El raulismo sigue la letra pequeña del fidelismo
14YMEDIO, La Habana | Octubre 27, 2016
En las últimas semanas varias noticias alarmantes para la economía
cubana han ocupado las primeras planas de los diarios. La actitud del
Gobierno de monopolizar las ayudas a los damnificados por el huracán
Matthew y la paralización de la entrega de licencias para restaurantes
privados hacen temer que el país haya emprendido el camino de la
"contrarreforma", acompañado de un aumento en la agresividad de la
retórica política.
Las primeras señales de esa vuelta atrás se hicieron sentir en los
Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la
Revolución actualizados durante el VII Congreso del Partido Comunista el
pasado abril. En esas líneas directrices no solo se mantuvo la negativa
a aceptar "la concentración de la propiedad" para las formas no
estatales de producción, sino que se añadió que tampoco será tolerada la
concentración de la riqueza.
Para quienes aguardaban porque la cita partidista derivara en mayores
flexibilidades para el emprendimiento nacional, este afianzamiento de la
línea más ortodoxa aumentó su frustración.
"El Gobierno de Raúl Castro parece estar más dispuesto a perder las
sumas derivadas de los impuestos a los emprendedores que a permitir que
existan empresarios con resultados positivos", lamenta un economista de
la Universidad de La Habana, que solicita el anonimato. "Aunque en los
medios extranjeros se han exagerado las similitudes entre las reformas
emprendidas en la Isla y modelos al estilo chino o vietnamita, en la
práctica el oficialismo cubano se esfuerza cada día en hacer todo lo
contrario".
La prensa nacional está repleta de llamados a usar al máximo "las
reservas de eficiencia productiva" que existen supuestamente en la Isla,
pero eso solo es una frase hueca si no se comienza por abrir la economía
cubana y por no cerrarla.
Tras ascender oficialmente al poder en 2008, Raúl Castro inició un
proceso de cambios en la economía que calificó de "estructurales" y
necesarios para el país. Entre los que tuvieron mayor incidencia en la
vida cotidiana estuvo el impulso al sector privado que había sido
acorralado con los excesivos controles, normativas y altos impuestos
durante el mandato de Fidel Castro.
La entrega en usufructo de tierras estatales generó esperanza por
adelantar mayor flexibilidad en la producción y comercialización de
productos agrícolas. La creación de cooperativas urbanas también ayudó a
alimentar la ilusión sobre un repunte económico y una mejoría que se
hiciera sentir sobre el plato de los cubanos y en sus bolsillos.
Sin embargo, fueron las flexibilizaciones para comprar y vender casas o
autos, viajar fuera del país y poder contratar una línea de telefonía
celular las que lograron un mayor impacto político, ensalzadas por los
titulares de la prensa internacional que destacaron "las reformas
raulistas".
Ocho años después del comienzo de aquel impulso renovador, el
oficialismo está empeñado en desviar la atención de los principales
problemas que sufre el país. En las calles se palpa la opinión de un
regreso a los inicios de este siglo, cuando se imponía la arbitrariedad
económica.
El exministro de las Fuerzas Armadas no ha cumplido con su compromiso de
impulsar transformaciones "sin prisa, pero sin pausa". En los últimos
años, en vez de avanzar se han estancado las medidas flexibilizadoras y
solo el 21% de los Lineamientos ha llegado a materializarse, según las
propias autoridades.
Recientemente, el sector privado de la gastronomía comenzó a sufrir
nuevas presiones. El anuncio del congelamiento en la entrega de nuevas
licencias para abrir restaurantes por cuenta propia ha sido leído como
una inequívoca señal de frenazo o, incluso, una vuelta atrás en las
reformas.
En lugar de concentrar sus facilidades en la creación de un mercado
mayorista, el Estado ha optado por dedicar todos sus esfuerzos a que los
emprendedores no adquieran los productos y la materia prima necesaria
para su trabajo en el mercado informal. Vigilar y controlar lleva más
recursos y desvelos, en este caso, que permitir y potenciar.
Algo similar ha ocurrido con el transporte privado que desde inicios de
este año ha estado sometido a un fuerte escrutinio por parte de las
autoridades y a la retirada de licencias, en un intento del Gobierno de
regular las tarifas que la demanda y la oferta ya habían establecido.
Los precios topados han terminado por afectar a la población y
duplicando el tiempo que los pasajeros necesitan para desplazarse.
Cuando la lógica indicaba que las autoridades debían volcar sus
esfuerzos en proveer gasolina y petróleo a precios mayoristas para los
transportistas, se ha invertido la lógica y los inspectores han pasado a
exigir a los choferes de taxis colectivos las facturas del combustible
comprado en las gasolineras estatales, cuando es un secreto a voces que
el transporte privado solo es rentable si se nutre de las ofertas del
mercado informal.
Los tambores de los más recalcitrantes suenan cada vez más altos y ponen
en el centro de la diana la acumulación de riqueza, pero sin anunciar
aún cuál es el monto que se permitirá y a partir de cuál punto se
considerará inaceptable. Una práctica de confusión y permanente
desasosiego que le resultó muy efectiva a Fidel Castro para mantener al
país en vilo por casi cinco décadas.
La pregunta que muchos se hacen es el por qué el Gobierno no utiliza esa
energía con la que persigue a los privados en hacer que la empresa
estatal sea más eficiente. ¿Por qué no descentraliza ese mastodóntico
entramado que produce más gastos que beneficios?
Lo poco que se ha avanzado en esa dirección se hace sentir en el
desarrollo del país. Según las previsiones oficiales, en 2016 la
economía crecerá por debajo del 1%, una cifra que recae fundamentalmente
sobre el sector estatal que emplea las tres cuartas partes de la fuerza
laboral.
El modelo de Estado impulsado por Raúl Castro ha optado en los últimos
meses por gastar cuantiosos recursos en movilizaciones políticas, pero
es incapaz de sembrar un campo de cultivo para alimentar a la población.
¿Qué país pretende dejar en herencia a su sucesor?
Aquellos que aplaudieron sus reformas se asoman hoy a una Cuba que pone
proa al pasado y un Gobierno que eleva los grados de la retórica contra
periodistas independientes, blogueros y académicos críticos. Una nación
donde se sigue poniendo freno a las fuerzas productivas y se miran el
emprendimiento y la prosperidad con ojeriza.
Source: El raulismo sigue la letra pequeña del fidelismo -
http://www.14ymedio.com/opinion/raulismo-sigue-letra-pequena-fidelismo_0_2097990185.html
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