Opinión
La muerte de un opositor
Bertrand de la Grange
Madrid 30-07-2012 - 10:18 am.
En 1992, viajando en auto con Oswaldo Payá Sardiñas, fueron perseguidos
por autos de la policía política. En junio pasado, el auto en que
viajaba el disidente sufrió una embestida que lo volcó.
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De tanto amagar con matarlo a lo largo de muchos años, el aparato
represivo del régimen cubano ha conseguido finalmente lo que buscaba:
Oswaldo Payá, el opositor más odiado y temido por los hermanos Castro,
ha muerto el 22 de julio en un sospechoso accidente de coche en un tramo
solitario de una carretera en el oriente de la Isla. Según la versión
oficial, hay un culpable y no se trata de los agentes de la Seguridad
del Estado que perseguían día y noche al dirigente del Movimiento
Cristiano Liberación (MCL). El responsable, dice el informe de la
policía, es el ciudadano español Ángel Carromero, que conducía el
vehículo con "exceso de velocidad en una zona en obras". Es decir, fue
un simple accidente de tráfico, no un crimen político, como lo piensan
los familiares y los amigos de Payá.
La tardanza en publicar el informe —cinco días después de los hechos— ha
contribuido a alimentar unas sospechas legítimas que se fundamentan en
una serie de antecedentes alarmantes. La viuda del opositor, Ofelia
Acevedo, ha contado que, el pasado mes, ambos iban en un coche que fue
embestido por detrás por otro vehículo en una calle de La Habana.
Tuvieron que salir por las ventanas después de que el coche volcara. No
hubo heridos, pero sí un gran susto y una pregunta: ¿fue un "accidente"
intencional para intimidarles y hacerles bajar el tono de sus críticas
al régimen, que pasa por momentos difíciles y no logra sacar del letargo
a la economía?
No era la primera vez que Oswaldo Payá era víctima de amenazas y de
violencia de parte de los "segurosos" y de su mano de obra callejera,
esas turbas que participan en horripilantes "actos de repudio" y cercan
el domicilio de los inconformes durante varios días para amedrentarles.
El militante católico lo había contado hace diez años en un documental
realizado por la cineasta estadounidense Heidi Ewing. Ahí relataba cómo
los coches de la Seguridad del Estado amagaban con arrollarle. "He
tenido una vigilancia permanente, a veces amenazante y provocadora, con
agentes en la puerta de mi casa. Cuando salgo en bicicleta, que es mi
vehículo, salen coches junto a mí, me persiguen y pasan a alta
velocidad, desaparecen y reaparecen en una calle de pronto, poniéndome
en peligro."
Payá estaba entonces en la mira del régimen por haberse atrevido a
recolectar más de 11.000 firmas a favor de la democratización de la Isla
—el Proyecto Varela— y presentarlas, en marzo de 2002, ante la Asamblea
Nacional del Poder Popular. Esa iniciativa sin precedentes tuvo una
inmensa repercusión internacional y Payá fue galardonado ese mismo año
por el Parlamento Europeo con el Premio Sajarov de los derechos humanos.
En cambio, la dirigencia cubana no le perdonaría esa afrenta y se lo
cobraría el año siguiente con las detenciones y condenas a largas penas
de prisión de la mayoría de los cuadros del MCL en el transcurso de una
"primavera negra". Las turbas asaltaron la casa de Payá, rompieron todo
y dejaron sus firmas en la fachada de la casa: "Agente de la CIA",
"Gusano", "Viva Fidel".
Con semejantes antecedentes, hay motivo para sospechar de una mano negra
en el accidente que ha costado la vida al líder del MCL. "La revolución
no asesina a nadie", ha contestado a la viuda de Payá uno de los
policías encargados de investigar lo ocurrido en la carretera. La
revolución quizá no mata, pero los que supuestamente la defienden no
tienen ningún reparo en hacerlo. La muerte del fundador del MCL me ha
devuelto a la memoria un episodio que compartí con él hace veinte años,
a finales de mayo de 1992. El taxi que nos transportaba en La Habana fue
perseguido por varias patrullas de la policía política, reconocibles por
sus antenas de comunicación. En lugar de amilanarse, nuestro chofer los
desafíó. Sería para él el inicio de un calvario que duraría muchos años
y tendría un fin trágico con la muerte de su hija en un accidente de
tráfico: el coche que él conducía fue embestido por un camión en
circunstancias que nunca fueron aclaradas.
Lo más probable es que tampoco sepamos nunca lo que ha pasado realmente
en esa carretera de la provincia de Granma donde han fallecido Oswaldo
Payá y un joven militante del MCL, Harold Cepero. Las autoridades tienen
entre manos un culpable perfecto —el español que conducía el coche es
miembro del Partido Popular, la bestia negra de los Castro— y no se
privarán de recordar que la ley cubana castiga el homicidio por
imprudencia con una pena de uno a diez años. Echaremos en falta los
testimonios de los agentes de la Seguridad del Estado que siempre iban
detrás de Payá. Ellos sí saben, pero oficialmente no existen.
http://www.diariodecuba.com/cuba/12291-la-muerte-de-un-opositor
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