El efecto Cardentey
BORIS GONZÁLEZ ARENAS | La Habana | 17 Sep 2014 - 8:19 am.
Muchos intelectuales siguen dispuestos a entablar ligeras escaramuzas
aunque sin llegar a criticar las verdaderas causas de los males.
Para los que conocemos bien la prensa diaria de nuestro país, el
artículo de Mayra García Cardentey "Gramsci y las cosas de
intelectuales" publicado en Juventud Rebelde no se distingue mucho del
resto que se sucede en el "Diario de la Juventud Cubana", que es como
este medio de prensa se autodefine. Es exactamente un artículo más.
La reacción polémica de algunos intelectuales no se produce por el
carácter extraordinario del artículo ni por el repudio súbito de la
política informativa estatal, sino porque entra en litigio con el gremio
letrado al que pertenecen los que reaccionan. Es una confrontación no
carente de valor, pero se trata de una confrontación parcial.
Cualquier asiduo lector del diario Juventud Rebelde, el único de alcance
nacional junto con Granma, comprueba cada día como el periodismo cubano
modela sus criterios en radical consonancia con los estrechos intereses
políticos y económicos de nuestra administración estatal. El resultado
es una desinformación despiadada, una manipulación vergonzosa de quienes
se saben impunes y se quieren únicos.
Pocos eventos perturban el orden establecido por décadas. Es el mal
hacer autorizado por su duración. Y no puede ser diferente, pues para la
gobernabilidad castrista el control de la noticia y sus derivaciones es
vital. Los artilugios represivos de cualquier dictadura son
insuficientes si no van acompañados de una narración favorable de sus
desmanes.
En su artículo, Mayra García Cardentey denuncia la pedantería
intelectual, la discriminación culta respecto del resto no instruido y
las consecuencias que ello tiene para la población cubana que resulta
marginada. Pero la intención de la autora —confiando en que no fuera
aviesa— no llega a buen puerto solo por su propia impericia.
Para contrastar con aquellos intelectuales que define, Mayra García
Cardentey pretende aleccionar con el ejemplo de su primo mecánico, al
que describe como un ignorante. El resultado es que la autora parece
—como dice Arturo Arango, uno de los que reacciona al escrito— ponderar
la ignorancia y elevar conductas despreciables a elemento característico
de los intelectuales.
De ahí que la reacción de Desiderio Navarro, el primero que alerta a
propósito del artículo, estuvo dirigida a corregir dos errores básicos
de la autora. Primero, que no hay nada que alabar en la condición de
ignorante del primo, sin que ello signifique que le desprecien quienes
conocen lo que él ignora. Segundo, que la ignorancia, de la que
arrastramos todos, es el mejor punto de partida para su superación pero
en ningún caso para la complacencia.
La polémica en torno al escrito no cesó de inmediato. En un artículo de
Graciela Pogolotti publicado también en Juventud Rebelde —"El
intelectual y el mecánico"— aparece un nuevo elemento en la discusión,
la apelación al bien del país, la necesidad de disolver viejos rencores
de grupos en favor de algo superior, que para Graciela Pogolotti es
"nuestro proyecto de socialismo participativo y sustentable", que si
bien se asemeja mucho al llamado del oficialismo raulista de un
socialismo próspero y sostenible, elimina la apelación económica en
favor de la participación.
Los temas y razones que movilizan la polémica aumentan con los actores
que se suman a ella y manifiestan la consciencia que de sus obligaciones
tiene una parte de la intelectualidad cubana. El valor del intelectual
en la sociedad, su alerta para reivindicar el respeto por su
reconocimiento y desempeño, la necesidad de la cultura y de no
quebrantar los intereses de la nación, fueron algunos de elementos que
surgieron en la discusión.
No llevaron el análisis, sin embargo, a la condición de pasivos
receptores de información a la que la prensa estatal nos ha confinado,
no solamente a los intelectuales, sino a todos los cubanos, para lo que
cualquier artículo de nuestros diarios habría sido suficiente.
La misma autora Mayra García Cardentey había publicado días antes del
polémico escrito el artículo "Ciudad Sandino celebró sus 50", a
propósito del quincuagésimo aniversario de la fundación del pueblo de
Sandino en el extremo occidental del país. Como bien dice la autora,
"Ciudad Sandino… fue uno de los primeros emplazamientos construidos
íntegramente por la Revolución Cubana". La narración continúa
describiendo la sesión en la que se reconoció a familias fundadoras del
pueblo y las muchas obras realizadas para embellecerlo.
Ya la denominación de ciudad, la sobredimensión de lo que no pasa de ser
un pueblo, evidencian el carácter del escrito y las reglas bien
asimiladas que Mayra García Cardentey tiene para escribir en la prensa
oficial cubana. El pueblo de Sandino fue menos un emplazamiento
construido por la Revolución que un sitio erigido para llevar a residir
por la fuerza a miles de campesinos que ayudaron, en la primera mitad de
los 60, a quienes lucharon contra el gobierno de Fidel Alejandro Castro
Ruz en la zona central de Cuba, principalmente en las montañas del
Escambray.
Familias enteras eran desplazadas hacia Sandino, el municipio más
occidental del país. Sus bienes eran confiscados y una vez reubicados
debieron, durante décadas, solicitar permisos para trasladarse fuera del
pueblo. De ahí la denominación reciente de "pueblos cautivos" con que se
ha querido identificar esta característica en una serie de asentamientos
semejantes.
Todavía una década después de terminadas las hostilidades, numerosas
familias eran citadas a lugares donde los esperaban vehículos que los
trasladaban, por la fuerza de las armas, a lo que sería su nuevo lugar
de residencia. Ese fue el origen de "Ciudad Sandino", el pueblo que, en
el artículo de Mayra García Cardentey parece una comunidad idílica
surgida de la iniciativa desarrollista de la Revolución cubana.
Esto es lo más grave en la periodista cubana. Equivocar el rumbo por
impericia o reflejar un diferendo social de un modo arcaico y
prejuiciado, como hace en "Gramsci y las cosas de intelectuales", está
mal. Pero ignorar a propósito de una celebración cínica que lo celebrado
tiene una historia de impunidad, tristeza y silencio es innoble. Es
negar a la nación, que es mucho más que sus intelectuales, el derecho a
conocerse y a dar fe de su existencia.
El efecto producido por Mayra García Cardentey, la posibilidad de que un
artículo cualquiera saque a relucir la manera abusiva como se nos
administra la información a los cubanos y movilice su repudio, no parece
que en esta ocasión tenga mayores consecuencias. Parte de nuestra
sociedad, y con ella sus intelectuales más destacados, siguen dispuestos
a entablar ligeras escaramuzas sin demandar el fin del mal que las origina.
Source: El efecto Cardentey | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cultura/1410934742_10432.html
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment