El ombliguismo cubano
JOSÉ PRATS SARIOL | Arizona | 12 Dic 2013 - 7:35 am.
'El mundo está pendiente de nosotros': Sobreestimándonos, mitigamos
nuestra miseria.
La perversidad del chiste nos asociaba con ciertos personajes que
castigaban las librerías de Buenos Aires. Nos decían "los argentinitos
del Caribe". El signo —al parecer— no solo remite a un complejo de
inferioridad sino a la larga agonía de un proyecto resquebrajado, roto.
Porque del pretérito imperfecto al presente histórico, el futuro cubano
aún bebe en el Bar Esperanza. Se emborracha hasta creerse esencial,
imprescindible, global, ineludible.
Ombligos que se admiran a sí mismos, ni siquiera discretamente: Yoyomí o
Mimiyoyó. "El mundo está pendiente de nosotros, tenga mucho cuidado", le
dijo una funcionaria de Relaciones Exteriores a una profesora del
Instituto Superior de Arte, hace un mes, cuando por primera vez salía de
Cuba en un viaje de trabajo a España.
La vergüenza que provoca no es ajena. Por lo menos para los que Cuba —la
"patria" se oye demagoga— todavía nos duele. Pero el ridículo sigue
engendrando codazos disimulados, miradas al cielo, sonrisitas de burla
entre los que presencian ese delirio de grandeza "tan cubano como las
palmas".
Por supuesto que mucho de ese ombliguismo forma parte de la astuta
propaganda oficial. Es decir, mitigar con esa sobrestimación la miseria
de un país para colmo pequeño, insignificante en el mundo actual. Cuyos
votos en los organismos internacionales apenas despiertan interés entre
los bedeles y secretarias.
Prueba de ello es la conferencia ministerial de la Organización Mundial
de Comercio (OMC), que acaba de concluir en Bali, Indonesia, con la
firma de un acuerdo para liberalizar los intercambios de mercancías en
el planeta. Tras una perreta inicial del delgado del régimen cubano,
donde condenó el embargo de Estados Unidos y a gritos se negó a aceptar
el borrador; las presiones de algunos países como Brasil y China
obligaron a que Cuba callara, aceptase el aperturista acuerdo, capaz de
generar según especialistas hasta 20 millones de nuevos empleos. Y todo
porque según los estatutos la aprobación tenía que ser unánime, los 159
estados miembros debían emitir un voto favorable.
De ser por mayoría, ni siquiera hubieran reparado en el archipiélago que
debe dirimir los problemas con su vecino del norte sin molestar al
comercio mundial, lograr mediante negociaciones directas el regreso a
una normalidad que se pierde en la Guerra Fría, en la bravuconería de un
caudillo, en la ausencia de democracia y respeto a los derechos humanos.
Porque el ombliguismo gobernante se basa en un patología local: los
ancianos guerrilleros se creen insustituibles, padecen el extremo
delirio de quienes sobreviven convencidos de que son la mejor generación
en la historia de Cuba, los héroes, los titanes no de bronce sino de
platino.
Bajo esa premisa enferma aún actúan. Y desde luego mandan, contaminan,
excretan Lineamientos…
Quizás lo peor —desde la crisis de los misiles en octubre de 1962, hace
51 años y hasta hoy— es cómo muchos cubanos se han dejado contagiar por
el ombliguismo de Fidel Castro. Su caciquismo tercermundista cuando era
un peón de la Unión Soviética desparramó entre casi todos nosotros —en
algunos como mecanismo de defensa— un pernicioso individualismo, casi
narcisista. Idea del bobo que se cree merecedor. Idea tonta de quienes
necesitan reconocimientos, aplausos, medallas, premios…, sin darse
cuenta de que en la historia de la humanidad esos "reconocimientos" han
sido la mejor arma del poder, de los poderes.
No fatigo con enumeraciones, adoloridos ejemplos del ombliguismo de los
cubanos en La Habana o en Miami, entre profesionales u obreros, sin
distinciones raciales, de género y generaciones. Cada lector cubano de
este artículo puede encargarse de enunciar alguna de sus experiencias.
Tal vez algún psiquiatra, historiador de las ideas o sociólogo,
encararía el tema con mayor hondura, matizaría argumentos y
contextualizaría evidencias que aquí omito o apenas enuncio; como la que
caricaturiza al atribuir el mal solo a lo que fuera "revolución", cuando
se sabe que —por ejemplo— entre artistas y académicos suele ser un
defecto no solo abundante sino intemporal.
El fenómeno —de las esferas públicas a las privadas y viceversa— tiene
además un desafío: ¿Cómo revertir el ombliguismo? ¿Cómo lograr que el
otro y lo otro establezcan un diálogo con los ombligos? ¿Cómo
posibilitar que nos veamos completos, sin exageraciones patrioteras?
Tarea esencial de la nueva Cuba —compleja y complicada—, por lo menos
reconocerla es un primer, polémico paso hacia su fin como fenómeno
social, como consecuencia de una política despeluzada. No vaya a ser que
a ciertos argentinos les llamen los cubanitos del Cono Sur.
Source: "El ombliguismo cubano | Diario de Cuba" -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1386661239_6277.html
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