'No Castro, sí problem'
ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES | Los Ángeles | 16 Sep 2014 - 8:17 am.
El generalato, las familias de los Castro y de los grandes jerarcas de
la burocracia se entrenan como gerentes de empresas de las que luego
podrían hacerse propietarios.
Hasta principios del presente siglo corría en la comunidad cubana y
cubanoamericana en Estados Unidos una consigna formidable: "No Castro,
no problem". O sea, sin Fidel o Raúl en el poder podría ser posible un
eventual proceso de cambios que condujesen finalmente a una transición a
la democracia en Cuba.
Hoy aquella consigna ya no tiene validez. No la tiene porque hasta julio
de 2006, cuando se enfermó gravemente el dictador, los posibles
escenarios sobre el futuro de Cuba siempre se basaron en la muerte
súbita de Fidel y no en un inesperado e interminable "retiro activo" suyo.
En el exilio y dentro de Cuba siempre se acarició la idea de que la
muerte repentina del caudillo podría coger "fuera de base" a Raúl Castro
y toda la cúpula dictatorial. Se pensaba que en tales circunstancias
podría producirse un vacío de poder momentáneo, sobre todo por la
probada incapacidad de Raúl para manejar situaciones de crisis, todo lo
contrario de su hermano. Y la historia muestra que cuando hay vacíos de
poder ocurren siempre muchas sorpresas.
En este caso hay que tener en cuenta que Raúl ostentaba la segunda
máxima jerarquía del régimen porque era el heredero designado por Fidel
y no por méritos propios, capacidad, audacia, o talento. Recordemos que
el menor de los Castro fue expulsado del Colegio de Belén porque
desaprobaba casi todas las asignaturas. Desde que eran niños, Raúl
siempre fue el perrito faldero y un fanático admirador bobo de la
personalidad avasalladora y las "hazañas" de su psicópata hermano, quien
lograba todo lo que él era incapaz de lograr.
Los colaboradores del general Castro son testigos de que este, sin el
tutelaje omnipotente de Fidel, se siente un poco perdido, solo,
desorientado. No son pocos los generales y comandantes que se perciben a
sí mismos con más méritos y más capaces que Raúl para asumir el
liderazgo del país.
No por casualidad antes de entrar en el quirófano Fidel delegó en su
hermano y en otros seis jerarcas del régimen solamente el Gobierno y no
renunció a sus cargos de Comandante en Jefe de las fuerza armadas, ni al
de Primer Secretario del Partido Comunista, que constitucionalmente en
Cuba es la máxima instancia de poder. Fidel siguió siendo el dictador
oficial durante cinco años más, hasta el congreso partidista de 2011 en
que le cedió su posición a Raúl, solo cuando ya todo estaba bien
"amarrado" para la continuidad inalterable del régimen.
Por eso, dando rienda a la especulación podría pensarse que la muerte
sorpresiva de Fidel habría podido producir un escenario diferente, e
incluso una lucha por el poder que pudo haber desestabilizado al régimen.
Por otra parte, con Fidel bajo tierra, y aun con Raúl como nuevo zar
castrista, posiblemente la vía china ya habría sido adoptada. Hoy habría
igualmente dictadura y violación de los derechos humanos en Cuba, pero
al menos la gente podría vivir algo mejor, quizás con un empresariado
capitalista en ascenso. La isla caribeña seguiría siendo tiranizada,
pero los cubanos probablemente ya no estarían ubicados entre los cuatro
pueblos más pobres del continente. Y del lobo un pelo.
Gestación del postcastrismo
Al no morirse (cuando debió), Fidel Castro se consolidó como el tirano
que más daño ha causado a su pueblo en la historia de las Américas,
incluso después de estar formalmente jubilado. Desde su apacible retiro
en Punto Cero ha seguido siendo el líder político de la "revolución". Su
caso es parecido al de Deng Xiaoping, quien ya retirado oficialmente
continuó marcando la pauta en Beijing hasta su muerte a los 93 años, en
1997.
Pero existe una enorme diferencia entre ambos dictadores. Deng fue el
gestor de las reformas capitalistas que bajo la anticomunista consigna
de "Enriquecerse es glorioso" (versión china del laissez faire de los
fisiócratas franceses en el siglo XVIII) han modernizado a China,
mientras que Castro es el inmovilismo hecho persona. Es él precisamente
quien ha impedido cualquier reforma verdadera, por tímida que sea, en
favor del progreso económico y el bienestar de los cubanos.
Y si el comandante, ya sin cargo oficial alguno, puede actuar como
"freno supremo" se debe únicamente a la enfermiza sumisión de Raúl. Este
tiene más los pies en la tierra y conoce la necesidad de cambios
económicos reales en Cuba —cambios políticos no los haría—, pero él
jamás hará nada que disguste a Fidel, o que este no apruebe. Un Raúl con
más determinación, sin complejo de inferioridad y sin problemas de
personalidad, habría actuado con más independencia a la hora de hacer
ciertas reformas económicas que demanda desesperadamente la nación.
Lo más grave de todo es que con esa subordinación a su hermano, Raúl no
solo ha permitido que aquel impida los cambios necesarios, sino que en
los 8 años transcurridos desde el amago de su muerte toda la estructura
militar y civil de la dictadura, y sus familiares, han tenido tiempo
suficiente para armar pieza por pieza el andamiaje de lo que será el
postcastrismo, que apunta cada vez más a un régimen totalitario, algo
menos "duro", de capitalismo de Estado.
El generalato, los coroneles y sus familiares, las familias de los
Castro y de los grandes jerarcas de la burocracia partidista y estatal
se entrenan como gerentes de las industrias y actividades que son
rentables o podrían serlo, para convertirse luego en sus propietarios
definitivos, como sucedió en Rusia. Y obviamente querrán sustentar el
poder político para adentrarse bien protegidos al capitalismo de Estado
y la danza de los millones que piensan bailar en la Cuba postcastrista.
Y mientras la nomenklaturacomunista echa las bases para un futuro
esculpido a su imagen y semejanza, Washington emite señales de que está
dispuesto a "tirar la toalla" y entenderse con Cuba, no importa si en La
Habana se instala una versión light del castrismo, o incluso si se trata
del mismísimo general Castro. Ello ocurriría siempre con el aplauso de
la abrumadora mayoría de los gobiernos de Latinoamérica y de Europa.
Si el postcastrismo va a ser una mezcla de los modelos chino y
postsoviético, fascismo y populismo latinoamericano, o si va a ser una
azarosa transición real a la democracia, nadie puede saberlo. Lo que sí
está claro es que para vislumbrar el futuro de Cuba a corto y mediano
plazo hay que tener en cuenta el gradual posicionamiento de los
militares y sus familiares de todos los estamentos del poder económico y
político en la Isla. Estos no van a soltar fácilmente el poder.
Es precisamente este factor el que dibuja ya un panorama complicado y
difícil a la hora de imaginarse el fin de la cincuentenaria pesadilla de
los cubanos. La esperanza aquí es que en política las cosas casi nunca
ocurren como son pronosticadas y todo podría suceder de manera diferente
a como la visualizamos hoy.
De todas formas, sea cual fuere el relevo de los Castro y los
"históricos" de la Sierra Maestra en los próximos años, no hay dudas de
que la sonora consigna citada anteriormente se modificó y ahora no suena
nada bien: "No Castro, sí problem".
Source: 'No Castro, sí problem' | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1410774190_10413.html
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