¿Y qué pasa si no eres comunista?
Al parecer los militantes tienes más posibilidades de que la justicia se
haga por ellos
Viernes, junio 30, 2017 | Jorge Ángel Pérez
LA HABANA, Cuba.- Ser comunista en Cuba puede resultar de gran utilidad,
sobre todo cuando se tiene la certeza de que en este país todo comienza
en la política y termina en idéntico lugar. Esa convicción me acompaña
desde siempre, pero en estos días recibí una confirmación abrumadora.
Todo comenzó tras mi regreso de Panamá, país donde hice una estancia de
casi un mes y dónde, debo confesarlo, hice algo de eso que ocupa a cada
cubano que viaja al país del virtuoso canal.
Yo, como tantos paisanos, me preparé un itinerario de compras para los
poquísimos ratos libres, y entré en las tiendas con ansias y con
infinita curiosidad, y me detuve en vidrieras, y hurgué en los muchos
anaqueles, y revisé los precios que advertían las etiquetas de todo lo
que me iba seduciendo. Una y otra pieza me probé, y pensé en mi madre y
en cada una de sus necesidades, y metí la mano en el bolsillo para
comprar sus batas de estar en casa, sus chancletas para el baño, sus
zapatillitas para el diario. Imaginé a mi madre echando a la basura sus
trapos viejos y hasta me contenté creyéndola vestida con decoro.
Y no me sentí abochornado cuando mis paqueticos marcaban ciertas
diferencias con los muchos huéspedes de diversas latitudes que
pernoctaban en el hotel. A ellos nunca los miré cargando esas bolsas de
tiendas baratas con las que entré en algunas ocasiones, y que eran
evidencia de que había tenido una tarde de compras. Me sentí como el más
obstinado "pacotillero", pero fui feliz probándome una camisa, unos
jeans…, y mirándome luego en el enorme espejo de mi habitación. Creo que
fui feliz con cada cosita que fui juntando en la maleta y que luego me
traje hasta Cuba, después de juntar los dólares que precisaban mis
comidas. Mi lema de esos días fue: "Desayuna bien y luego aguanta".
Y qué poco dura la felicidad en la casa del pobre. Llegué a La Habana el
sábado y abracé a mi madre, le mostré cada regalo y fui muy feliz con
sus reacciones, con el brillo de sus ojos, con el gesto de felicidad que
me dejó ver después de que pusiera sus pies tan delicados en los zapatos
nuevos. Muy poco dura la felicidad en la casa del pobre. Esa noche,
después que me dormí, entró un ladrón, aún nadie sabe cómo, y arrasó con
todo. Cada pieza se fue con el degenerado, y mi madre lloró
desconsolada, y yo me contuve para que no me viera triste, pero luego
flaquee y lloramos juntos.
Tuve miedo, y viví una de las peores turbaciones que he sentido en mi
vida, y lloré, lloramos, y entre lágrimas recibimos a la policía, dos
horas después de que yo llamara por teléfono para advertirlos del robo,
y entonces quisieron saber que se habían robado y de mil detalles,
quisieron conocer de mi trabajo, y por qué viajaba, luego se interesaron
en los detalles del robo, en el color de cada pieza perdida, y en sus
precios, y también quisieron saber si sospechaba de alguien. Y más tarde
vendría aquella interrogante que me dejó con la boca abierta. El
investigador quiso saber si yo militaba en las filas del Partido
Comunista de Cuba.
Rotundo dije que no, y con la voz entrecortada quise saber qué aportaba
esa militancia a su investigación. "Es una rutina, una pregunta más".
Así dijo, pero yo no le creí, aunque no me aventuré a hacer ni la más
mínima objeción porque temía que desatara su desprecio y lo hiciera
desatender mi caso. Y finalmente apareció un perro de la brigada canina
que siguiendo un rastro de olor salió a la calle, mientras una mujer
joven quedó en la casa buscando huellas.
Ya pasaron tres días y no supe nada del rumbo que tomaron las
investigaciones. Varias veces he llamado y no consigo ninguna
consolación, tampoco mi madre, a quien descubro llorando a escondidas, y
la dejo suspirar porque qué otra cosa puede hacer una anciana a la que
le robaron sus regalos tan esperados. Así que mi madre llora, y yo dejo
que llore por esos zapatos que solo le duraron unas horas.
Mi madre llora por sus batas de estar en casa, esas que ya no se podrá
poner después del baño, y no quiere que yo me enter, y para colmo, ahora
estoy escribiendo estas líneas en una computadora prestada, porque los
ladrones se llevaron la mía, y me parece irónico que yo tuviera tanto
miedo cuando me la llevé a Panamá, porque creí en la posibilidad de que
a mi regreso a Cuba las autoridades me la secuestraran en el aeropuerto,
como ya ocurrió a algunos cubanos.
Ahora escribo en medio de una tristeza enorme, y con rabia, y lo peor es
que no me asiste ninguna esperanza. No creo que aparezca algo y me
siento más que indefenso; a fin de cuentas yo no soy un militante del
Partido Comunista. Sin dudas en este país tan injusto y politizado viven
unos cuantos ladrones. Quizá es por eso que lloro, y deliro, y hasta
creo en la posibilidad de que alguno de esos perros de la brigada canina
sea capaz de detectar a un ladrón en la piel de un comunista y no se
atreva a denunciar a un "hombre tan ejemplar"… Esta Cuba da ganas de
llorar, y yo no intento contenerme, y lloro, por mis trapos, por mi
madre, por todo, y ojalá que algún lector conserve algo del optimismo
que yo perdí hace tanto tiempo.
Source: ¿Y qué pasa si no eres comunista? CubanetCubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/y-que-pasa-si-no-eres-comunista/
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