Aprendiendo de la revolución cubana
JORGE A. SANGUINETTY | La Habana | 30 Abr 2015 - 7:32 am.
¿Cómo podemos evitar los errores del pasado?
Nadie aprende en cabeza ajena, dice el refrán. Aunque no sea siempre
válido para casos individuales, creo que sí lo es para sociedades
enteras. Yo por ejemplo todavía observo con tristeza cómo la experiencia
de los cubanos con el castrismo no parece haber sido útil para alertar a
los venezolanos sobre la debacle del chavismo.
La máxima de George Santayana de que "aquellos que no recuerdan el
pasado están condenados a repetirlo" viene al caso, con el agravante de
que la revolución cubana está muy en el presente y muy cercana en la
geografía. La revolución cubana ha sido un cataclismo, con pérdidas
humanas y materiales de una magnitud imposible de medir, pero sin duda
más cuantiosas que las de muchas catástrofes de origen natural.
Uno puede preguntarse, ¿por qué si la primera clase de catástrofe es
mucho más dañina que la segunda, no llama tanto la atención como la
otra? La respuesta reside en que el fenómeno natural, por ser fulminante
e inesperado, causa un pavor de gran magnitud y profundidad, algo que la
más lenta evolución de la catástrofe social no induce en el ser humano.
Aquí cabe traer a colación la diferencia entre el pensamiento intuitivo
y el pensamiento deliberativo, investigada por los sicólogos Daniel
Kahneman y Amos Tversky, y que está revolucionando la manera de pensar
de los economistas y otros científicos sociales en cuanto a cómo el ser
humano evalúa las situaciones a su alrededor y toma las decisiones que
guían su comportamiento ulterior.
Tanto ha sido la trascendencia del trabajo de estos científicos que
Kahneman ganó el Premio Nobel de Economía en el 2002.
Desafortunadamente, Tversky murió antes del galardón y no pudo
compartirlo. Posteriormente Kahneman publicó un libro bajo el título
Thinking, Fast and Slow cuyo título en la publicación en español es
Pensar rápido, pensar despacio.
Lo que este modo de estudiar el comportamiento humano nos ayuda a
comprender en los casos de Cuba y Venezuela es precisamente por qué las
lecciones de la historia que nos parecen importantes no se aprenden a
tiempo para prevenir catástrofes sociales. El pensamiento rápido de
Kahneman consiste en el pensamiento intuitivo, el cual acaba siendo
superficial en la evaluación de situaciones de alta complejidad. El
grado de complejidad del fenómeno social es generalmente superior al del
fenómeno natural, característica agravada por el hecho que el primero
está regido por factores intangibles difíciles de observar, medir o
predecir, mientras que el fenómeno natural, aun cuando sea de alta
complejidad, es generalmente tangible y por lo tanto más observable,
mensurable y predecible.
Estas consideraciones no invalidan la máxima de Santayana. Por el
contrario, sirven para confirmarla y hasta explicarla. El ser humano
tiende a olvidar el pasado por su complejidad y su lejanía en el tiempo
y en el espacio. Generalmente cuando nos damos cuenta de que estamos
repitiendo algo indeseable del pasado, ya es demasiado tarde para
evitarlo. Además, lo que hay que recordar del pasado hay que analizarlo
por medio del pensamiento deliberativo, no sólo la intuición.
A muchos cubanos les pasó por ignorar la historia de algunas dictaduras
notables, en especial las comunistas. Creo que también se puede decir
que muchos cubanos todavía no saben cuál pasado fue el que ignoraron, en
especial los que eran muy jóvenes en 1959 o nacieron después. Lo mismo
por supuesto se puede decir de los venezolanos en relación a los
acontecimientos actuales.
Pero la cuestión que se desprende de estas consideraciones es: ¿cómo
podemos evitar la sentencia de Santayana? ¿Es realmente evitable? ¿Qué
clase de educación deben recibir (y buscar) los ciudadanos de toda
sociedad que no quieran ser víctimas de una dictadura, un régimen
totalitario o hasta un genocidio, guerra u holocausto?
Todo esto está conectado con otra máxima fatídica, la de Joseph de
Maistre: "Toda nación tiene el gobierno que se merece". ¿Quién se merece
vivir en una sociedad totalitaria? Aun cuándo aceptemos que la
ignorancia del pasado es la causa del merecimiento de la generación que
no pudo o no supo evitar la catástrofe que sufren, ¿por qué van a ser
merecedoras de un gobierno malo las nuevas generaciones?
La revolución cubana, como tantos otros cataclismos y fenómenos
sociales, representa un conjunto de experiencias cuyo estudio nos
permitiría evaluar y contribuir al avance de la democracia en el mundo.
Pero ¿cómo hacer para que la experiencia histórica se internalice en las
sociedades para que sean capaces de evitar el despotismo político y el
estancamiento secular de sus economías?
La respuesta está en las muchas formas de impartir educación, pero para
lograrlo es preciso creer que los pueblos pueden aprender de la
historia. Si no mejoramos la calidad de los ciudadanos para que
individual y colectivamente puedan organizarse y crear las instituciones
que garanticen sus derechos y libertades civiles, la maldición de
Santayana seguirá vigente, con la secuela de inestabilidad y miseria que
ya conocemos.
Source: Aprendiendo de la revolución cubana | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1430292207_14257.html
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