Un juego desconocido
IVÁN GARCÍA | La Habana | 27 Sep 2013 - 11:22 am.
Las nuevas normas mejorarán el ingreso de los atletas. Lo demás está por
ver.
Ya se sabe por qué la temporada nacional de béisbol no comenzó en
octubre. El aplazamiento no fue debido a las lluvias, como informaron
las autoridades deportivas.
La trama era otra. Tecnócratas y mandarines políticos daban los toques
finales a un proyecto que permitiera mejores salarios a los atletas. Las
nuevas normas comenzarán a aplicarse a partir del próximo 3 de
noviembre, cuando arranque la campaña beisbolera invernal.
Era imperioso un cambio en los conceptos deportivos que regían en Cuba.
Desde que en 1961 Fidel Castro aboliera el deporte profesional, se creó
una pirámide de escuelas y centros de entrenamientos para formar atletas
de alto rendimiento.
Financiados por un aluvión de rublos, recursos materiales y entrenadores
de la desparecida URSS y otras naciones de Europa del Este, el
movimiento deportivo en Cuba tuvo un alza cualitativa espectacular.
La Isla fue siempre una cantera de talentos en béisbol y boxeo. Pero
después de 1959, deportes extravagantes para los aficionados, como el
polo acuático, el balonmano, la lucha greco o el judo, gracias a
preparadores que llegaron del frío o desde el estado gamberro de Corea
del Norte, posibilitaron que los cubanos obtuviéramos medallas
olímpicas, panamericanas y mundiales en esas disciplinas.
Otros deportes como el baloncesto o el voleibol, de mucha aceptación en
el ámbito universitario y escolar, despegaron definitivamente. Al igual
que la camada de países comunistas, con la URSS a la cabeza, el Gobierno
cubano utilizó el deporte como una vitrina que buscaba demostrar la
superioridad del sistema marxista-leninista sobre el capitalismo moderno
occidental.
Había campeones de sobra. Salían en serie, como salchichas, de las
escuelas deportivas. Faltaba la carne de res y la miseria se
socializaba, pero el cubano promedio estaba orgulloso de sus logros en
el ámbito deportivo.
Los protagonistas de esa proeza se acuñaban bajo el término de
"amateurs". Algo que era falso. De amateurs solo tenían el salario.
Jugaban, entrenaban y competían todo el año como sus homólogos
profesionales.
Pero ganaban sueldos de obreros. Con la llegada en 1990 del "período
especial", esa crisis económica estacionaria que ya dura 23 años, el
deporte cayó en picada. Explotó la burbuja propagandística de Fidel
Castro que veía en los atletas guerreros y en las competencias campos de
batalla.
Los bajos salarios —los deportistas devengaban sueldos según su
profesión— fueron la clave para que desde 1991 a la fecha, casi un
millar de atletas abandonara el país.
A eso se unían las estúpidas políticas, que prohibían a los atletas
jugar en clubes profesionales y administrar sus finanzas sin
autorización oficial. Los salarios de seis ceros que ganan algunos
peloteros cubanos en las Grandes Ligas fue y sigue siendo un acicate
para jóvenes talentos con deseos de probar suerte en el mejor béisbol
del mundo.
Había que frenar la hemorragia. Las nuevas normativas, sin duda, pueden
atenuar las fugas en deportes como el voleibol y otras disciplinas,
donde sus principales circuitos están en Europa y no afectan las leyes
del embargo de Estados Unidos, además de que la mayoría de los
deportistas no tienen que marcharse definitivamente de Cuba para competir.
¿Pero y lo demás?
Aún está por ver si la contratación de los atletas correrá a cargo de un
representante designado por el jugador o la empresa estatal Cubadeportes
será el financiero, cobrando altísimas gabelas.
De cualquier manera, lo sucedido es un salto adelante. Un primer
escalón. Positivo, si vemos que el 70% de los deportistas de alto
rendimiento vive en la indigencia material.
Es bueno que un pelotero gane un salario acorde a la carestía de vida en
Cuba. Ellos contribuyen durante cinco meses al año al mayor espectáculo
nacional. También debiesen ganarlo médicos, maestros y otros
profesionales, pero ésa es otra historia.
En las nuevas normativas, no se dice de qué manera se van a mejorar las
condiciones materiales para los entrenamientos, reparaciones de estadios
y alimentación balanceada de los deportistas. ¿Y qué pasará con los
deportes minoritarios?
Tampoco se explica cómo se financiará todo el nuevo entramado salarial
de la Serie Nacional. ¿Se crearán empresas que vean el deporte como un
negocio o continuará el Estado con los subsidios?
Ya es un hecho que el régimen de Raúl Castro sepultó cien metros bajo
tierra el falso deporte amateur. Era lógico. Constituía una carga a la
depauperada economía local.
Las nuevas medidas también envían un mensaje de ida y vuelta a los
dueños y responsables de las Grandes Ligas en Estados Unidos. El
raulismo quiere participar en el Big Show. Ya ha entreabierto el portón.
Source: "Un juego desconocido | Diario de Cuba" -
http://www.diariodecuba.com/deportes/1380446529_5297.html
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