiago de Cuba, donde
muchos edificios no tienen techo; el huracán destruyó todo lo que tenían
en su interior", indicó.
En Cuba la Defensa Civil a cargo de las evacuaciones suele verse
obligada a lidiar con evacuados que se quieren llevar con ellos cuanto
más puedan de sus pertenencias, porque si el huracán las daña o se las
roban, no tiene cómo reemplazarlas.
"La Cruz Roja ha estado distribuyendo artículos como utensilios de
cocina, conjuntos de higiene y materiales para techos. Inicialmente,
entregamos lonas para ser utilizadas como materiales para techos; pero
ahora, como estamos entrando en la fase de recuperación, estamos
distribuyendo planchas de zinc y clavos para la reconstrucción de los
techos dañados por el huracán", explicó Attridge.
… Y AHORA MISMO
Esa situación no ha cambiado mucho desde entonces, nos confirma desde
Santiago el periodista independiente Walter Clavel, de la Agencia de
Prensa Libre Oriental.
El comunicador señala que en los centros de venta de materiales para
reconstruir hay todos los días largas colas y a menudo disputas, porque
las cantidades que sacan a la venta –a pagar en efectivo o a crédito—son
insuficientes, y esto promueve la corrupción, en la que salen perdiendo
personas muy necesitadas pero sin dinero para pagar sobornos a los
expendedores.
La reconstrucción tampoco promete un techo muy seguro la próxima vez,
pues lo que vende el Estado son planchas de fibrocemento, zinc o cartón
embreado, y palos o viguetas de zinc galvanizado para sostenerlas.
Aun así, la situación de los que pueden reconstruir es mejor que la de
los que lo perdieron todo en derrumbes totales, unas 12,600 familias en
la ciudad, según el periodista. Muchas se han cansado de explorar los
canales oficiales y no les han resuelto. Mientras, han tenido que
improvisar un pequeño cuarto sobre las ruinas del derrumbe para
hacinarse cinco o seis personas, incluidos niños, y enfermos.
Unas pocas de estas familias han sido llevadas a albergues del Estado,
pero según Clavel la mayoría ha buscado refugio en casa de parientes o
amigos, o se ha alojado clandestinamente en locales desocupados del
Estado como almacenes y consultorios. Sin embargo, ahora mismo muchos de
ellos están siendo desalojados y lanzados de nuevo al desamparo.
El colega enumera algunos de los distritos santiagueros donde el
gobierno hace leña de estos árboles caídos: Altamira, Maceo, Mariana La
Torre, Gallo, la zona baja de la ciudad donde están los almacenes
(vacíos) de la Alameda.
"La policía viene, junto con el partido, los saca a todos a la fuerza,
les tiran sus cosas para afuera y sellan el local. No importa que ellos
digan que son damnificados de Sandy, y que se metieron allí de manera
provisionall porque su casa se les cayó y nadie les ha resuelto. Van
para la calle".
Walter Clavel no quiere imaginar lo que pasaría si a Santiago le toca en
suerte otro desastre en la ruleta rusa de los huracanes del 2013:
"Algunos, los que resolvieron los materiales, empeñándose con el
gobierno, acaban de poner el techo como pudieron, por sus propios
medios. Otros apenas han armado algo para guarecerse con recortes de
zinc, con pedazos de madera… Imagínese que venga algo así ahora mismo y
se lo desbarate. Santiago todavía está en la fase recuperativa del
huracán Sandy. No está preparada para otro evento así".
El Instituto de Meteorología de Cuba, que dirige el eminente doctor José
Rubiera, también ha pronosticado para esta temporada ciclónica un
"comportamiento activo". Su cálculo es, empero, más conservador:
formación total de 17 tormentas, de las cuales nueve alcanzarán la
categoría de huracán. De ellos, Cuba debería esperar al menos el paso de
uno.
Como los hebreos cuando untaron con sangre de sacrificios sus puertas
para que pasara de largo la plaga que acabó con los primogénitos de
Egipto, los santiagueros deben estar rezando, o al menos cruzando los
dedos, para que --si los meteorólogos cubanos están en lo cierto-- ese
solitario torbellino se vaya por otro lado."
http://www.martinoticias.com/content/cuba-clclones-temporada/23033.html
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