Humberto Caspa | 04-04-2012 | 22:45
Meses atrás uno de mis lectores me escribió desde la Habana, Cuba,
reclamándome una mención a su patria. "Cuándo vas a escribir sobre
Cuba", me exhortó.
De Cuba hay mucho que escribir. Muchos que se dedican al estudio de su
régimen comunista simplifican su análisis a la falta de apertura
económica, al abandono de las libertades políticas, y amplifican
aspectos autoritarios de su gobierno.
Hay veces, nuestras libertades y nuestra democracia liberal se
convierten en bufandas nebulosas que se amarran sobre nuestros ojos y no
nos permiten visualizar algunos aspectos destacables de la sociedad cubana.
A diferencia de Estados Unidos y América Latina, las relaciones
étnico-raciales en Cuba no tienen los ingredientes raciales de nuestras
sociedades. Por lo menos, el prejuicio contra el "negro" está atenuado y
rebajado a su mínima expresión.
Por el contrario, en nuestra sociedad el racismo volvió a resplandecer.
Por mucho, Estados Unidos es el país más racista del continente
Americano. Irónicamente, sin embargo, Estados Unidos es el país que más
hizo -más que cualquier otro país latinoamericano- en abandonar
racionalmente los estropajos del racismo sistémico.
Sintetizando, la historia de Estados Unidos es la historia del racismo.
Desde las leyes contra los inmigrantes irlandeses y los polacos antes y
durante la Independencia, y luego contra los italianos y portugueses a
inicios del Siglo XX, hasta las recientes redadas contra los inmigrantes
latinoamericanos, el idealismo intolerante de la extrema derecha siempre
se interpuso.
A los africanos-americanos o habitantes de "raza negra", la sociedad
norteamericana siempre los trató con deslealtad. En el periodo de la
colonia y durante varias décadas de la era republicana, los "negros"
fueron reducidos al servilismo de los blancos y la mendacidad del
capitalismo.
El reciente asesinato del adolescente Trayvor Martin en la ciudad de
Sandford, Florida, por un desalmado de la extrema derecha, George
Zimmerman, es un testimonio veraz del racismo imperante. Nuestra
complicidad no sólo es individual sino también sistémica. Zimmerman no
fue arrestado, ni tiene cargos en su contra por la justicia ordinaria.
Su acción está amparada por las leyes anacrónicas de Florida.
En América Latina, las atrocidades contra de los
africano-latinoamericanos (afro-mexicanos, afro-peruanos, etc.) nunca
fueron documentadas porque muchos historiadores se olvidaron de su
existencia.
Hoy esa realidad contra este pueblo ha cambiado poco. Incluso, en
Brasil, donde abundan las mezclas étnicas, el racismo contra el hombre
de color es una banalidad que se extiende. Los mulatos discriminan a sus
propios hermanos negros. El odio a tu propia identidad es el "racismo en
su máxima intensidad", decía el escritor Agustín Gurza.
En Cuba, a pesar de sus condicionantes económicos y su pobreza, los
prejuicios raciales fueron minimizados. El idealismo comunista,
condenado casi en su integridad en Estados Unidos y muchos países
latinoamericanos, tiene la virtud de cortarlos desde sus bases.
El afro-cubano en la Habana no tiene ningún problema en convivir o
compenetrarse en una sociedad distinta a la suya.
Hay veces cuesta reconocer el valor de nuestros enemigos.
http://www.diario.com.mx/notas.php?f=2012/04/04&id=be0552657d757fee3a7e1b8c68202a73
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