Cuba y la tesis errada del "empoderamiento"
Este artículo es parte de una serie de tres, que serán presentados con
una semana de separación
Julio M. Shiling, Miami | 26/02/2015 3:20 pm
Bajo la autorización de la vara ejecutiva que le otorga la democracia
norteamericana, el gobierno del presidente Barack Obama restableció, de
jure, las relaciones diplomáticas con Cuba comunista. Era de esperar que
un paso político de tanta proporción viniera cargado con una
racionalización confeccionada con sazón bien aclimatado para los tiempos
que vivimos. Ya The New York Times, actuando en capacidad de agente de
publicidad no-oficial de la actual administración estadounidense, venía
anunciando la trama de este drama político.
Entre los argumentos más sobresalientes de la proposición de fundar el
puente de la coexistencia (término no tan nuevo, tal vez un poco en
desuso, pero válido de igual forma) que conectaría a la democracia
funcional más antigua del mundo con la dictadura americana más longeva,
es que las relaciones servirán para "empoderar" al pueblo de Cuba. Esto
viene secundado con la simbología que trae los efectos visuales
expresados como uno de contacto de "pueblo a pueblo" (people to people).
Añaden que esto da fin a la percibida estrategia norteamericana de
"aislamiento". Mientras algunos aplauden el sendero de deshielo entre
Washington y La Habana, otros entienden este global warming
("calentamiento global") político como el debilitamiento de la capa
ambiental que protege a Cuba contra los daños potenciales de oxigenar
una brutal dictadura comunista.
Expertos catalogan este curso de acercamiento como una "política de
acoplamiento, diálogo o conciliación" (engagement). Esta postura
estratégica va contraria a la "política de confrontación". La primera
plantea que el acercamiento entre una democracia y una dictadura
repercuta favorablemente en el advenimiento de la democracia. El segundo
va en dirección contraria. La lógica de la política de confrontación
radica en retar a la dictadura en numerosos frentes que pueden incluir
el económico, el ideológico, el bélico (abiertamente o encubierto), el
diplomático, el legal, la asistencia a la oposición, etc. Esto forzaría
idealmente a la dictadura, en ánimo de supervivencia, a ejercitar un
debilitamiento de su dominio absolutista por las presiones internas de
cohesión a su poderío, la falta de recursos para reprimir y cuestiones
de logística. Sostenida decididamente y con consistencia, los efectos de
la política de confrontación, busca frontalmente contribuir al cambio en
el ámbito político, que es donde radica el problema principal de una
dictadura. La política de acoplamiento, en cambio, posee en su arsenal
persuasivo como principal ingrediente: el comercio. En otras palabras,
su argumentación fundamental está sustentada sobre un determinismo
económico.
Ambas estrategias pueden acreditarse éxitos y fracasos. Por supuesto que
emitimos el juicio cualitativo del resultado vinculando el mismo a su
capacidad de haber contribuido (o no) a producir procesos de
democratización fructuosos. El factor medular que determina el resultado
(éxito o fracaso) ha demostrado ser, no el curso medido aisladamente per
se, sino si la receta es la apropiada para el tipo de mal. Dicho de otra
manera, más que una cuestión de cuál es mejor, lo seminal es compaginar
la estrategia con el modelo dictatorial para producir el resultado
deseado: la libertad y la democracia. La política conciliatoria
(engagement) ha tenido gran éxito en dictaduras de carácter netamente
autoritarias. Estas son el tipo de despotismo donde se ejerce un control
absoluto del poder político, pero el ámbito económico y el social nunca
cayeron bajo el dominio dictatorial político.
Clásicamente, estos regímenes no-democráticos no poseen una ideología
radical que los rige. Al dejar que la economía permanezca en manos
privadas (de jure y de facto) y al no alterar el orden social, la
sociedad civil, esencialmente, se preserva. El impacto favorable que
tiene el curso de acoplamiento en los casos de las dictaduras
autoritarias es que el comercio que brota de esa relación entre la
democracia y el modelo autoritario, llena de mayores fuerzas a la
sociedad civil (recuerden que esta nunca se desmanteló).
Consecuentemente, la sociedad civil presente en el autoritarismo, a
medida que crece la economía y se amplía la riqueza, extiende su presión
a la clase política que, invariablemente, tarde o temprano inician un
proceso de liberalización en el modelo político. En otras palabras, la
sociedad civil queda más empoderada gracias al auge en el comercio que
engendró riqueza y debilitó la estructura gubernamental.
Esta postura ha sido sostenida por muchos politólogos, con Seymour
Martin Lipset entre los más destacados, y le han llamado la teoría de
modernización. Este modo de promover la democracia ha sido muy efectivo
en la aniquilación del autoritarismo. Taiwán, Corea del Sur y Grecia son
algunos ejemplos de esta corriente. Sin embargo, dicha estrategia no ha
hecho ninguna huella cuando se ha aplicado en dictaduras totalitarias.
Todo lo inverso.
Ejemplos de ambas políticas, puestos en práctica con dictaduras
totalitarias, los hemos visto llevar a cabo con la Unión Soviética y el
comunismo soviético y China.
Quitando el intercambio comercial que hubo durante la Nueva Política
Económica de 1921 y la Segunda Guerra Mundial, EEUU mantuvo una política
de confrontación en sus relaciones con la URSS y sus satélites.
Probablemente de no haber sido por la careta de oxígeno que ciertas
empresas estadounidenses le extendieron al régimen bolchevique y después
como "aliado" contra el fascismo, el comunismo soviético se hubiera
desmoronado mucho antes de la caída del Muro de Berlín. Una estrategia
de contención y luego con Ronald Reagan, de reversión, la URSS y su
imperio se vio obligada a instituir reformas para intentar evitar la
inevitable implosión.
