Memorias inquietas: De cuando Fidel Castro mandó a vigilar a su amigo
George McGovern
Posted on 28 septiembre, 2014
Por Juan Reynaldo Sánchez*
Tal vez el ex candidato presidencial demócrata George McGovern nunca lo
supo, pero su visita de amistad en 1975, la primera de las ocho que
realizaría a la isla, fue especialmente trabajada por la inteligencia
cubana para penetrar su círculo íntimo.
McGovern había perdido la carrera por la Casa Blanca ante Richard Nixon
en 1972, apostando en su agenda de política internacional por una
normalización en las relaciones con el gobierno de Fidel Castro. En
1974, su rival tuvo que renunciar a la presidencia tras el escándalo de
Watergate, que involucró a varios exiliados cubanos. Y un año después,
McGovern decidió visitar Cuba en plan de acercamiento y fraternidad, en
mayo de 1975.
Por esos días me encontraba preparándome para ingresar en la escolta
personal de Fidel Castro y estaba cursando la Escuela de Especialistas
en Seguridad Personal. A cuatro alumnos de la institución nos dieron la
misión de servir de escoltas a McGovern y otros colegas suyos del
Senado de Estados Unidos que visitaban cuba con mucha discreción; nada
de noticias en los medios oficiales cubanos.
Fue así que trabajando con esta delegación norteamericana presencié el
intento de penetración de la inteligencia cubana a los amigables visitante.
En el Hotel Tropicoco
McGovern y sus invitados habían solicitado al gobierno cubano hospedarse
en un hotel alejado del centro de la ciudad de La Habana. Se escogió y
se propuso el hotel Tropicoco en la playa Santa María del Mar, al este
de la ciudad. Además, como medio de transporte se utilizó un ómnibus de
turísmo con el objetivo de que durante los recorridos que los invitados
realizarían por la isla estuvieran todos localizados en el mismo
vehículo, pudiendo conversar unos con otros y brindarles a las
comodidades a bordo de bar, servicios sanitarios y camareros.
Sin embargo, el objetivo fundamental de la inteligencia cubana,
encabezada por el Coronel Ramírez y el oficial Carlos (seudónimos
utilizados) del Departamento América del Norte, ubicado en el edificio
de Línea y A, en el Vedado, era que ambos, con fachada de funcionarios
del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX), también pudieran
intercambiar, oír y obtener información sobre los integrantes de esta
delegación.
Nosotros, los oficiales de la seguridad personal, viajábamos en otro
automóvil, un Ford negro y también con matrícula del MINREX, vestidos en
ropa de civil.
Las habitaciones del segundo piso del Hotel Tropicoco, donde alojó la
comitiva estadounidense, estaban totalmente cubiertas con micrófonos y
equipos de grabación. Para ello se instaló un puesto de mando del KT
(chequeo telefónico) en la oficina de la administración del hotel, a la
cual solamente tenían acceso los oficiales de la inteligencia y los de
la seguridad personal; ningún otro personal, ya fuera el administrador
ni otro empleado tenía acceso a este local. De manera que todo lo que
los senadores, así como sus secretarios y ayudantes conversaran en
privado sería grabado.
La belleza inclina
Pero la actividad de inteligencia iba mucho más allá. Entre los cubanos
que fueron designados para atender a la delegación visitante había una
traductora cubana de cualidades muy especiales. Se trataba de una
muchacha preciosa, con un cuerpo escultural y todos los atributos para
cautivar las miradas masculinas, y el Coronel Ramírez no perdió tiempo
para trazar una estrategia. Ideó proponer a sus superiores un trabajo de
acercamiento de la bella traductora a los senadores, y si algunos de
ellos mostraba interés en ella, pues entonces se desplegaría algo más
que un trabajo de acercamiento y se implementaría una actividad de
penetración si fuera posible.
Pero la vida suele darle sorpresas a los cálculos más perfilados. Y
resultó que cuando ya todo estaba listo para tirar la carnada de la
seducción femenina, Ramírez tuvo que dar marcha atrás a toda velocidad y
desechar el plan con la traductora, pues ella mantenía relaciones
íntimas con un oficial del Ministerio del Interior Lucindo Alfredo del
Rosal Martínez, por más señas jefe Armamentos en esta institución
militar. Era sabido que Lucindo conocía y mantenía ciertas relaciones
con el General José Abrantes, en aquellos momentos jefe de la Seguridad
del Estado, y era improbable que estuviera de acuerdo en dejar que su
novia llegara a intimar, si fuera el caso, con otro hombre, por mucha
tarea estratégica de la patria que se tratara el cuento.
Pero Ramírez era un oficial muy tenaz y continuó en el intento de
penetración de los norteamericanos. Determinó entonces proponer la
utilización de otro traductor, varón y joven, que también formaba parte
del grupo de asistentes cubanos.
En mi presencia se aprobó y se habló con el joven. En realidad, el
muchacho no mostró mucho interés en esta misión que se le proponía, y
que se resumía en acercársele a una hija de un senador que viajó a Cuba
acompañando a su padre.
Acercamiento al pie de la fogata
Al final el traductor fue convencido, más por presión y amenazas que por
su propia disposición.
Para propiciar el acercamiento con la hija del senador se ideó una
fogata nocturna en la playa, donde habría música, bebidas y hasta
mariscos asados al carbón.
El acercamiento del traductor con la joven norteamericana se convirtió
en un hecho; si la inteligencia cubana logró penetrar el círculo íntimo
del senador es todavía para mí una incógnita, pues el grueso de la
delegación norteamericana regresó a Estados Unidos después de visitar
Varadero y mis funciones con el grupo terminaron. McGovern permaneció en
La Habana mientras recorría sitios de interés junto a Fidel Castro.
McGovern visitó después Cuba en siete oportunidades. La última fue en
julio del 2011, con la esperanza de conversar con su viejo amigo Fidel
Castro. Pero se fue sin que el gobernante retirado lo recibiera en Punto
Cero.
No creo que alguna vez le dejaran saber del operativo de inteligencia
que motivó aquella visita de amistad. Por los archivos secretos del
MININT deben andar las grabaciones con los detalles de sus
conversaciones y las de sus acompañantes durante esa audaz incursión en
la isla.
La hostilidad y la vigilancia sobre políticos, académicos, científicos y
alumnos de universidades estadounidenses es una constante del trabajo de
la inteligencia cubana que se prolonga hasta nuestros días. El
establecimiento en suelo norteamericano de agentes de penetración y
agentes de influencia -que operan incluso sin necesidad de enmascararse-
constituyen un peligro latente para Estados Unidos.
Fidel Castro no ha creído nunca en amigos ni en gestos de buena voluntad.
*Juan Reynaldo Sánchez perteneció al cuerpo de seguridad personal de
Fidel Castro entre 1968 y 1994, con grado de teniente coronel. Fue
destituido y cumplió prisión en Cuba. Logró abandonar la isla en el 2008
y actualmente reside en Miami. Su libro testimonial La vida oculta de
Fidel Castro, en colaboración con el periodista Axel Gylden, se publicó
este año en Francia por la editorial Michel Lafon.
Source: Memorias inquietas: De cuando Fidel Castro mandó a vigilar a su
amigo George McGovern | Café Fuerte -
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