Así paga el diablo
Jueves, Junio 28, 2012 | Por René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -Acabo de leer la carta abierta
dirigida al ministro de Salud Pública por un antiguo infiltrado en el
periodismo independiente de Cuba: para la Seguridad del Estado,
"Miguel"; para el Registro Civil, Manuel David Orrio, quien—¡a estas
alturas!— no tiene empacho en calificar de "enorgullecedora" su
actuación como "agente encubierto" de ese órgano represivo.
En ese documento, el informador —antes alternativo, ahora oficialista—
hace un pormenorizado inventario de las complejas, demoradas e
infructuosas gestiones hechas por él para obtener un medicamento búlgaro
—el Bromhidrato de Galantamina— que —según afirma— es el indicado para
el síndrome post-poliomielítico (SPP) que padece.
El periodista —a no dudarlo— viola la recomendación martiana que tanto
gustaba repetir un gran cubano que me honró con su amistad, Don Gustavo
Arcos Bergnes: "A ministro, carta corta". El farragoso escrito tiene la
friolera de seis páginas de letra pequeña, y su lectura resulta cansona.
No obstante, vale la pena examinarlo.
Comienza Orrio por consignar su pedigrí de apoyo al régimen, y menciona
de manera temprana la palabra mágica ("revolucionario"). Después,
aparecen manifestaciones paroxísticas de su ego gigantesco, así como
dilatados pasajes en los que narra los pormenores de su historia clínica
y describe los efectos que tienen el uso y la abstinencia de la medicina
faltante.
Es justo consignar que, en medio de esa sobreabundancia de datos, no
faltan señalamientos tajantes, que sólo podemos conceptuar como una
fuerte crítica a algunos de los innumerables abusos y desvergüenzas que
proliferan en el castrismo. Aunque —claro— él los atribuye no al
sistema, sino a los "burócratas y corruptos". El valor de esta especie
de denuncia radica no en la solvencia moral del personaje —para mí
inexistente—, sino en el hecho de provenir ella de un incondicional del
propio régimen.
En su misiva, Orrio comienza por calificar de "misteriosa" la resolución
en la que se amparó, pues —cosa frecuente en Cuba— esa disposición legal
no ha sido publicada. Acusa al Ministerio de Salud Pública de tener
"algo parecido a una contabilidad doble" e insinúa que sus desventuras
pudieran deberse a una represalia por —según asegura— haber sido "de los
primeros periodistas cubanos en denunciar" el exterminio de enfermos en
el Hospital Psiquiátrico de Mazorra.
Menciona las "secuelas discapacitantes de las neuropatías que azotaron
al país durante los años más duros y hambrientos del llamado Período
Especial" y la conversión de la poliomielitis en "enfermedad huérfana",
a la que los burócratas de la medicina cubana no prestan atención
porque, gracias a las actuales vacunas, no existen casos nuevos.
También denuncia las escandalosas demoras en la tramitación de su
pedido: diagnóstico y aprobación hospitalaria del fármaco en septiembre,
decisión negativa en enero, notificación al interesado en marzo. Seis
meses para tres sencillos trámites oficinescos. ¿Y el "paciente
revolucionario"? ¡Que se joda! ¡Así paga el Diablo a quien bien le sirve!
Orrio recuerda que "Cuba dispone en la actualidad de cifras millonarias
que obligatoriamente han de destinarse a la adquisición de medicamentos
o equipos médicos, a tenor del Decreto-Ley 213, el cual legisla un
impuesto de 0,245 dólares estadounidenses por minuto de comunicación
telefónica" con el país del Norte: una explotación inicua que encarece
el servicio hasta límites delirantes.
Al respecto, comenta el gacetillero-delator: "Interesante sería, para el
pueblo cubano, saber cuánto se ha recaudado a tenor del citado impuesto,
vigente desde hace unos diez años" y "cuánto del mismo se ha invertido o
gastado en aquello a lo que la ley obliga". Y concluye con una pregunta
capciosa dirigida al Ministro: "¿Garantiza usted que no ha habido
ilegales desvíos de recursos procedentes de ese tributo?"
Era Orrio —sin dudas— uno de los informadores más competentes entre
quienes se declaraban independientes. Comparado con algún otro que, al
escribir o hablar, nos hace padecer vergüenzas ajenas, el minusválido
rayaba casi en la genialidad. Pero ya lo dijo nuestro Apóstol en frase
lapidaria: "Como la llaga, con hierro ardiente, ha de ser quemado en su
cueva el talento que no sirva a la virtud".
De todas maneras, queda de su carta abierta el pensamiento dedicado a
esos "más de 400 mil cubanos" —sus "compatriotas dolientes"— que son
discapacitados, muchos de los cuales sufren hoy los efectos tardíos de
la terrible poliomielitis y no tienen ni la esperanza de paliarlos.
A diferencia de Orrio, esos infelices carecen de acceso inmediato a la
solidaridad de nuestros hermanos exiliados (cuya buena fe él sorprendió
con sus engaños de otro tiempo), o a la de los fanáticos o tontos útiles
de hoy —como los búlgaros que "le resolvieron" la medicina—, quienes se
consideran en el deber de apoyar a alguien por haberse prestado a
perjurar para que encarcelaran a personas de quienes mendazmente se
había declarado compañero de ideales, y esto por el único "delito" de
emitir pensamientos discrepantes.
http://www.cubanet.org/articulos/asi-paga-el-diablo/
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