Ahora me siento más libre en mi conciencia
Viernes, Junio 29, 2012 | Por Ernesto Santana Zaldívar
Entrevista con el escritor Ángel Santiesteban
LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -En los años 90, la generación
de los Novísimos trajo a la literatura cubana temas y formas narrativas
que marcaron cierta ruptura con las generaciones anteriores. Ángel
Santiesteban, nacido en 1966, se convirtió en uno de los creadores más
emblemáticos de ese momento, no solo por los premios obtenidos, sino por
la aceptación que logró entre los lectores. Hijo de un comerciante y una
enfermera de Cienfuegos, Santiesteban estudiaba en los "Camilitos"
cuando decidió empezar la carrera de Mando en Tropas Tácticas. Pero,
según cuenta, "Dios me sacó violentamente de ese camino enviándome a la
cárcel por haber acompañado a mis hermanos a la costa cuando, en 1984,
se fueron del país. Estuve preso catorce meses en La Cabaña acusado de
encubrimiento, aunque en el juicio resulté absuelto porque entre
hermanos no existe ese delito. Pero sé que Dios me envió allí para bien,
y se lo agradezco, porque me hizo quemar etapas y conocer el dolor de la
gente. Allí fue cuando descubrí que quería ser escritor, que a través de
la escritura yo podía darles voz a los sufridos".
Comenzó entonces a estudiar por la noche en la Facultad de Letras, pero,
necesitado de dinero para su familia, pasó a trabajar como asistente de
dirección en el ICRT, al tiempo que completaba sus estudios en el ICAIC
como director de cine. Sin embargo, la escritura se impuso y él lo
abandonó todo para dedicarse a ella. Para sorpresa suya, en 1989 obtuvo
con su tercer cuento una mención en el concurso Juan Rulfo de Francia.
En 1990 ganó el premio nacional de talleres literarios con el cuento
"Sur: latitud 3" y luego, en 1992, mandó un libro con ese mismo título
al concurso Casa de Las Américas, que resultó ganador, pero de inmediato
la policía política le prohibió al jurado otorgarle el premio. "En
1995", relata Santiesteban, "le puse al mismo libro otro título, Sueño
de un día de verano, que, a pesar de resultar ganador del premio UNEAC,
salió tres años después con la condición de que yo aceptara quitar cinco
cuentos". En 2001 obtuvo el premio Alejo Carpentier de cuento con Los
hijos que nadie quiso y, en 2006, el premio Casa de Las Américas con
Dichosos los que lloran.
CN – Desde tus primeras publicaciones se hizo evidente que tus temas
eran crudos, novedosos y controvertidos, y además el lector llega a
creer que estás relatando experiencias personales. ¿Por qué has escogido
esos temas?
AS - Viví una realidad cruda y mi literatura comenzó siendo cruda. Por
ejemplo, el tema de Angola. Como yo venía de un mundo militar y aspiraba
a ser militar, descubrí que muchos sentimientos de los soldados
internacionalistas coincidían con los de los presos que conocí en La
Cabaña: se hallaban lejos de su casa, de su familia y de su entorno,
estaban bajo presión, tenían profundos deseos sexuales, cometían
indisciplinas, eran mandados por militares, tenían que cumplir horarios
rigurosos. Por eso es que, detrás de ese soldado internacionalista que
yo describo, está mi experiencia del preso. A veces algún veterano de
esas guerras me pregunta si estuve en Angola, pero les digo que estuve
preso y que conozco esos sentimientos. Además, tengo un hermano que sí
vivió esa experiencia. Antes de irse era el más cuerdo de la familia, el
que daba el consejo preciso. Al regreso se convirtió en el loco de la
familia. Escribir esa literatura nunca fue un propósito mío, sino que me
surgió a partir de lo que viví. Jamás se me ocurrió escribir contra el
sistema. Una vez un escritor a quien respeto me dijo que mi literatura
era injusta. En aquel momento llegué a creer que él tenía razón, que era
injusto que yo expusiera la cara fea de aquellos hombres que tanto
habían sacrificado. Pero luego otro escritor me dijo algo que me ayudó
mucho: "La literatura no es justa ni injusta. Es verosímil o no. De eso
es de lo que tienes que ocuparte".
CN – ¿Dónde te sientes más cómodo: en el cuento, en la novela, en tu blog?
AS – Me resulta más cómodo el cuento. Aunque parezca feo decirlo, la
verdad es que me siento a escribir y largo el cuento. Después solo tengo
que arreglar algunas palabras. Yo soy de corto aliento. La novela me
cuesta un trabajo tremendo, sufro mucho, me demoro, se me quitan las
ganas de seguir. Además, soy de mucho movimiento y la novela requiere
que uno sea más estable, más concentrado, y soy muy desconcentrado. En
cuanto al blog, temo perder la disciplina porque es como una crónica
periodística más apurada. No soy periodista, sino escritor, pero a veces
la vida te lleva a lugares inesperados. En definitiva, empecé a escribir
para ponerles voz a los que no saben o no pueden hacerlo.
