Wednesday, October 1, 2014

El Estado es "esencialmente" ineficiente

El Estado es "esencialmente" ineficiente
[01-10-2014 11:37:23]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- Afirmar que el Estado es "esencialmente"
ineficiente puede resultar una afirmación algo audaz para muchos, pero
solo se trata de una mera descripción bastante concordante con lo que
muestra el presente.
Es importante no caer en la trampa que proponen los que se sienten a
gusto equiparando la realidad con sus propias utopías. No es razonable
discutir intentando poner en un plano de igualdad, una evidencia de la
vida cotidiana con esa entelequia con la que sueñan los mismos que dicen
que el problema son los protagonistas de la historia y no la estructura
conceptual sobre la que se edifica cierta visión ilusoria.

Los defensores de la idea del Estado eficiente dicen que existen
sobrados ejemplos en la actualidad de naciones que han llevado adelante
proyectos exitosos que permiten dejar atrás las recurrentes críticas a
las eternas deficiencias que se describen con lujo de detalles.

Lo cierto es que esos países que parecen victoriosos en esta batalla por
conseguir esa fantasía, son buenos ejemplos gracias a un proceso de
comparación superficial con otros efectivamente peores como los que se
conocen tan frecuentemente en estas latitudes. Se trata, en todo caso,
de una mirada relativa, que elogia exageradamente desempeños
considerados aceptables respecto de otros claramente desafortunados.

Es solo una cuestión de matices, pero no de fondo. El Estado y la
eficiencia son conceptos absolutamente contrapuestos, definitivamente
incompatibles, que no tienen consonancia alguna. Tal vez para
profundizar la discusión sea necesario recordar que la eficiencia está
directamente asociada a "conseguir un propósito empleando los medios
idóneos" y se debería partir desde allí si se quiere analizar el asunto
con seriedad y sin apasionamientos excesivos.

El Estado dispone habitualmente de administradores circunstanciales,
simples operadores del sistema, que en general son los que han superado
ciertos procedimientos de selección, que en el mejor de los casos son
representantes elegidos por el mandato popular en las democracias más
desarrolladas, y en otros ni siquiera bajo esa modalidad, sino bajo las
reglas de esquemas mas autoritarios y arbitrarios.

En todos los casos, los que toman decisiones son personas que
administran un patrimonio ajeno, bienes que son de todos los ciudadanos
de una jurisdicción, dineros de cada habitante local. A la hora de
orientar esos recursos, aun mediando la buena fe, la mejor de las
intenciones y un espíritu saludable, se cae inevitablemente en cierta
injusticia.

No es que en el sector privado eso no pueda suceder. También allí se
toman determinaciones inadecuadas y se cometen errores, muchas veces
groseros. La diferencia pasa por quien paga los costos de esos desaciertos.

Cuando algo sale mal y están involucrados solo privados, pues se trata
de decisiones que se han tomado asumiendo la existencia de riesgos y los
costos de esas cuestiones las pagan solo los individuos involucrados.

Ahora cuando esas decisiones equivocadas se incurren en el ámbito
estatal, los disparates los pagan todos los ciudadanos. Eso significa
que cada individuo deberá trabajar más para que nuevamente le sean
quitados más recursos ganados con su esfuerzo vía más impuestos,
endeudamiento o emisión monetaria.

Los criterios de eficiencia tienen que ver con ideas relacionadas a la
austeridad, al lucro y a la humana necesidad de solo gastar con la
visión de maximizar utilidades. Al menos así se razona en el medio
privado, y hasta en el estrictamente individual y familiar. No es que se
trate de un mecanismo infalible, de hecho no siempre sale bien, pero
cuando alguien falla el que paga los costos también es ese operador
particular y no todos.

En el sector estatal, la austeridad es un concepto casi siempre ausente.
A la hora de elegir, de erogar y comprar, no necesariamente se tomarán
decisiones como en el sector privado. Se incurrirán probablemente en
excesos, lujos superfluos y privilegios que ni se justifican. A cambio
de eso se obtendrá un resultado de menor jerarquía, que insume más
recursos de los necesarios, al menos si se toma como referencia el
criterio con el que se hubiera manejado una inversión llevada adelante
con dinero propio.

Al final del camino, la discusión conducente solo debería pasar por
minimizar los niveles de ineficiencia. Pero se debe asumir previamente
esa ineficiencia intrínseca del Estado, propia de su esencia, que forma
parte de sus entrañas más profundas y que no debe ser negada para poder
operar adecuadamente. La tarea pasa por atenuar el impacto de esos
despilfarros, acotar lo improcedente e incorporar cierta dosis de
racionalidad.

No es que no exista forma alguna de lograr parcialmente resultados
alentadores. Pero algunos ingredientes son imprescindibles para
conseguirlo. La transparencia en el uso de los recursos, la publicación
de los actos de gobierno, la información abundante y al alcance de los
ciudadanos, permite disminuir el costado negativo de esta innegable
realidad.

Los procesos abiertos de información, evitan parte de la corrupción
estructural y reducen la chance de que el funcionario de turno
seleccione caminos con absoluta discrecionalidad. Se debe trabajar mucho
en esta cuestión, pero resulta indispensable entender el problema con
claridad y asumir definitivamente que el Estado es esencialmente
ineficiente.

Source: El Estado es 'esencialmente' ineficiente - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/542bcb533a682e10101ddef1#.VCxA3fmSxHE

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