Con China, la nefasta política de coexistencia que Nixon propulsó,
demuestra, emblemáticamente, lo equivocado de pensar que con una
economía con apego al mercado, abierta a la inversión extranjera, con
acceso al crédito internacional y más de sesenta y cinco millones de
turistas foráneos cada año, pudiera traer la democracia.
La comercialización y el intercambio material que la política de
conciliación se basa para proponerse como mecanismo efectivo para
promover la democratización, no tiene un solo caso de éxito cuando se
refiere a dictaduras como la de Cuba. ¡Absolutamente ningún caso!
Aclaremos este punto indiscutible: Cuba es una dictadura totalitaria. El
hecho de que los parámetros de la tolerancia, en ciertos terrenos, se
hayan extendido o que las relaciones de producción o la noción de la
propiedad "privada" se haya revisitado, no aleja ni un ápice a Cuba de
la categoría de ser esta una dictadura donde rige un régimen de corte de
dominación total. La esfera económica y la social, está totalmente
dominada por el poder político dictatorial. La semántica oficialista
sigue rugiendo la mentalización de la lucha de clases. Recuerden, los
comunistas que acordaron vivir sus vidas como comunistas practicantes,
fueron muy pocos. Ni siquiera Marx tuvo el decoro de practicar lo que
Engels, su socio y sostén financiero entrañable, inventó.
La tesis del empoderamiento de la sociedad civil cubana, dentro del
actual modelo dictatorial, es una quimera. Explicaré por qué y es muy
sencillo. Igual que existe mucha desinformación en cuanto a la
diferenciación entre una dictadura autoritaria y una totalitaria,
también existe gran confusión en cuanto a modelos económicos.
El capitalismo ha sido considerado como un complemento natural del
modelo político que es la democracia. Eso es cierto. El problema está en
no comprender que el capitalismo urge, para retener su autenticidad, un
formulario donde la competencia pueda expresarse tanto por los
productores, los trabajadores y los consumidores. Cuando la libre
competitividad entre los tres actores mencionados queda sofocada por el
Estado y este asume el papel direccional de la economía (directa o
indirectamente), para servir los propósitos políticos, ya se dejó de ser
capitalista y se está navegando en los mares del mercantilismo o/y el
corporativismo. Iremos más al grano.
En esencia la premisa del empoderamiento, en el caso cubano, es fallida
porque reposa sobre una serie de suposiciones falsas. Recuerden que el
raciocinio subyacente de la tesis es económico y establece que la
economía es un agente de cambio político primario. Este punto, en sí
mismo, es altamente debatible. Materialmente hablando, la riqueza y los
estándares de vida han mejorado bajo el reloj de algunas dictaduras.
Indonesia, China, Alemania nazi e Italia fascista son algunos ejemplos.
Pero aún si la noción que el comercio y la globalización, (confundida
por algunos por capitalismo), fuera la fuerza propulsora de la
democracia, este argumento requeriría que reglas básicas del sistema de
libre empresa estuvieran presentes. Eso es inexistente en Cuba.
Lo fundamental del argumento pro relaciones comerciales entre EEUU y
Cuba, es que la sociedad civil se va a beneficiar al poder crecer e
independizarse del Estado dictatorial. El entendimiento percibido va
algo así: productores, trabajadores y consumidores podrían interactuar y
el resultado final sería una sociedad civil más autónoma y poderosa. Eso
es idílico. En Cuba comunista es el Estado/Partido el que dicta el
comercio. Así lo dice la propia constitución dictatorial en su Artículo
18. Productores y consumidores no pueden interaccionar autónomamente.
Solo se puede hacer por medio de las agencias oficialistas.
Esto quiere decir que el monopolio existente de la dictadura sobre la
economía y la vida cotidiana del pueblo cubano, alcanzaría magnitudes
superiores. El Estado despótico es el que posee las llaves exclusivas
para la conducción de la actividad comercial. De manera que el
incremento en la economía, solo fortalecerá el monopolio que tiene la
dictadura sobre el ámbito económico y subsecuentemente, su control
político. La sociedad cubana, en vez de ser más independiente, se
convertirá más dependiente del régimen ya que ellos serán los que dan
acceso al mercado, distribuyen la tecnología, facilitan el crédito,
extienden las concesiones comerciales, escogen los trabajadores, los
productores y determinan lo que los consumidores pueden consumir a gran
escala. La palabra "empoderar" no está alejada de la realidad. El
problema es, que a quien se va a empoderar aún más, es al Partido
Comunista de Cuba.
China comunista y Vietnam nos han iluminado en este sentido con
evidencia irrefutable. Hoy, treinta y siete años desde que China lanzó
su "socialismo con características chinas" y veinte y nueve desde que
Vietnam se encaminó en su Doi Moi o "economía de mercado orientada al
socialismo", vemos al comunismo asiático robusto, afianzado y muy, muy
distante de tener ninguna semblanza con una democracia. Estas dictaduras
lograron sobrevivir la muerte de sus fundadores y transmitir
exitosamente la autoridad a sus respectivos partidos comunistas y
retener el sistema despótico. Empoderados sí, pero no precisamente la
sociedad civil china o vietnamita. ¿Por qué vamos a pensar que con Cuba
las cosas van a ser diferentes?
Este artículo es parte de una serie de tres, que serán presentados con
una semana de separación. Están conectados por el tema central que es el
restablecimiento de las relaciones entre los EEUU y Cuba. El primero
presenta su argumento desde un ángulo de practicidad, El segundo
defiende el principio de las sanciones. El tercero resumirá la premisa
desde una óptica ética.
Source: Cuba y la tesis errada del "empoderamiento" - Artículos -
Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/cuba-y-la-tesis-errada-del-empoderamiento-322070
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