CN – ¿Tienes escritores predilectos? ¿Cuáles te parece que han tenido
alguna influencia sobre tu escritura?
AS - Leo y releo constantemente a Hemingway, a Rulfo, a Isaac Babel, a
Dostoievski. Son los patrones que persigo y que desde el principio me
aportaron más. Aunque no se notara, Kafka siempre estuvo ahí, como
durmiendo (Por cierto, estoy preparando un libro de cuentos sobre el
absurdo). De Cuba, debo mencionar a Eduardo Heras León, que era el
escritor maestro más cercano que tuve. Y, bueno, la literatura de
Virgilio Piñera ha sido siempre fundamental para mí.
CN – No hay dudas de que fuiste uno de los miembros más notables de los
Novísimos. ¿Cómo te ves a ti mismo con respecto a tu generación y, en
general, con respecto a la narrativa cubana actual?
AS - Creo que los Novísimos fuimos una especie de familia. No sé si
resultó tan importante como movimiento literario, pero como movimiento
de hermandad sí lo fue. Nos cuidábamos mucho unos a otros. Ahora estamos
tan dispersos que es como un rompecabezas que no logro componer. Dentro
de la narrativa cubana me siento solo, apartado, en el "inxilio". Y, a
partir del momento en que abrí mi blog, ya no fui más soportable. Mi
literatura la masticaban, pero no la tragaban, y con el blog ya entonces
escupieron todo lo que pensaban de mí. Iroel Sánchez, presidente
entonces del Instituto Cubano del Libro, fue el talibán que me
"ajustició", que mandó a sacarme de cualquier antología, de cualquier
presentación. Ya él me tenía entre ceja y ceja. Había estado en la
guerra de Angola y sus compañeros le preguntaron cómo era posible que
accediera a publicar Los hijos que nadie quiso. Incluso la Asociación de
Combatientes le envió una carta quejándose del libro. Me decía cosas
como: "Ángel, ¿no te das cuenta de que eso le sirve al enemigo? ¿No ves
que sin querer te estás poniendo al servicio de los yanquis?"
CN – ¿Te parece que los intelectuales en Cuba están obligados por
imperativos éticos a ser críticos con el régimen?
AS – Creo que están obligados sobre todo con su conciencia. Uno debe
hacer lo que le dicte su conciencia. Si crees que debes defender a Fidel
Castro, defiéndelo. Si tienes que defender la revolución, defiéndela con
los dientes. Yo no critico eso. Lo que pasa es que hay un oportunismo
asombroso. En privado hay quien se me muestra más opositor que yo mismo.
Derecha extrema. Yo he llegado a sentirme "izquierdoso" ante esa gente.
Y luego los ves haciendo cualquier cosa con tal de conseguir un viaje al
extranjero. Su bandera es el oportunismo, el cinismo. Son capaces de
decir en público que Cuba es lo mejor, y después, en privado y bien
bajito, te dicen que Fidel Castro debiera acabar de morirse.
CN – Has vivido experiencias casi increíbles, detenciones, golpizas, un
disparo de bala, acusaciones gravísimas, acoso, persecución, vigilancia,
sin ser propiamente un disidente o un opositor activo. ¿A qué atribuyes
esa obstinación de la policía política?
AS – Yo ni siquiera sé cuántos partidos políticos hay en Cuba. No
pertenezco a ninguno. No voy a ninguna reunión política. Yo lucho por
los sueños de los cubanos que quieren vivir con dignidad, en una
democracia. Este país no aguanta más el caudillismo.
CN – Has contado que una vez un anciano te preguntó si creías que fuera
de esta isla existía la civilización y luego te confesó que se había
cansado de lanzar botellas al mar. ¿Crees que alguna vez podrías decir
tú lo mismo?
AS – Creo que los cubanos que se van son los primeros que ignoran esas
botellas. Gran parte de los cubanos llegan allá y se ponen a comprar y a
vivir lo que no tuvieron antes, desentendiéndose de la realidad que
dejaron atrás. Muchos dicen ser emigrantes económicos como si eso no los
convirtiera en emigrantes políticos. Si tú te vas por motivos económicos
es porque en tu país hay una mala administración económica. Además, es
terrible saber que no tienes regreso. A veces me pregunto cuántas
botellas hay que lanzar y hasta cuándo seguir tirándolas si muchos de
los cubanos que se van ni siquiera las miran. Sin embargo, Facebook es
para mí algo tremendo, que casi sobrepasa al blog, porque es más vivo,
más rápido.
