Una isla tropical sin aire acondicionado
¿Cómo se revolucionaría la producción en Cuba el día en que se instaure
de nuevo como una necesidad —y no como un lujo— el aire acondicionado?
viernes, julio 31, 2015 | Iris Lourdes Gómez García
LA HABANA, Cuba. -Casi siempre, cuando uno guarda un objeto o cosa sin
usarlo durante mucho tiempo, sucede que, en cuanto lo bota, lo necesita.
Eso me pasó con un ejemplar de la revista Selecciones del Readers´
Digest, publicación que la mayoría de los cubanos no conoce, aunque sí
recordamos a su hermanastra soviética Spútnik, que se vendía en Cuba en
los pasados años 80 y que muchos aún atesoran.
El asunto es que en mi casa se guardó por más de 50 años un número de
Selecciones que contenía un artículo sobre Cuba. En él se describía un
hallazgo hecho por los comerciantes de nuestro país que había
revolucionado la forma de trabajar y producir aquí: estamos hablando del
aire acondicionado.
Me gustaría citar fechas y frases, pero sólo logro recordar las
alabanzas a este recurso, gracias al cual, en aquel tiempo, los
dependientes de tiendas estaban siempre de buen humor. La instalación
también servía de gancho para que los paseantes entrasen un momento;
mientras disfrutaban la buena temperatura, echaban una ojeada y siempre
compraban algo. A los cines se iba bien perfumado a disfrutar las
películas o matinés, las horas que duraran. En las oficinas, los jefes,
secretarias, todo el personal en general se mantenía contento y arreglado.
Recordé esto mientras ayer visitaba el vagón presidencial que se halla
expuesto en La Habana Vieja, y que fue construido en 1900. En este
vagón, hasta los guardaespaldas dormían con aire acondicionado, que por
aquellos tiempos se obtenía mediante la utilización de hielo seco.
En la actualidad en muchas oficinas de Cuba en verano sólo se permite
poner el aire por la tarde, cuando ya los trabajadores están bañados en
sudor, apestosos y pasan horas malhumorados. Por esa causa no se puede
trabajar con chaquetas ni con grandes peinados, y mucho menos con medias
y zapatos cerrados: Sólo se usan unos tirantes, el pelo para arriba y,
si es posible, sandalias para poder soportar la mañana. Por la tarde sí
se disfruta el aire frío como gancho para que el trabajador se quede a
completar su jornada.
En las tiendas, las dependientas, sudadas y desesperadas en lugares sin
ventilación, le ladran a quien intente hacer una pregunta. Los clientes,
aunque estén interesados en el producto, salen corriendo de los
establecimientos para respirar mejor y —aunque parezca increíble— sentir
un poco más de fresco en la calle veraniega.
Yo, por mi parte, recuerdo haber ido una vez a ver un espectáculo del
humorista Mariconchi en el teatro América. No había aire acondicionado,
y el calor era tan asfixiante que no me desmayé de milagro. En otra
ocasión hice una cola de varias horas en el teatro Fausto, en la entrada
recibí piñazos y creo que hasta di alguno. Al sentarme me di cuenta de
que no había aire acondicionado, por lo que me fui al instante. Dos
veces fui al teatro Mella a ver espectáculos diferentes; había un fresco
riquísimo, pero en cuanto comenzó la función apagaron el aire de forma
que el aumento del calor fue gradual. Algunos ni se daban cuenta.
Ya en este nuevo milenio, dentro de la gran cantidad de inversiones
extranjeras que —según se afirma— se avecinan, vamos a tener que
solicitar una fábrica de hielo seco, para luchar contra el calor del
mismo modo que lo hicieron nuestros compatriotas en 1900. De esa manera
comenzaremos por revertir el atraso tecnológico que existe en nuestro país.
Quién sabe si más adelante se pueda escribir un artículo sobre cómo se
revolucionaría la producción en Cuba el día en que se instaure de nuevo
como una necesidad —y no como un lujo— el aire acondicionado.
Source: Una isla tropical sin aire acondicionado | Cubanet -
https://www.cubanet.org/actualidad-destacados/sin-aire-acondicionado/
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