Wednesday, June 10, 2015

De la nacionalidad a la ciudadanía

De la nacionalidad a la ciudadanía
YANKO MOYANO DÍAZ | Barcelona | 10 Jun 2015 - 9:30 am.

Cuando aparece el impulso de pensar diferente, se produce el primer clic
que lleva al activismo político.

El pasado martes 2 de junio se celebró en la Sala Gran de la Universidad
de Barcelona la segunda parte del ciclo de conferencias y debates Cuba
Hoy, esta vez con la presencia de la bloguera Regina Coyula, el opositor
político Eliecer Ávila y la artista y activista Lia Villares. Haber
compartido mesa con ellos fue, sobre todo, la oportunidad de conversar
con tres cubanos que han ido haciendo el muy meritorio camino desde la
simple "nacionalidad" hacia la ciudadanía.

En esta época todos "somos" de algún país, y con el nacimiento casi
siempre adquirimos también una nacionalidad. Ésta, a veces se porta como
estandarte, a veces como marca, pero tiene siempre efectos determinantes
en nuestras vidas; confiere algunos derechos, niega otros. Sin embargo y
pese a su importancia, ser "nacional de..." no implica ninguna decisión
consciente, ninguna acción voluntaria por parte de la persona que la
ostenta.

La ciudadanía, por su parte, es otra cosa. La ciudadanía se ejerce.
Implica la percepción consciente de estar participando de un modelo de
vida en colectivo y la voluntad de influir en sus instancias de
concertación y regulación. En otras palabras, implica hacerse cargo del
lugar fundamental que uno ocupa como individuo en el sistema de
relaciones que dan forma a una comunidad. En este caso se puede decir lo
mismo que de las malas familias: la nacionalidad no se escoge, nos toca;
lo único que podemos escoger es ser ciudadanos (o no).

Los tres invitados de este segundo bloque del ciclo Cuba Hoy tienen en
común haber renunciado a ser no‐ciudadanos, algo que, como ellos mismos
dijeron, es lo más seguro, lo más generalizado y lo más difícil de
cambiar en Cuba. Como todos pudimos escuchar, lo han hecho por la razón
más natural de todas: porque sintieron la necesidad de expresar su
opinión personal. Con ello se opusieron, como individuos, a ser
reducidos a ese "ser masa", que es el más paralizante de los efectos del
discurso totalizador del Gobierno cubano.

Como decía Regina Coyula, cuando aparece el impulso de pensar diferente,
se produce el primer clic que lleva al activismo político. Se comienza
por decir en voz alta una opinión divergente, por escribir una reflexión
en un blog o por hacer una pregunta incómoda a un alto cargo
gubernamental, y se acaba poniendo en duda la unidad de "la santísima
trinidad del modelo cubano: nación‐estado‐socialismo", santo y seña del
discurso político oficial. De ahí a ser etiquetado como
"contrarrevolucionario" o "mercenario" no va nada.

Lamentablemente, la estrategia oficialista de contrarrestar la oposición
con ataques personales tiene más éxito del que cabría esperar. Una de
las razones es el arraigo que tiene en Cuba una concepción de la
política que se asemeja más a un combate trascendental entre el bien y
el mal, que a un espacio de negociación más o menos pacífico. Así, en
lugar de múltiples y complejos intereses que buscan resolver sus
contradicciones, encontramos siempre dos contendientes irremediablemente
enfrentados: "patriotas altruistas" contra "mercenarios envilecidos",
"herederos del apóstol" contra "traidores".

En ese escenario solo son posibles dos tipos de posiciones, dos sets de
roles políticos, uno de los cuales contiene todas las cualidades
positivas y el otro todas las negativas. Traducido al lenguaje oficial
esto quiere decir lo que más o menos todos sabemos, que en Cuba solo
cabe ser revolucionario o contrarrevolucionario. Sin embargo , lo que no
siempre se percibe con la misma nitidez es que, una vez establecido un
marco de referencia tan restringido, resulta mucho más fácil definir
como enemigos a todos los que no están "a mi favor" y colocarles,
además, todas los cualidades que pertenecen al set de rasgos negativos:
mercenario, traidor, deshonesto, etc...

La matriz de esta dualidad es lo que se ha llamado "relato histórico" de
la Revolución, que si bien se ha debilitado en las dos últimas décadas,
continúa ejerciendo una influencia notable —casi diría hegemómica— en la
interpretación de la realidad política cubana. El problema es que ni
Regina Coyula, ni Eliecer Ávila, ni Lia Villares son los
contrarrevolucionarios típicos definidos por este relato histórico.
Tampoco lo son Ernesto Santana, Boris González y Raúl Flores —invitados
del primer ciclo Cuba Hoy—. En realidad, desde hace más de dos décadas,
es imposible encontrar opositores activos que respondan a este perfil.
Sin embargo, poco importa. En el imaginario popular solo existen dos
roles para identificar a los personajes políticos.

Una anécdota que nos contaba Eliecer Ávila muestra los efectos de esta
dualidad. Un señor se le acercó y luego de mostrarle su conformidad con
los objetivos de la plataforma política Somos+, le advirtió, "pero lo
que no voy a admitir es que empiecen a envenenar pozos o a poner en
peligro la vida de los niños de un circulo infantil".

Toda polarización es una reducción pues, a la larga, implica la
subordinación de las opciones intermedias y hace insostenible la
pluralidad. Las opiniones propias necesitan primero reconocerse como
opiniones colectivas para ser efectivas a nivel político. Esto solo se
logra si los ciudadanos tienen a su disposición un abanico de discursos
políticos lo más amplio posible, en los cuales puedan reconocer y
proyectar su propia forma de pensar. En otras palabras, si en Cuba los
referentes políticos continúan tan polarizados como hasta ahora, habrá
menos opciones de incorporar más ciudadanos a la política.

Para pluralizar la sociedad, es necesario primero pluralizar el discurso
de la política. Salir del estrecho marco de referencia que impone la
dualidad tradicional, pues ésta actúa siempre a favor de la inercia y
preserva una situación en la que el Gobierno se encuentra demasiado
cómodo. Los nuevos enfoques de la política cubana que han traído hasta
Barcelona, Coyula, Villares y Ávila son avances en esta dirección.

Hace bien la sociedad civil cubana en continuar abriéndose a todas las
alternativas, en obligar a replantear la polaridad actual y, en general,
hace bien refrescando continuamente los tipos de oposiciones posibles.

Source: De la nacionalidad a la ciudadanía | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/derechos-humanos/1433671297_15024.html

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