Expectativas, frustraciones y deseos
ALEJANDRO ARMENGOL
En Miami siempre han estado desvirtuadas las actitudes de "confrontación
y acercamiento" hacia el régimen de La Habana, ya que hasta el momento
no ha sido posible el pleno desarrollo de un grupo que postule la no
confrontación desde una actitud que sea, al mismo tiempo, anticastrista
y antiimperialista. Anticastrismo no asumido en el sentido tradicional
de la beligerancia contra los centros de poder asentados en la Plaza de
la Revolución, sino de forma más amplia, de desacuerdo fundamental con
el estilo de gobierno imperante en la isla.
En esta ciudad hay tres grupos principales: quienes están a favor de una
confrontación —violenta o no violenta, pero siempre de enfrentamiento
político primordial— que tradicionalmente habían llevado la voz cantante
a la hora de expresar los criterios anticastristas, pero que cada vez
resultan más inútiles no únicamente en cuanto a su poder sobre el
gobierno norteamericano, sino respecto a lo que ocurre en Cuba, y que en
la actualidad se concentran en influir sobre determinado sector del
Congreso; los que desde una actitud más moderada mantienen una posición
anticastrista, y están a favor de un cambio en el exilio, pero cuya
influencia se limita en muchos casos a ejercer de nota discordante en
esta ciudad, aunque en algunos grupos y organizaciones han incrementado
su ascendencia en Washington (el conocido Cuba Study Group y la más
reciente #CubaNow son una esperanza en este sentido). Por último, los
que favorecen un acercamiento total y acrítico hacia el gobierno cubano,
pero que no son más que simples repetidores de las posiciones de La Habana.
Podemos decir que el primer grupo se apropió durante décadas de la
representación del exilio; que el segundo logra ser escuchado y que el
tercero sobrevive gracias principalmente al apoyo de las agencias de
viaje, algo que ―resulta evidente― lo compromete políticamente.
En los últimos tiempos se ha recurrido a la cita de cifras, mediante las
encuestas más diversas, para apoyar el criterio de que tanto la mayoría
de los norteamericanos, como cada vez una mayor parte de los inmigrantes
cubanos —es decir, el exilio según un criterio amplio— favorece una
política contraria al aislamiento. Sin embargo, el problema no es sólo
lograr la hegemonía, en el sentido democrático de contar con la mayoría,
sino tener el poder necesario. La clave para resolver este problema no
radica únicamente en las próximas elecciones ―legislativas y
presidenciales― sino en la creación de un poderoso grupo de cabildeo en
función del cambio, algo que está en proceso pero no cuenta aún con
plena capacidad.
A diferencia de los primeros exiliados, las generaciones llegadas
después de 1990 demuestran un gran retraso, desinterés o incapacidad a
la hora de lograr algún poder político. A finales de los 60 los cubanos
participaban activamente en la política de la ciudad y del condado. En
1976, entraron de lleno en la contienda de la legislatura estatal, con
aspirantes por ambos partidos. Da la impresión de que los nuevos
inmigrantes tienen menos interés y capacidad en ese terreno.
En la actualidad, el relevo político se produce dentro del marco
establecido por los primeros refugiados —mediante sus hijos y nietos— y
no gracias a la incorporación de los llegados posteriormente. Al
principio, las candidaturas tuvieron que transformarse debido a la
llegada de gran número de inmigrantes. Ahora son los nuevos votantes
quienes tienen que adaptarse a los candidatos.
A esto se une la "saturación política" de quienes vinieron en años más
recientes: un cansancio de discursos, retórica y consignas que lleva a
un rechazo generalizado hacia cualquier declaración política.
Pero el esfuerzo no debe depender sólo de los cambios en el exilio sino
también —y fundamentalmente— de los que no acaban de producirse en la
isla. En este sentido, y de primordial importancia, están los siempre
difíciles vínculos entre el gobierno de Cuba y la comunidad exiliada o
residente en el exterior, especialmente en lo que respecta a Miami.
El gobierno cubano preparaba para mediados de 2009 una nueva reunión de
"La Nación y la Inmigración", con una agenda amplia, según comentarios
que entonces llegaban desde la isla. Al final, todo quedó en lo de
siempre: el viaje a La Habana de quienes priorizan una agenda que bajo
el mantra del respeto a la "patria" se limita simplemente a servir de
apoyo a los intereses del régimen.
Para el régimen de Raúl Castro, la llamada comunidad en el exterior es
simplemente una fuente de ingresos, a la que se explota
inmisericordemente a través de los vínculos familiares y últimamente
además una especie de puesto fronterizo al que se acude para obtener
dinero que se gasta al regreso.
Cualquier posible ampliación de los vínculos entre Estados Unidos y
Cuba, más allá de la reapertura de las embajadas, tiene que incluir en
algún momento la relación con el exilio, con una visión más amplia que
una estrecha agenda política por parte alguna. Hasta ahora todo se
reduce a expectativas, frustraciones y deseos.
Source: ALEJANDRO ARMENGOL: Expectativas, frustraciones y deseos | El
Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/alejandro-armengol/article32676342.html
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