¿El desarrollo económico conduce a la democracia?
JOSÉ AZEL, Miami | 27/10/2016
Durante décadas la afirmación de que "mientras más adinerada sea una
nación mayores posibilidades de que apoye la democracia" ha sido una
visión convencional y pieza central de la política exterior de EE UU.
Esa cita es del trabajo seminal de 1959 Algunos requisitos sociales de
la democracia: desarrollo económico y desarrollo político, del sociólogo
político Seymour Martin Lipset.
Lipset fue el primero en plantear, sobre bases empíricas, una
correlación entre desarrollo y democracia. Su tesis continúa guiando la
política exterior estadounidense y se cita a menudo cuando se discute
cómo promover transiciones a la democracia.
En lo que se conoce como la hipótesis Lipset, el profesor teorizó que el
desarrollo económico ayuda a consolidar la democracia expandiendo
niveles de alfabetización, información y acceso a los medios, ampliando
la clase media, activando organizaciones cívicas independientes,
destacando la legitimidad y otros valores sociopolíticos.
Lamentablemente, es uno de esos autores mucho más citado que leído.
Lipset señalaba que la correlación entre política y democracia es una
amplia lista de factores que cambian las condiciones sociales,
posibilitando la acogida de una cultura democrática. Esos elementos,
entre ellos industrialización, urbanización, riqueza y educación,
constituyen las condiciones, no las causas, de la democracia. Como
sugiere el título de este artículo, la relación entre desarrollo
económico y democracia política es correlativa, no causal.
La política exterior de EE UU erra cuando se ignora la naturaleza
contingente de la historia y se relegan las complejas condiciones
sociales y estructurales que conducen a la democracia a una variable
económica simplista. El error se multiplica cuando correlación se
confunde con causalidad. Como muestra Lipset, la prosperidad económica
se encuentra a menudo acompañada de libertades personales, pero eso no
significa que el crecimiento económico causa la llegada de reformas
políticas.
El hecho de que dos eventos frecuentemente se observen juntos no
significa que uno causa el otro: que el gallo cante cada amanecer no
significa que el gallo provoca la salida del sol. En lógica, el
principio de que la correlación no implica causalidad se conoce como la
falacia cum ergo propter hoc, que es decir en latín "con esto, por tanto
es por esto".
Las importantes implicaciones políticas de la hipótesis Lipset la han
convertido en uno de los tópicos más investigados en ciencias sociales.
Recientes estudios no apoyan la afirmación de que el desarrollo
económico trae democracia. Lo más que se puede obtener de la evidencia
empírica es que el desarrollo facilita la permanencia de esta forma de
gobierno, pero no la hace más probable.
Sin embargo, la política exterior de EE UU continúa dependiendo de la
falsa causalidad del enfoque "desarrollo primero, democracia después".
Casos atípicos fluyen en ambas direcciones con acaudaladas autocracias
como Arabia Saudita y democracias pobres como Costa Rica. En el caso de
regímenes totalitarios, está claro que el desarrollo económico no
conduce a reformas políticas, como demuestran China y Vietnam. En
sociedades totalitarias las élites tienen mucho que perder y se deciden
por la opresión.
En el caso de regímenes autoritarios, la experiencia es mixta. Los casos
divergentes de Corea del Sur y Singapur ilustran las limitaciones de los
reclamos que el desarrollo alberga democracia. Las economías de ambos
países han prosperado hasta los más altos niveles de la economía
mundial. Corea del Sur parece ejemplificar circunstancias donde el
incremento de riquezas contribuyó a la posterior consolidación
democrática. Singapur, por su parte, vira la tesis de cabeza, pues el
país permanece autoritario y se ha vuelto más represivo con el
incremento de la prosperidad.
Nuestra comprensión de la relación entre tipo de régimen y desarrollo
económico permanece, en el mejor caso, probabilística. Pero hemos
aprendido que en anteriores sociedades comunistas no fue la economía la
que generó los movimientos pro democracia. En esos países, la lucha
esencial entre la población y las élites fue sobre derechos políticos y
libertades civiles.
Por consiguiente, para promover la democracia la política exterior
estadounidense debería actualizarse e informarse mejor, para comprender
cómo los ciudadanos adoptan valores democráticos y presionan por
reformas democráticas.
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Nota de la Redacción: José Azel es investigador senior en el Instituto
de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami y
autor del libro Mañana in Cuba.
Source: ¿El desarrollo económico conduce a la democracia? -
http://www.14ymedio.com/blogs/cajon_de_sastre/desarrollo-economico-conduce-democracia_7_2098060174.html
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