Thursday, February 9, 2012

Una campaña contra los vendedores ambulantes

Una campaña contra los vendedores ambulantes

Si se tratara realmente de regular precios ominosos, se pregunta Yoani
por qué los preocupados reporteros del noticiero estelar no la emprenden
contra los excesos de las tiendas en pesos convertibles, donde para
adquirir un litro de aceite alguien debe gastar todo lo ganado en una
semana de trabajo.

Rolando Cartaya/ Especial para martinoticias 09 de febrero de 2012

Cuenta Pablo Pascual Méndez Piña en Cubanet que, allá por 1959, Ladislao
Bencomo recorría la diario la barriada de Nuevo Vedado con su carretilla
repleta de frutas y viandas, y que en la calle "La Torre", siempre le
estaba esperando un joven e insaciable devorador de mamoncillos chinos.

Bencomo dejó de empujar su carretilla cuando se fue a trabajar con su
asiduo cliente, el entonces comandante Raúl Castro, nombrado por su
hermano ministro de las Fuerzas Armadas las demás carretillas de La
Habana dejaron de circular cuando, por capricho del hermano de Raúl, "el
viento huracanado de la Ofensiva Revolucionaria de 1968, las borró de la
faz de la tierra".

Tuvieron que pasar más de 40 años para que los cubanos volvieran a
experimentar la conveniencia de los carretilleros. Como dice Yoani
Sánchez en un reciente post en su blog Generación Y, "para la mayoría de
las mujeres trabajadoras, que llegan a casa después de las cinco a
inventar un plato de comida, el pregón de '¡Aguacate y cebolla!' gritado
en su puerta es una salvación".

También, agrega en Cubaencuentro el economista independiente Oscar
Espinosa Chepe, para "el amplio sector poblacional en la tercera edad,
que antes tenía en muchos casos recorrer largas distancias para poder
comprar viandas, hortalizas y determinados granos".

Pero en las condiciones cubanas el que te vendan la mercancía en la
puerta no es la única ventaja de comprarles a los carretilleros su
mercancía, en lugar de concurrir a los Mercados Agropecuarios Estatales
(MAE). Dice Chepe que estos últimos se caracterizan "por carecer de
ofertas. Cuando las tienen, los productos son de ínfima calidad, sucios
y deteriorados". Que muchas veces son "comercializados con largas filas
de espera, por trabajadores que, mal retribuidos, no tienen apuro en
atender a los clientes, y en ocasiones alteran el peso para procurar
ganancias impropias, lo que el conocido escritor cubano Guillermo
Rodríguez Rivera ha llamado "el descubrimiento de la libra de 8 onzas".

Bueno, en cualquier mercado del mundo los productos del agro limpios,
frescos y de primera, con el valor agregado de un trato justo y
correcto, son más caros. Por eso uno paga menos en el pulguero de
Homestead que en Publix Supermarket. Pero en el mercado cubano,
distorsionado por los subsidios, los controles estatales de precios y la
doble moneda, a los consumidores les parecen demasiado caros. Y en
términos relativos no les falta razón.

Expone Chepe que "ciertamente una libra de tomate a 6 pesos resulta cara
para un trabajador medio y mucho más para un jubilado, si no cuentan con
ayudas adicionales, particularmente alguien que envíe remesas desde el
exterior", en un país "con un salario medio mensual inferior a los 20
dólares (448 pesos o 18 dólares según cifras oficiales) y una pensión
media mensual de alrededor de 10 dólares". ¿Es culpa de los
carretilleros? Apunta Yoani: "El hecho de que alguien deba trabajar dos
días para comprar una calabaza no es expresión de la desmesura del
vendedor, sino de lo paupérrimo de los sueldos"

¿Qué ha ocurrido? Pues que el gobierno de aquel joven devorador de
mamoncillos chinos, que ya no necesita de los carretilleros para
satisfacer sus antojos, ha aprovechado esa confusión de sentimientos de
los consumidores para ponerle nuevas retrancas al curso natural del mercado.

