Publicado el domingo, 12.02.12
Huber Matos
Carlos Alberto Montaner
Huber Matos acaba de cumplir 94 años. Sigue intelectualmente lúcido, y
física y políticamente ágil y activo. Se trata del único comandante
democrático vivo de la Sierra Maestra, de cuantos pelearon junto a Fidel
Castro contra la dictadura de Batista. En 1959, en los primeros meses
del triunfo revolucionario, su nombre estaba entre los jefes más
queridos y respetados por el pueblo cubano. Fidel, antes de la fuga de
Batista, le asignó la responsabilidad militar más importante de la
lucha: tomar Santiago de Cuba, la segunda ciudad del país. Tras la
victoria, lo dejó al frente de una de las seis provincias que entonces
tenía Cuba. Huber era serio, responsable y buen organizador.
Además de Fidel y Raúl, solo quedan vivos, aunque también octogenarios,
otros tres comandantes históricos: Ramiro Valdés, Guillermo García y
Efigenio Ameijeiras, pero todos traicionaron los ideales democráticos
que decían defender cuando convocaron a los cubanos a la lucha armada.
Todos se plegaron a Moscú y forjaron o se sometieron a una dictadura
totalitaria. Todos prometieron democracia y elecciones libres, pero
crearon una larga tiranía comunista, cruel y empobrecedora.
La historia de Huber Matos está muy bien narrada por él mismo en un
excelente libro de memorias, Cómo llegó la noche, publicado por la
Editorial Tusquet en España. Ahí relata su procedencia humilde y sus
estudios de magisterio hasta obtener un doctorado en Pedagogía y una
cátedra como maestro de Ciencias Sociales.
En la obra, Huber da cuenta de su hondo compromiso con el rescate de las
libertades y el restablecimiento de la democracia tras el golpe de
Batista, y su incorporación a la guerrilla de Fidel para lograr ese
objetivo. Relata la traición de Fidel, Raúl y el Che –principales
artífices de la sovietización de la Isla– y la condena a veinte años de
cárcel que sufrió y cumplió íntegramente por el inexistente delito de
renunciar a su grado de Comandante y a la jefatura a la que lo habían
destinado, mediante una carta privada a Fidel. Sencillamente, no estaba
de acuerdo con que en Cuba se instaurara un sistema colectivista de
partido único calcado del modelo soviético.
Desde hace décadas, Huber vive en el exilio de Miami en una casa limpia
y sin lujos en un barrio de clase trabajadora. Allí se instaló desde
principios de los años ochenta junto a su mujer, la abnegada María
Luisa, responsable de criar y educar a los hijos del matrimonio durante
la larga prisión del esposo, tarea que llevó a cabo trabajando sin pausa
como costurera. A ninguno de los dos les interesan los bienes materiales.
Sospecho que Huber mantiene su asombrosa vitalidad y su buen estado
físico por una combinación entre los genes, los ejercicios y la dieta
espartana. Dirige una organización política dentro de la Isla que lucha
pacíficamente por cambiar la realidad cubana. Numerosos de sus
militantes son acosados, maltratados y, a veces, encarcelados. La
organización se llama Cuba Independiente y Democrática, pero se conoce
por su acrónimo, CID, palabra que evoca ciertas virtudes –valentía,
lealtad, caballerosidad– que, justamente, se le atribuyen a Huber. El
CID está bastante extendido por el país.
La biografía de Huber encapsula la trágica historia de Cuba. Como
consecuencia del injustificado golpe militar de Batista, dado en marzo
de 1952, se desarticula nuevamente la vida institucional del país (había
ocurrido algo parecido 25 años antes), y el atentado, la guerrilla y el
terrorismo vuelven a ser las vías preferidas para tratar de recuperar la
democracia. Cuba vivía en clave de heroísmo.
En esa atmósfera enrarecida sobresale Fidel Castro, un abogado sin
experiencia laboral, con antecedentes de matón juvenil y atributos de
líder. Es quien convoca y arrastra al sacrificio a una buena parte de la
juventud idealista. Estaba especialmente dotado para la violencia
revolucionaria. Combinaba temerariamente una gran dosis de audacia y
falta de escrúpulos, con unas elementales certezas ideológicas
radicales, entreveradas con la urgencia psicológica de clavarse en la
historia.
Creo que la lección que Huber y todos los cubanos hemos aprendido de
esta terrible experiencia es muy clara. El patriotismo, bien entendido,
no tiene su mejor expresión en las luchas heroicas por rescatar la
democracia cuando se ha perdido –esas peligrosas y devastadoras
revoluciones, incubadoras de desórdenes y fábricas de psicópatas–, sino
en someterse al imperio de la ley, en respetar la institucionalidad, y
en el callado cumplimiento de las responsabilidades cívicas y
familiares, de manera que la libertad no se pierda nunca.
A sus 94 años –de los que lleva sesenta ininterrumpidamente
sacrificándose por su país– Huber Matos no ha renunciado a ver a su
patria libre. Ojalá vea el final de esta trágica historia.
Periodista y escritor. Su última novela, Otra vez adiós, presentada en
la Feria Internacional del Libro de Miami bajo el sello SUMA, de Santillana.
www.firmaspress.com
http://www.elnuevoherald.com/2012/12/02/v-fullstory/1355103/carlos-alberto-montaner-huber.html
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