Opinión
La amnesia cruza el Estrecho de Florida
José Prats Sariol
Miami 29-06-2012 - 2:07 pm.
Los viajes entre Cuba y EE UU producen una amnesia poderosa, la del
apoliticismo.
"¡Ni me hablen de política!", fue lo primero que dijo, con la mirada
perdida, extraviada en las nubes del Estrecho de Florida.
La Habana-Miami. O algún viceversa, escaso. No acaban de chupar un
caramelo cuando se anuncia el aterrizaje. Los neurólogos no se explican
aún cómo puede borrarse la memoria histórica en alrededor de media hora.
La cargante mayoría presenta y hasta exhibe su enfermedad: borrón sin
cuenta nueva. Aunque hay grados, bajo los mismos síntomas de omisión
reiterada, entre los cubanos y cubano-americanos que participan en los
intercambios culturales…
Quizás hasta las agencias de viaje puedan lucrar con el novedoso
medicamento, útil para los que cargan recuerdos desdichados, asambleas
de méritos y deméritos, escenas tenebrosas, documentos firmados, errores
juveniles…
"A mí la política no me interesa", declaran. O alguna variante: "Ni sé
de política ni me interesa", "Me da igual", "No estoy al tanto"… Los más
olvidadizos utilizan preguntas: "¿Quién es ése?", "¿Partido qué?", "¿De
qué me está hablando?"
Todavía ruedan la maleta hacia el auto cuando ya la dosis del poderoso
psicofármaco de altura ha cumplido su efecto. Me consta con un antiguo
vecino. Me consta con dos o tres artistas que he tratado en Miami o en
Ciudad de México. Me acaba de constar con un escritor recién llegado.
Algunos aparecen en la televisión hispana del Sur de Florida, con la
frase lapidaria, que advierte y caracteriza: "Ninguna pregunta política,
por favor". Los hay hasta militantes del Partido Comunista. Caen como en
un pozo disponible, listos para que el cubo suba otra agua.
La pregunta es obvia: ¿Tienen derecho a desentenderse de la política
cubana? La respuesta también: Por supuesto que sí, sobre todo si
vivieran en un Estado de Derecho. O no tanto, en aquella Cuba de los
años cincuenta, donde mi madre afirmaba que las personas decentes no se
metían en política.
Pero el derecho al apoliticismo, como cualquier otro, tiene un precio.
No es tan obvio cargar con las consecuencias. Pocos de los apolíticos
—pícaros incluidos— saben exactamente cuánto les cuesta ese derecho. A
ellos y a sus familias. A su vida cotidiana.
Muchos piensan que la agenda de los políticos no les afecta
directamente. Y lo peor: que no pueden ejercer ninguna influencia en las
decisiones y acontecimientos. Algunos piensan a lo avestruz, entre un
egoísmo tapiñado y una escéptica sinrazón, donde se mezcla ignorancia
con cobardía.
Conozco intelectuales a quienes les he oído: "Yo cambio lo que hizo y se
ha escrito sobre el Che Guevara, boina y estrellita incluida, por un
cuento de Jorge Luis Borges"; "A mí la épica guerrillera me resbala más
rápido que el jabón por la barriga", "No menciones a los Castro que trae
mala suerte"…
Pasan como chiste. Pasan por hartura. Pasan a cargo de la vergüenza de
un país que durante un poco más de medio siglo no ha podido tumbar su
dictadura. Pasan hasta como reflejo del creciente y tan peligroso
abstencionismo electoral que padecen muchos países democráticos.
Lo que apenas pasa es que sea como aquel cuentecito caraqueño de Martí:
sin quitarse el polvo del camino. O sin la almohadilla de olor para el
desmemoriado, que al regresar con la mujer se olvidó de sus promesas a
la enamorada guatemalteca.
Sin embargo, aunque revolotee la sospecha de oportunismo, hay fuertes
atenuantes para los de viajes de intercambio académico. ¡Regresan!,
luego el miedo a una delación o indiscreción cabalga como una yegua por
sus insomnios. En general también son víctimas del totalitarismo, aunque
con una cuota de culpabilidad o complicidad —desde luego que variable—,
como la que casi todos los cubanos tenemos. Quizás menos necesaria en
2012 para sobrevivir allá dentro.
Lo cierto —en particular— es que este escritor recién llegado de visita,
rebosa el borde de su cubo "apolítico" [sic]. Un cubo de trampas
mohosas. Al que no le importa el color del agua que le echen, mientras
pueda saciar la sed.
La amnesia cubana cruza el Estrecho de Florida cada día… Los matices
permiten infinidad de polémicas, pero no alteran la premisa: mientras
dure la dictadura, amnésicos y zombis llenarán los aviones.
http://www.diariodecuba.com/opinion/11791-la-amnesia-cruza-el-estrecho-de-florida
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