Misión médica en Venezuela: La evidencia sin hipérboles
Viven generalmente hacinados, pudiendo llegar a compartir una habitación
común entre media decena de colaboradores, con una cocina improvisada y
usando un baño común.
Dr. Jeovany Jiménez Vega
febrero 25, 2015
Recién vi un inquietante video que circuló hace meses en la web con el
título "Médico cubano torturando a un bebé en Venezuela". En el mismo
vemos a un galeno que realizaba un violento examen físico a un lactante
pequeño, pero después el hipotético médico cubano, cuestionado en la red
por mala praxis, resultó ser en realidad el pediatra zuliano Marcos
Tulio Torres. En aquel momento el hecho encontró resonancia en varios
sitios digitales cubanos y en varias televisoras de Miami, en una
noticia tergiversada presuntamente para desacreditar a la Misión Médica
cubana en Venezuela. Tratar de implicar a los médicos cubanos en este
hecho fue un acto carente de ética o de una injustificable
irresponsabilidad, que deja en entredicho la credibilidad de estos
medios, pero también fue, ante todo, una garrafal pérdida de tiempo… y
me explico.
Un simple análisis de esa Misión Médica en sí y de la percepción que de
ella se tiene, tanto entre la mayoría de los médicos cubanos que en ella
se enrolaron, como entre la mayoría de la población venezolana a que
está destinada, bastaría para llegar a esta elemental conclusión. Me
cuentan algunos colegas amigos que de Venezuela regresan, que allá viven
prácticamente en la indigencia, en medio de la más insultante
insalubridad que pueda imaginarse, en locales mal iluminados y peor
ventilados, que frecuentemente carecen de servicio de agua corriente
–pudiera tratarse, por ejemplo, de lo que fuera un antiguo prostíbulo–
generalmente hacinados, pudiendo llegar a compartir una habitación común
entre media decena de colaboradores, con una cocina improvisada y usando
un baño común, sin las más mínimas normas de privacidad o higiene,
permanecen en estas condiciones durante dos o tres años.
Pero si causan estupor las condiciones en que residen estos
trabajadores, sin embargo es en la gestión en que derivaron hace años
los Centros de Diagnóstico Integral (CDI) –equivalentes venezolanos de
los Policlínicos Comunitarios de la Atención Primaria de Salud cubanos–
donde se devela en su real magnitud la farsa de esta flamante Misión
Oficial en Venezuela.
Aquí estamos ante la más insultante arista del asunto: Durante años,
desde tiempos de Chávez, colegas nuestros han regresado contando cómo
reiteradamente se vieron obligados a botar al retrete costosos
medicamentos una vez caducados –incluidos antibióticos que costaban
hasta $100.00 USD cada bulbo– porque sus jefes les exigían reportar su
uso para sobrenotificar el número de ingresos, medicamentos que en su
casi totalidad llegaban desde Cuba en momentos en que los mismos
escaseaban o eran inexistentes en las salas abiertas y terapias cubanas.
Aún continúa esta bochornosa práctica, pero con el agravante de que ya
estos CDI han degenerado tanto en su función que, hoy por hoy, sólo
pueden ofrecer un pálido efecto vitrina, pues son mucho más
disfuncionales que sus pares de la isla: Hoy los colegas que regresan
aseguran que estos CDI apenas cuentan con el más precario stock de
medicamentos de urgencia –pueden faltar con frecuencia la prednisona, el
salbutamol o el oxígeno, por ejemplo– a la usanza de los peores momentos
del período especial cubano, por lo que apenas son visitados por la
población. Para contrarrestar esta incorregible decadencia, la dirección
de esta "digna" Misión Médica persiste en su vieja solución: Se le exige
a los médicos que se inventen ingresos fantasmas, que reporten pacientes
que no existen para mantener las camas "llenas" sin un solo ingreso
físico real, política que intenta infructuosamente mantener esta
megafarsa como válida ante los ojos de la opinión pública.
Sin embargo, a pesar del onanismo mental de ciertos utópicos de
izquierda, la naturaleza y esencia de esta gran operación de lavado de
dinero no escapa a la intuición del pueblo y de la oposición política
venezolana, con toda la natural repulsa que esto lógicamente genera. Si
a esto se le suma la grotesca explotación salarial a que se somete a
todos estos profesionales cubanos, todo el chantaje que sufren, las
humillaciones que reciben por parte de la dirección de esta misión y
también de una buena parte de la población venezolana, que mantiene
hacia ellos una hostilidad más o menos confesa –pues no deja de verles
como una parte pasiva, pero parte al fin, de este juego– comprenderemos
por qué los ataques como este que motiva mi comentario inicial son
superfluos frente a la evidencia de los hechos: Es tan cruda y lastimosa
esta realidad que no merita ser hiperbolizada.
Condénese la manipulación política de la profesión médica, condénese la
mentira de los gobiernos demagogos, condénese el atropello contra los
profesionales cubanos dentro y fuera de su país, condénese el despotismo
de los tiranos, pero sepárese con prudencia el trigo de la paja y no se
ponga en entredicho la ética de la Pediatría cubana mediante estos
groseros insultos a la inteligencia.
Publicado por el doctor Jeovany Jimenez Vega en su blog Ciudadano Cero.
Source: Misión médica en Venezuela: La evidencia sin hipérboles -
http://www.martinoticias.com/content/mision-medica-en-venezuela-la-evidencia-sin-hiperboles/87452.html
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