Marisol, el Embargo y la Coca Cola
julio 23, 2012
Historia de Turistas
Vicente Morin Aguado
HAVANA TIMES — De Marisol supe por un amigo, quien me avisó de su
llegada. Días antes, ella envió un Email con una foto suya y el
siguiente mensaje: "Esta soy yo".
En el aeropuerto nos reconocimos a primera vista. Menuda de cuerpo, tez
bronceada con evidente influencia indígena y arquitecta de profesión. La
pequeña oaxaqueña habría de cambiar mi rutina sobre lo que puede ser un
recorrido turístico.
A la mañana siguiente, tratándose de arquitectura, llevé a Marisol hasta
la Maqueta de La Habana. Al ser una ciudad en miniatura, existen en la
instalación unos telescopios con el objetivo de facilitar la observación.
Ni corta ni perezosa, tomó uno de ellos y al cabo de escasos minutos
disparó su primera pregunta: ¿Por favor, háblame de aquella zona
residencial, fíjate, muchos edificios iguales al otro lado de la bahía?
Creí que se trataba de La Habana del Este, pero su aguda vista estaba
ubicada más allá, exactamente sobre la barriada de Alamar. Yo, que me
veía fácil caminando por los atractivos callejones de la ciudad antigua,
tuve que abordar un "Almendrón"- viejo auto americano- desembarcando
juntos en un sitio considerado muy aburrido entre los habaneros.
La construcción de esta ciudad obrera data de tres décadas, cuando por
iniciativa del "Comandante", se crearon las Microbrigadas. Se trataba de
constructores voluntarios, aportados por cada colectivo laboral,
comprometidos a construir para ellos mismos y para quiénes quedaban en
los centros de trabajo, asumiendo sus funciones.
Dubitativa, la mexicana lanzó el primero de muchos tiros, hasta
convertirse en una peligrosa ametralladora. ¿No entiendo, entonces había
algo así como un subempleo en el país? Es lógico pensarlo-respondí-
aunque no se enfocó el asunto de esa manera. ¿Bueno, pero lo que me
choca como arquitecta, es esta letanía de edificios iguales de aburridos?
Así fue, tratándose de improvisados constructores. ¿No había un proyecto
elaborado por profesionales? Si lo había mi amiga, pero aquí suele
existir un trecho entre lo dicho y lo hecho.
De todas formas-agregó en una atinada exclamación- ¡ha de ser muy
difícil el trabajo de los carteros dentro de esta enredadera de calles!
ALAMAR. Foto:Caridad
Los derroteros de la conversación se tornaron más complejos cuando hablé
de las permutas hacia Alamar, donde el residente debe aportar una
sustancial compensación, tratándose de un área periférica, con un bajo
nivel en los servicios, además de la calidad de las construcciones.
¿Calidad? ¿Algo más aparte de lo estético? Así es, y aprovecho para que
me aclares una duda. Estos edificios presentan serios problemas de
filtraciones, sobre todo en las cubiertas. Tratándose de prefabricados,
¿es normal?
Entonces su mirada se tornó perpleja al contestar: No lo creo, en México
el sistema es usado, igualmente en barriadas populares, con la idea de
abaratar los costos y el tiempo de terminación de las obras. Pero si
usas los materiales adecuados, en las cantidades recomendadas y sin
violar la metodología, no hay problemas. Te lo aseguro por experiencia
propia.
Luego de tan compleja conversación, cuyo andar podía llevarnos a la
filosofía misma del sistema estatal socialista, el implacable sol de
Alamar aconsejó abordar otro "Almendrón", regresando a la muy turística
Habana Vieja.
Ahora las cosas me fueron fáciles, entre casas señoriales, iglesias y
museos. Muchas fotos, numerosas preguntas, pero no tan engorrosas cuando
se trata del primer día entre un cubano y un extranjero.
Pasaron varias jornadas, la muchacha de Oaxaca se fue a otras
provincias, regresando un día antes de su partida. Era la hora de las
cuentas y debí llevarla hasta un banco, con el objetivo de extraer
dinero de su tarjeta, nunca lo olvidaré, una BANAMEX.
Quince días antes, al llegar a Cuba, Marisol extrajo el dinero de sus
gastos diarios, dejando para el final los pagos fijos, en especial la
renta de la casa donde vivió entre nosotros. Ahora la respuesta del
banco estuvo a punto de provocarle un desmayo: Banamex, como empresa,
tenía rotas sus relaciones con Cuba, al ser absorbida por un consorcio
norteamericano.
Yo intenté la mejor explicación a la dueña de la casa, en tanto la
mexicana ofreció lo único de valor que llevaba encima, una cadena de
oro, recuerdo de familia. La señora nos miró seriamente y dijo: Nada
hija, regresa en paz. Tal vez no nos olvidarás. Mira que entre cubanos,
muchos emigran, tomándose luego "la Coca Cola del olvido".
Finalmente la embajada de su país le prestó una pequeña suma, destinada
al taxi y el impuesto aeroportuario. Nos despedidos, recordándole sus
experiencias positivas y reafirmándole mi confianza en su honor.
Pasé unas cuantas semanas esquivando la mirada inquisitoria de la
propietaria, hasta que un día el buzón "Entrada" de mi correo
electrónico, subrayó en azul fuerte la dirección marisoloax. La
oaxaqueña escribía desde Arizona, Estados Unidos. Pronto se casaría con
un vietnamita, emigrado al igual que ella. Les iba bien y solicitaba mis
datos personales.
Días después recibí el dinero a través de Western Union. De inmediato me
fui a casa de la señora. En una mano llevaba el sobre tan esperado por
la propietaria, en la otra una auténtica lata de Coca Cola.
http://www.havanatimes.org/sp/?p=67909
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