CN – Este año se celebra oficialmente el centenario del nacimiento de
Virgilio Piñera. ¿Qué opinas de lo que se está haciendo en su homenaje?
AS – Virgilio Piñera merece el mayor homenaje. Que un hombre como él
haya pasado por esta isla debe ser para nosotros motivo de un orgullo
perpetuo. Lo terrible es que aquellos que mataron su espíritu, que lo
condenaron al miedo, que le hicieron tanto daño, finjan ahora que no
tuvieron ninguna responsabilidad, que actuaron sin querer. Su delito fue
ser gay sin ser revolucionario, y además ser un gran escritor. A mí me
alegra que publiquen lo más posible su obra. Él lo merece y los cubanos
lo merecemos también, sobre todo las generaciones que no lo conocen.
Pero no se puede olvidar todo lo que le hicieron sufrir. No hay nada que
pueda borrar eso.
CN – ¿Cómo ves la situación actual de Cuba?
AS - Hay un impasse. El ritmo que teníamos se ha vuelto lento. Creo que
eso fue lo que nos dejó la visita del Papa. Siento que no ocurre nada,
que estamos extraviados. No veo salida inmediata para nuestra situación.
CN – ¿Por qué corriste en el último maratón de La Habana con la imagen
de Laura Pollán en el pecho?
AS - Llevo varios años corriendo en el Marabana, pero esta vez me sentía
muy dolido por su fallecimiento, por haberla perdido como líder. Yo
pensaba que Laura iba a ser quien tumbara el gobierno, debido a su
vigor, a su vitalidad, a una valentía de la que pocos son capaces.
Quizás fue Dios. Otros dicen que la quitaron del camino. De todas formas
los cubanos le debemos todo lo que hizo por nosotros, y lo mínimo que
podía hacer yo era llevarla en el pecho para que la gente que no la
conoce se preguntara quién era ella. Fue mi manera de demostrarle, en el
cielo o donde esté, mi agradecimiento por lo que hizo y de decirle que
su sacrificio no fue en vano.
CN – ¿Qué razones te hacen seguir viviendo en este país cuando quizás
pudieras tener una vida más tranquila fuera de él?
AS - Alguien comentó una vez en mi blog que seguramente yo era de los
que hacen bulla para irse a los Estados Unidos. Sin embargo, he viajado
a Estados Unidos varias veces y nunca me quedé. Precisamente no me han
dejado salir del país desde que comencé el blog. Me tienen puesta una
fianza desde hace tres años a causa de esas denuncias tontas que me han
hecho. Por otra parte, irme sería como rendirme. Creo que donde uno
aporta más es aquí. Desde el extranjero uno aporta también, pero aquí es
un aporte más directo. Lo que temo es desgastarme en vano, ya que he
sacrificado mi literatura. Llevo ocho meses sin escribir y eso me duele
en el alma, porque esa es la única justificación que tengo para vivir.
CN – ¿Cómo describirías tu vida en este preciso momento?
AS - Ahora mismo no sé qué va a pasar conmigo ni qué tengo que hacer. No
represento nada en el mundo cultural, lo cual me da mucho orgullo. No
quiero estar inmiscuido con ellos en nada, aunque no pueda volver a
publicar en Cuba. Por suerte en este mes sale una antología de cuentos
míos en Francia. También ha salido ya otra antología en España, en
Italia y en Miami. Hay profesores y académicos extranjeros me contactan
porque mi literatura les interesa. En cuanto a las acusaciones que me
han hecho, todo sigue siendo muy turbio. Fui con mi abogado a la
fiscalía provincial y allí nos dijeron que el expediente había sido
enviado a la fiscalía general de la república. Fuimos allá y tampoco lo
tenían, y al final nos dijeron que un teniente coronel de Villa Marista
se lo había llevado. Cuando fuimos allí, nos informaron que allí tampoco
estaba, que ellos no sabían nada del asunto. En fin, no sabemos dónde se
encuentra ahora el expediente. Por lo menos ellos sí han visto que no
tienen manera de callarme. Desde que abrí el blog mi vida ha cambiado
por completo, pero te confieso que, si yo hubiera sabido desde el
principio todo lo que iba a vivir, de todos modos hubiera hecho lo
mismo, porque ahora me siento más libre en mi conciencia. Cuando llegue
mi último momento voy a sentirme feliz por lo que he hecho. Haber
renunciado a los placeres que ellos me ofrecían por satisfacer mi
conciencia, por asumir mi vida cívica, era algo obligado para mí. De no
hacerlo, me iba a enfermar de asco por mí mismo, y entonces sería
preferible estar muerto.
TAGS: literatura, oposición, Ángel Santiesteban
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