Wednesday, September 2, 2015

Nos asusta EEUU como socio tanto como nos gustaba como 'el enemigo'?

¿Nos asusta EEUU como socio tanto como nos gustaba como 'el enemigo'?
JOSÉ HUGO FERNÁNDEZ | La Habana | 2 Sep 2015 - 10:13 am.

Antes de que el régimen cubano restableciera relaciones con EEUU, una
buena parte de la gente en la Isla se mostraba magnetizada, si bien no
siempre por los gobiernos, al menos por el sistema económico y por el
modo de vida estadounidense. Sin embargo, nuestro comportamiento de las
últimas semanas recuerda con frecuencia aquello de que una cosa es
convocar al diablo y otra bien distinta es verlo venir. De repente, cada
vez parecen ser más los que dudan o desconfían de los beneficios de este
nuevo acercamiento diplomático, sin que resulte fácil determinar a qué
obedece la reculada.

Más de 50 años de implacable y mañoso lavado de cerebro no lograron que
reconociéramos en los yanquis al enemigo tan socorrido. Pero ocurre que
al mutar de enemigo a socio, es cuando comienza a asustarnos, casi tanto
como siempre nos atrajo. Desde luego que el susto parece provocarlo solo
la perspectiva de que ellos se adentren en nuestro patio, y no la de que
nosotros nos adentremos en el suyo, algo que seguimos haciendo cada día
con mayor entusiasmo y más unánimemente.

¿Acaso este recelo ante la proximidad de los estadounidenses a Cuba sea
fruto de una nueva ofensiva de los medios oficiales, a los que,
obviamente, se les ha ordenado reactivar sus tabarras anticapitalistas,
aunque poniendo por delante la desvergonzada salvedad de que este
reinicio de relaciones constituye otra victoria de la revolución y que
como tal debe ser asumido? Es difícil creerlo, pues no tiene sentido que
puedan convencer en unos días a quienes no convencieron en medio siglo.
Además, nada le vendría tan bien al régimen (económicamente al menos)
como que la gente cifre esperanzas, fundadas o no, en la avalancha
turística que supuestamente nos llegará muy pronto desde el norte.

¿Se debe entonces este resquemor a la influencia de los políticos que
desde ambas orillas del Estrecho de Florida han estado librando la
perreta por la permanencia del embargo y porque perduren la hostilidad y
el desentendimiento entre los dos gobiernos? Tampoco lo creo, ya que
tales políticos no cuentan con poder de convocatoria en la Isla, tal vez
precisamente por darnos a entender con demasiada insistencia que es a
las autoridades estadounidenses y no al pueblo cubano a quien
corresponde plantar cara a una dictadura que únicamente nosotros
sufrimos y de cuya perduración somos los únicos culpables. Así, pues, el
motivo habría que buscarlo por otro rumbo.

A no ser que no exista un motivo concreto y que todo responda, como
tantas otras veces, a que la emoción ha tomado el mando entre nosotros.
Y ya se sabe que cuando estamos bajo el ascendiente emoción, no hacen
falta motivos para que nos lancemos por la ruta menos esperada, y a
veces hasta por la menos aconsejable. El organismo de los cubanos parece
constar de tres partes: tronco, extremidades y emoción. Y es esta última
parte la que nos unifica y nos permite definirnos en tanto astillas del
mismo palo. Es como un lunar por el que resulta fácil emparentarnos a
simple vista. El resto de los mortales sufre emociones pasajeras. Solo
en nosotros la emoción se instala definitivamente como un padecimiento
crónico.

Entonces no sería raro que cierto estado emotivo, propiciado por vaya
usted a saber qué tipo de interpretación errónea o superficial de los
acontecimientos, nos esté empujando con efecto dominó hacia el temor de
que los americanos regresen a la Isla, o a que regresen antes de tiempo,
lo que es decir antes de que el reinado fidelista haya concluido su obra
devastadora.

Lo de menos es que esta sea o no una percepción absurda, algo que ahora
mismo no podríamos determinar. Lo absurdo, en todo caso, será que
perdamos la brújula abrigando emociones que no dejan espacio para el
razonamiento. En tanto, el régimen se dedica a hacer lo mejor que
siempre hizo para darnos la mala: ganar tiempo, reorganizar sus planes,
actuar con la cabeza fría.

Quizá termine siendo simple la sospecha de que a través de las nuevas
relaciones de negocio con los estadounidenses, nuestros caciques
persiguen únicamente engrosar sus ya considerables riquezas y las de sus
parientes. Desde luego que esto debe constituir una prioridad para
ellos, pero no hay razón para creer que sea la única. Más allá o más acá
de su codicia personal, en ellos perviven las viejas aberraciones
ideológicas y aun las ambiciones geopolíticas del estalinismo. No habría
que esperar entonces que se comporten como cualesquiera otros sátrapas
tercermundistas, que generalmente se limitan a enriquecerse mientras
mantienen el poder, sin procurar el traspaso a perpetuidad de sus ideas
o dogmas o supersticiones político-económicas.

Que los compre el que no los conozca al oírlos hablar por estos días de
una nueva Ley Electoral y de una nueva Constitución de la República.
Solo Dios sabe qué engendros cocinan. Mientras, nosotros, disgregados,
dejándonos llevar por la emoción, como tablas sobre la marejada.

Source: ¿Nos asusta EEUU como socio tanto como nos gustaba como 'el
enemigo'? | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1441059106_16660.html

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