Monday, February 13, 2012

Desobediencia

Opinión

Desobediencia
Miriam Celaya
La Habana 13-02-2012 - 2:23 pm.

Nunca antes fueron más los inconformes ni mayor la voluntad ciudadana de
ejercer derechos. Una crisis de gobernabilidad o la represión a gran
escala son escenarios cada vez más probables.

La cotidianidad cubana se torna cada vez más engañosa. Bajo la supuesta
calma en una sociedad donde parece no ocurrir nada se mueven fuerzas de
diversas tendencias, muchas veces contrapuestas. Y estos movimientos
pudieran llegar a generar conflictos de diferentes tipos y magnitudes.
Un análisis breve, y sin dudas incompleto, pone en evidencia una
realidad incuestionable: nada es inmutable ni eterno, ni siquiera —quién
iba a creerlo— el régimen totalitario solapado bajo el genérico
eufemismo de "revolución".

En las últimas semanas ha quedado clara la falta de voluntad del
gobierno en la búsqueda de soluciones políticas. La desacertada
declaración del General-Presidente acerca de que nadie debería "hacerse
ilusiones" a propósito de eventuales cambios políticos fue lapidaria,
pero tiene la ventaja de eliminar la prolongada espera de alguna
negociación con el régimen. Luego, una salida negociada con el minúsculo
grupo de poder queda excluida de los posibles escenarios, precisamente
por la propia voluntad de ese grupo.

Es decir, la dictadura ha dejado claramente expuesta su renuencia, no
solo a los cambios y a las inclusiones, sino siquiera al disimulo de un
pacto social ficticio. Para decirlo rápido y mal, la gerontocracia y sus
acólitos del generalato se han parapetado en sus trincheras. Y eso es
desde cierto punto de vista positivo, en tanto simplifica la marcha y
justifica la búsqueda de salidas alternativas en pos de la democracia.
Involuntariamente, nos han pasado el batón.

Al mismo tiempo, el panorama se enrarece. Las cifras económicas
demuestran un indetenible encarecimiento de la vida, el empobrecimiento
galopante de grandes sectores sociales, la ineficacia e insuficiencia de
las medidas gubernamentales destinadas a la supuesta "renovación" de un
modelo que subsiste bajo respiración artificial —léase, por la
existencia de un también precario Hugo Chávez en Venezuela— y la
imposibilidad de remontar la crisis bajo las actuales condiciones políticas.

A nivel social, el aumento galopante de la delincuencia y de los
crímenes, el deterioro de los sistemas de salud y educación
—prácticamente al borde del colapso—, el descontento generalizado, las
frustraciones, la falta de perspectivas, la desesperanza, la
descapitalización de la confianza en el sistema y el desaliento, son
componentes que podrían conducir en un plazo relativamente breve a una
crisis de gobernabilidad, a la aplicación de la represión a gran escala
o a una combinación de ambas.

Por otra parte, nunca antes fue mayor el sector de inconformes
contestatarios y la voluntad ciudadana de ejercer derechos. El desafío
político se manifiesta, más allá de tendencias ideológicas, en la
resistencia y crecimiento de grupos cada vez mayores de la sociedad
civil independiente, en la actitud insumisa de nuevas y viejas
generaciones de disidentes y en la rapidez con que esos grupos se han
ido consolidando y relacionando entre sí pese a la represión y
vigilancia de los servidores del régimen.

La fortaleza de estos grupos independientes estriba, fundamentalmente,
en su carácter abierto, inclusivo y desideologizado, que los hace
inmunes a las penetraciones de agentes del régimen. A la vez, el acceso
a las nuevas tecnologías ha servido de catalizador al permitir la
difusión de ideas en un soporte que escapa a los controles absolutos del
gobierno, pese a la baja conectividad de los cubanos a la Internet.

Justamente en lo contrario reside la debilidad del régimen: en su
carácter cerrado e inamovible, en su naturaleza secreta y conspirativa,
en las exclusiones, en la imperiosa necesidad de controlar la
información y de entorpecer la libre circulación de ideas y opiniones y
en la necesidad de apelar a la represión como recurso desesperado para
ralentizar un final inevitable. Una postura insostenible en medio de un
mundo cada vez más globalizado y plural.

La Cuba de hoy tiene el mismo gobierno de hace 53 años; sin embargo, es
bien diferente de la de hace tan solo cinco años. Y esto no es un
desatino conceptual. Un lustro atrás ni siquiera teníamos conciencia de
la existencia de tantos indignados entre nosotros; no habíamos entendido
a carta cabal que somos herederos de más de medio siglo de disidencia
reprimida y que no es preciso combatir con guerrillas en una lucha
fratricida: basta desobedecer.

Ahora ya somos cada vez más los cubanos que entendemos que los malos
gobernantes están ahí porque lo hemos permitido, que el capital político
lo tienen los ciudadanos y no los gobiernos, que un régimen no se puede
sostener por sí solo y que la esperanza del futuro nuestro radica
precisamente en que este gobierno no tiene futuro. La resistencia cívica
comienza a remontar la fase de supervivencia en tanto el gobierno adopta
estrategias para sobrevivir. Los roles están cambiando
imperceptiblemente. Ahora el peligro más inminente es la respuesta que
cabe esperar del gobierno. Una escalada represiva desde la base para
tratar de impedir que la disidencia cobre fuerzas.

Hoy, la abulia política de una gran masa de la población pudiera parecer
un obstáculo para el logro de la democracia. No obstante, esa apatía es
también la antesala de la negación de apoyo al régimen; algo así como
los fuegos fatuos de un viejo mito que ha muerto. La revolución terminó
hace décadas, el socialismo cubano nunca ha existido, los falsos logros
sociales no sobrevivieron a los subsidios espurios de gobiernos
extranjeros y el régimen corrupto no tiene capital moral para exigir
mayores sacrificios. Sin su permiso y sin su agrado las transformaciones
se vienen gestando sostenidamente desde dentro de la Isla y su tozudez
solo tiende a acelerar su final: Cuba está cambiando y el porvenir ya no
dependerá de ellos, sino de todos nosotros.

http://www.diariodecuba.com/opinion/9567-desobediencia

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