Fin de año en La Habana
JOSÉ PRATS SARIOL | Arizona | 26 Dic 2013 - 9:53 am.
'Habría que subir a la red una tarjeta navideña con la bandera, pero en
lugar de estrella tendría el signo de $. Quizás en dorado o plateado o,
por qué no, verde olivo.'
Exhibo el honor de mi registro en la privilegiada lista de cubanos que
no pueden entrar a Cuba. Nosotros los porfiados disidentes –quizás
errados ante la "ideología" del borrón y muchísima cuenta nueva— aún
permitimos que varios oficiales de la Seguridad del Estado no terminen
como el teniente coronel Castañeda —que "atendía" a Heberto Padilla—, de
taxista en su achacoso Lada por Belascoaín hasta Cuatro Caminos.
Debieran agradecernos ser tan empecinados. El Ministerio del Interior no
tendrá –por ahora— que reciclar a sus agentes, convertirlos en pizzeros
o granizaderos… Marino Alberto Murillo –jefe de la comisión de
implementación de las reformas económicas— no les ofrecerá trabajos de
sereno en alguna empresa brasileña, guardaparque en un campo de golf
canadiense, portero de un hotel español, parqueador de autos rentados
por antiguos gusanos que le echarán su propinita…
No podré reservar para la cena de fin de año en la Plaza de la Catedral,
a 150 CUC el cubierto, con una botella de vino o sidra por pareja,
amenizada por la banda gigante de Eusebio Leal, Issac Delgado y otros
artistas invitados a la exclusiva noche.
Es triste, sin embargo, que carezcan de imaginación aun en El Patio, el
restaurante que da a la hermosa plaza y donde se cocinará la cena.
Porque podrían ponerle nombres históricos a cada plato. Por ejemplo,
nada de lugares comunes con la langosta. Mejor "a lo Emilio Roig de
Leuchsenring", para que alguno de los comensales piense en Cuba –padezca
un breve carguito de conciencia— y le dé por beberse una botella de
Juanito el Caminante, negra sin discriminación racial y más cara que en
Las Vegas.
Son apenas 150 CUC, la moneda que pronto desaparecerá absorbida por un
juvenil peso cubano. Tan saludable como los jubilados que inundan los
portales con las obras completas del Che y medallas de la Alfabetización
o Girón, de Etiopía o Angola… A precios razonables, por el equivalente a
cinco libras de carne de puerco. Aunque depende de si aún no han cobrado
la pensión o ya cae el sol. Porque entonces hasta por dos libras de
frijoles negros y una de malanga, al precio promedio de los
carretilleros que desde temprano pregonan por entre los huecos de las
calles de Santos Suárez.
Aunque hay otras opciones que los de la lista —¿dirán negra o roja?— nos
vamos a perder. No podremos manosear un Granma, con la última foto
barrigona de Díaz-Canel o el creciente obituario de personajillos que
participaron en tres escaramuzas, todavía llamadas —influencia
norcoreana— Batalla de Guisa, Batalla de Santa Clara, Gran Batalla del
Jigüe…
Nos niegan comparaciones en vivo con las experiencias de nuestro exilio.
¿Pero para qué castigarse? Hay más de 2.500 millones de contundentes
razones anuales para meditar, que sostienen el caldero con más fuerza
que en El Salvador o en Honduras. Y tal vez –desde un ángulo bien
cínico— sea el único logro imperecedero de la revolución.
En realidad no son tan brutos, no padecen la testarudez que en España
atribuyen a los gallegos. ¿Qué podrían negociar sin lobby cubano en
Washington o prensa opositora como Diario de Cuba, denuncias sobre el
terrorismo de estado a pesar de la campaña mediática tras el saludo de
Obama a Raúl Castro —que se babeaba— en Sudáfrica? Tendrían que
desmontar el aparato represivo.
Y hasta ahí no llega el mambo, ni reviviendo a Pérez Prado. No, la lista
—pequeño detalle— aún hace falta para justificar, invocar, clamar. Ya no
les queda de otra —como diría un mexicano. Porque también les sirve para
engatusar, chantajear, borrarte a cambio de silencio.
Se acerca otro fin de año, sin las alucinaciones de aquellos periodistas
de Fin de siglo en La Habana. En La Habana que, como vieja dama indigna,
patéticamente logra sobrevivir a la peor debacle de su pícara tradición
pícara, con redundancia y derrumbes en la calle Infanta, énfasis y
avidez por el dinero fácil, con escrúpulos guardados en la vitrina de
obsoletos.
Habría que subir a la red una tarjeta navideña con la bandera, pero en
lugar de estrella tendría el signo de $. Quizás en dorado o plateado o,
por qué no, verde olivo… El 2014 aparecería al pie, en puntaje menor,
porque el signo continuará primando, sin remedio a la vista larga.
Acabo de enviar un regalo pascual a un profesor universitario que
necesita cuatro sacos de cemento para un derretido contra las goteras, y
a una escritora —pertenece a los alegres irresponsables de "un día es un
día"— que no esperará el año en la aristocrática Plaza de la Catedral,
entre abolengos patricios y pedigrí con charreteras, mesas de cortesía
para escritores oficialistas y pintores macetas, pero sí en un paladar
llamado La California (Crespo entre San Lázaro y Colón) donde por la
tercera parte —dos meses de su salario— habrá un menú sin chavistas,
gerentes chinos y viudos del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos.
La California ofrece, además de artistas invitados: "Coctel de
bienvenida y cesta de baguette con sorpresa de la casa. Crema de yuca
con camarones salteados. Terrina de tomate con queso al basílico (sic) y
crujiente de serrano (jamón de Jaruco). Tercer plato a escoger: Pato
confitado a la naranja y frutos secos; langosta grillada sobre boniato
caramelizado a la sidra; brocheta de pollo acompañada de vegetales;
filete de pargo asado al pomodoro. Postre: manzanas al vino tinto
acompañadas de helado de vainilla".
Los dos amigos resolverán algo, un poquito ante su 2014 sin
incertidumbres, con la certeza de que en Cuba solo ha quedado la llave
mágica, milenaria: $. Por eso mismo solo hay que esperar… Lo mucho y lo
poco. A estas alturas da igual entre desigualdades.
¿Acaso no estamos de fiesta? ¿Entonces? ¿La cubanidad no era amor?
¿Presos políticos, represiones callejeras, listas de indeseables,
socialismo del siglo XXI, marxismo-leninismo y demás platos del menú
ideológico, hasta el Partido Comunista y la Constitución, no son
detallitos a negociar, a escoger en La California o en Fresa y
Chocolate, restaurantes privados, como el cliente ordene?
Aunque ellos quisieran cerrar el business o deal en la Plaza de la
Catedral, entre bendiciones, nuevos marquesados y estridentes sones.
Rumba con rumbo fijo: $ y ¡feliz Año Nuevo!
Source: "Fin de año en La Habana | Diario de Cuba" -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1388002451_6466.html
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