Thursday, April 2, 2015

La sociedad civil a escena

La sociedad civil a escena
MANUEL CUESTA MORÚA , La Habana | Abril 02, 2015

La Cumbre de las Américas es la mejor oportunidad para Cuba. Por primera
vez desde 1959, nuestro país tiene y aprovecha la ocasión brindada por
la comunidad internacional para ponerse a tono con el mundo.

Repasemos. En 1985 el Gobierno cubano tuvo un excelente momento para
colocar al país a la altura de lo que se avecinaba. Decidió por el
contrario desaprovechar la perestroika y la ocasión abierta para
detener, en algún punto, la crisis estructural del país, aunque para
ello tuviere que haber reconocido la crisis estructural del modelo.

Con toda probabilidad no se hubiera salvado el socialismo si el Gobierno
usaba la ocasión para transformarse, pero sí se hubiera salvado, por
ejemplo, la industria azucarera. Por no hacer los cambios necesarios, no
tenemos hoy ni socialismo ni azúcar.

Esta segunda oportunidad es mejor y distinta. Distinta, porque prosigue
el proceso gradual de regreso a nuestro espacio geopolítico natural.
Mejor, porque por primera vez se invita a todo un país a ese proceso de
integración.

Ninguno de los foros en esta parte del mundo considera a Cuba entera. Ni
la Comunidad del Caribe (CARICOM), ni la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) piensan en Cuba cuando utilizan el
correo para abrir sus puertas al país. Para ellos se trata del
"pensamiento en las alturas", que solo reconoce a nuestra nación a
través del Estado. Ni más ni menos.

Con la VII Cumbre de las Américas todo cambia. Las Américas, medio a
regañadientes en su parte latina, aceptan que estén en pie de igualdad
en su foro más importante aquellos que están en desacuerdo con el
régimen y aquellos que lo apoyan contra todo sentido común.

Este es un desafío formidable. Fundamentalmente para la sociedad civil
democrática. Allí podemos hacer lo que nos enseñaron desde pequeños en
todos los niveles posibles de enseñanza y que se proyecta casi a diario
en los medios de comunicación de la Isla y desde las esquinas políticas
oficiales, en los más recónditos lugares de la Isla. Podemos gritar,
ofender, excluir y seguir sustituyendo la discusión racional de los
argumentos por la destrucción moral del adversario. También podemos
decir, como nos acostumbró a hacerlo la narrativa política al uso: ellos
no, nosotros sí. Es decir, podemos proyectarnos en modo negativo,
agregando la queja al improperio. Pero esto no es recomendable.

La VII Cumbre de las Américas de seguro será el espacio de exposición
más amplio y de luz más intensa que tengamos en años. De seguro puede
ser considerado como el de mayor visibilidad para Cuba en cualquier
fecha posterior a 1962.

Y esto debemos aprovecharlo en varios sentidos: primero, para vindicar
una imagen. El Gobierno cubano ha vendido bien, sobre todo hacia América
Latina, y en no pocos círculos norteamericanos, la idea de gente
incapaz, algo desarrapada sin propósito ni meta, y que solo busca un par
de beneficios, ahora de manera directa, ya que podemos viajar.

Segundo, para afinar un lenguaje. El lenguaje aprendido durante
demasiados años en Cuba no es el lenguaje de lo civil, de lo civilizado.
Nos formaron en el denuesto, en el ataque bajo, en las historias
primarias de enredo y soez política que constituyen la negación
definitiva de lo cívico; que no puede ser entendido sin la moderación,
la elección de las palabras adecuadas, la tolerancia y el respeto de la
diferencia que hacen el mundo de lo civil. Sociedad civil es básicamente
eso: la diferencia que convive con independencia de juicio y desde la
autonomía social. Lo único que hace posible la despersonalización de los
conflictos y de la misma diferencia. Panamá nos está brindando la
oportunidad de cerrar el ciclo de una larga transición desde el lenguaje
incivil hacia el lenguaje cívico. Al Gobierno cubano le brinda la
ocasión para comenzar esa misma transición. Cuanto más rápido mejor.

Tercero, para asumir con sosiego la legitimidad propia de la sociedad
civil. Una idea errónea, fundada en la distorsión política que hacen
muchos Estados de la vida social, principalmente en América Latina, es
la de introducir el concepto de representación, que es propio de los
partidos, de las corporaciones y de las asambleas, dentro de los valores
o requisitos de la sociedad civil. La sociedad civil puede ser
gestionada por sus representantes, pero no es más o menos legítima
porque represente a sectores o a grupos. Su legitimidad viene de que
expresa proyectos diversos dentro de la sociedad. Por eso la naturaleza
de una sociedad civil es su diversidad. Mientras más diversa, más rica.
Así que tranquilos: una voz es sociedad civil aunque no tenga detrás a
un ejército.

Cuarto, para enviar el mejor mensaje de una sociedad civil civilizada:
el de la inclusión. Hemos sufrido en carne propia una exclusión
cincuentenaria como para que paguemos con la misma moneda. Una defensa
coherente de la sociedad civil solo es posible cuando incluimos a los
demás. Eso supone el riesgo, como lo asumió Yoani Sánchez, de incluir a
los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), una organización hecha
para destruir la naturaleza civil de la convivencia desde el nivel más
básico, entre vecinos y familias, dentro del vasto concepto de sociedad
civil; lo que significa para los CDR el reto de repartir pastillas sin
vigilar ciudadanos.

Quinto, y final, para dejar atrás el lenguaje de la queja y del dolor,
moviéndonos hacia uno donde prevalezcan las ideas y las propuestas.
Posiblemente los representantes de la sociedad civil revolucionaria, la
que responde al discurso del régimen, sea en su visión crítica o
contemplativa, tengan una idea en una mano y un garrote en la otra,
dirigido a nuestras cabezas. Pero lo mejor para nosotros es tener dos
ideas, una en cada mano, para compartir en un espacio donde muchos, sino
todos, estarán atentos a nuestra puesta en escena. Esta debe ser digna
del mejor teatro.

Source: La sociedad civil a escena -
http://www.14ymedio.com/opinion/sociedad-civil-escena_0_1753624625.html

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