Dos caminos
FRANCISCO ALMAGRO DOMÍNGUEZ | Miami | 30 Mar 2016 - 9:19 am.
Era de esperar. Tan pronto como Barack Obama tomó altura en el Air Force
One desde la Habana, comenzaron a "sanar" los "daños colaterales" a
ambos lados del Estrecho de la Florida. Por mucho disgusto que cause, la
visita del presidente norteamericano a Cuba es un hecho histórico y
tuvo, tiene y tendrá consecuencias. Precisamente, de evitar los efectos
que sobre el inmovilismo pueda tener la visita se trata toda esta nube
de críticas, algunas de una acidez tal que harían dudar de la salud
mental de quienes las dicen o las escriben.
Situados pues en las antípodas, están quienes con más emociones que
razones creen que la visita de Obama no era necesaria, fue una traición
o una suerte de "invasión de terciopelo". Quienes así opinan coinciden
en que cualquier dialogo cubano-norteamericano es imposible, es una
apostasía, a no ser que el Gobierno cubano o el norteamericano "rindan"
sus armas y admitan su exclusiva culpabilidad en este conflicto.
¿Dialogo con el enemigo?, dicen, ¿para qué?
Como cada opinión es respetable, sigamos por el camino de la
beligerancia y el diálogo pospuesto. Desde el sur de la Florida no pocos
aducen que el embargo ha sido light y que de haberse implementado un
verdadero bloqueo, que no entrara ni un dólar ni una aspirina a Cuba, el
régimen no hubiera durado una semana. La táctica es inmemorial: los
sitiados se levantan contra quienes los retienen y, poniendo ellos los
muertos, se liberan de los captores. Parece una oferta un poco
deshonesta si los que la apoyan piensan ver en la televisión y
cómodamente sentados en la sala de sus casas ese triste final.
Otra opción, comentada quizás como un chiste porque otra cosa es
lunática a estas alturas de la historia, sería una invasión
norteamericana al estilo yanqui del siglo XX: tierra arrasada y gobierno
interventor. Más allá de las implicaciones diplomáticas y económicas
para Cuba y para EEUU, es muy probable que esa sea la única manera de
que muchos que viven en EEUU y odian al régimen cubano, por primera vez
se alisten voluntariamente en las filas de las FAR. No defenderían al
Gobierno. Defenderían a su familia, la que ha quedado allá, porque las
balas y las bombas no llevan escritos los nombres de las víctimas.
Sabiendo todas estas cosas, el Gobierno cubano ha sabido colocar sus
cartas muy bien durante 57 años. Han jugado con la cadena pero jamás con
el mono. Estuvo a punto de suceder en Granada. Aún no sabemos si la
orden real de rendirse vino de la Habana o del inefable Tortoló. Estuvo
a punto de suceder a finales de los 80, y supieron sacrificar a los
peones y algún caballo para declarar tablas el tema de las drogas con
las Causa Uno y Dos. Salvo una bombita puesta en Miami —y su
contrapartida en La Habana—, nunca el Gobierno cubano le ha dado a EEUU
una razón de peso suficiente para justificar los enormes recursos que
llevaría una invasión o un bloqueo total después de 1962.
Podríamos convenir que las migraciones masivas de Camarioca, Mariel,
Guantánamo y la presente riada terrestre han sido actos premeditados de
guerra, de desestabilización. Pero la coartada han sido las propias
leyes norteamericanas, el corazón de Carter, los brazos abiertos de
Clinton, el silencio de Barack Obama. No se puede ir al Consejo de
Seguridad y pedir una licencia para invadir otro país porque hay una ola
de emigrantes cuando las mismas leyes norteamericanas protegen el
eufemismo "sequedad de los pies".
Por otro lado, y desde esta orilla del Estrecho, es injusto olvidar los
fusilamientos, las largas penas de cárcel, los robos de propiedades, las
humillaciones a los profesionales separados arbitrariamente de sus
familias, el asesinato de la imagen y el honor de quienes disienten, la
ofensa de tener que sacar una visa para regresar al país de nacimiento.
Pero… ¿cómo encajan los "americanos" en esa historia?; ¿cuál es su
responsabilidad directa? Cuando hablan con el Gobierno de la Isla,
¿están legitimando al régimen o propiciando el dialogo entre
compatriotas, quitándose del camino confrontacional?
Porque de la orilla insular tendremos, mayormente, beligerancia,
negativa al diálogo. Solo unos pocos, pragmáticos y si muy bien
informados, saben que en el ADN de la llamada Revolución cubana está la
violencia y la improductividad, y que eso está muy mal. Que hay que
cambiar. Hoy al régimen no lo sostienen ni su ideales, ni su economía ni
sus "logros sociales" —hoy en día muy malitos— sino la creencia cuasi
religiosa de que sus ciudadanos viven en el mejor país del mundo y a 90
millas está el peor, a quien deben, por supuesto, todas las desdichas.
Quienes han crecido en la pugnacidad y en el odio no conocen otra manera
de relacionarse. Para colmo, se les suprimió abiertamente el
cristianismo por muchos años, un antídoto natural contra el
resentimiento y la venganza —que no la justicia. Si ahora el régimen
aceptara hablar y negociar con EEUU sin gritos, habría quedado sin moral
para justificar medio siglo de dictadura.
El único camino viable en el horizonte, al menos por ahora, es buscar
que el pueblo abra el puño cerrado del régimen, y que sea por las
buenas. Para ello, habrá que ir quitándole pesos a la balanza que
inclina a la confrontación, muy a pesar del bodeguero isleño. El
bodeguero, para continuar la metáfora, sabe que los anaqueles y la
trastienda están vacíos, y que no hay forma de llenarlos si no es
buscando un nuevo proveedor. El consumidor no debe saberlo pues sería la
ruina moral de la bodega. Pero si el proveedor entrega una mercancía
simbólica a sabiendas de que el bodeguero no va a poder cancelar la
deuda, tal vez al bodeguero solo le quede la opción —más apegada a la
justicia, a rendir cuentas— de poner un cartel en la entrada,
advirtiendo: "Cerrado por inventario".
Source: Dos caminos | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1459300282_21308.html
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