Informa en Cubanet Orlando Freire Santana que después de varios días de
estar los carretilleros en la mirilla de algunos consumidores y la
prensa oficialista, el gobierno provincial de La Habana ha decidido que
estos trabajadores ya "no podrán emplear carretillas de más de dos
metros de largo, por 1,50 de ancho, y 1,20 de alto; les está prohibido
utilizar las aceras, así como vender en las avenidas principales.
Tendrán que desplazarse constantemente, y solo podrán hacer paradas
momentáneas para efectuar la venta, cuidándose de no provocar
aglomeraciones de público".

"Por último, no podrán vender sus productos a menos de 100 metros de los
mercados agropecuarios estatales, ni comercializar arroz, papas,
chícharos y azúcar".

Las medidas constituyen un nuevo paso en la aplicación de una política
proteccionista que beneficia a los comercios del Estado imperial, el
cual erige sucesivas murallas ante el empuje de las hordas bárbaras del
cuentapropismo. Ya había sucedido otro tanto con los vendedores de ropa,
zapatos y otra pacotilla.

Si se tratara realmente de regular precios ominosos, se pregunta Yoani
por qué los preocupados reporteros del noticiero estelar no la emprenden
"contra los excesos de las tiendas en pesos convertibles, donde para
adquirir un litro de aceite alguien debe gastar todo lo ganado en una
semana de trabajo". "La diferencia entre los carretilleros y esas
tiendas recaudadoras de divisas "–dice ella—"es que los primeros son
cuentapropistas mientras las segundas son propiedad del Estado".

Explica Espinosa Chepe: "Ahora se acusa a los carretilleros por la caída
de las ventas en los MAE e incluso en los Mercados Agropecuarios de
Oferta y Demanda, en los cuales también comercializan los privados, pero
con impuestos más elevados".

Otro economista cubano, Elías Amor Bravo, señala en Misceláneas de Cuba
que no le sorprende el aumento de los que se dedican a esta actividad,
la quinta con mayor número de trabajadores por cuenta propia. más los
ilegales, que –dice-- no son pocos. Además de los impuestos más bajos,
la necesidad de capital es escasa, y se presta un servicio fundamental a
la población

El profesor de economía radicado en Valencia, España, se pregunta: "¿es
que acaso el carretillero cuando se dedica a traer productos a los
consumidores lo hace por algún sentimiento altruista y benefactor?"

"No –se responde--así no funcionan las cosas. En una economía de
mercado, los agentes se mueven orientados por el beneficio, y dedican su
tiempo, su esfuerzo, su tesón e ingenio y su capital, cuando lo poseen,
a actividades que proporcionan un beneficio y unas rentas crecientes que
posteriormente se reinvierten en los mismos negocios".

Pero la Cuba de Raúl Castro sigue siendo un modelo de lo que no se debe
hacer para que una economía funcione. Chepe lamenta que "insólitamente
no se toman las medidas adicionales en la entrega de tierras en
usufructo (…) Continúa sin permitirse la construcción de viviendas en
las áreas recibidas; se mantiene el plazo de sólo 10 años para la
tenencia de la tierra (prorrogable a 10 más); no se amplía la
extensión de superficie a entregar, ni se facilitan recursos, mientras
se siguen importando colosales cantidades de alimentos que podrían
producirse perfectamente en el país, y hasta exportarse si se crearan
las condiciones apropiadas.

Concluye diciendo Elías Amor en Misceláneas de Cuba: "Si la oferta se
concentra en manos improductivas e ineficientes para su distribución, lo
que llega a la población será limitado y de alto precio. La
responsabilidad no será de los carretilleros, que son el estadio final
de todo el proceso, sino de las autoridades del régimen, incapaces de
poner fin a un modelo inservible e improductivo".

http://www.martinoticias.com/noticias/cuba/Una-campana-contra-los-vendedores-ambulantes-139017389.html

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