Wednesday, November 9, 2011

Testimonio: Mi salida ilegal con supervisión de oficiales cubanos

Testimonio: Mi salida ilegal con supervisión de oficiales cubanos
Última actualización Wednesday, 9 November 2011 12:57

Concluida su preparación para viajar a Estados Unidos como el agente
Ariel de la inteligencia cubana, el profesor Edgerton Levy fue instruido
para simular una salida ilegal con su familia desde la costa norte de La
Habana.

Pero el simulacro de la partida se convirtió en una verdadera odisea. El
azar les jugó una mala pasada y no sería hasta el cuarto intento que
Levy y su esposa, la agente Laura, pudieron finalmente hacerse a la mar
y tocar territorio estadounidense.

En este tercer fragmento testimonial, Levy cuenta los agónicos
acontecimientos que rodearon su aparatosa fuga de la isla para
integrarse a la Red Avispa, la organización de espionaje que él mismo
contribuiría decisivamente a desmentelar poniéndose al servicio del FBI
desde su llegada a Estados Unidos en junio de 1993.

Los testimonios publicados por Levy en CaféFuerte forman parte de un
libro actualmente en preparación.

EL AZAROSO SIMULACRO PARA SALIR DE CUBA
Por EDGERTON LEVY

El segundo intento de salida tuvo lugar el jueves 1ro de octubre de 1992
y fue no menos desafortunado que el primero, aunque no hubo que sufrir
el trauma de salir en las condiciones naturales adversas de un punto en
la costa. Como se había acordado, la salida en esta ocasión tuvo lugar
desde la propia base de Tropas Especiales en Jaimanitas.

Llegamos alrededor de las nueve de la noche al mismo muelle techado al
que habíamos arribado anteriormente, que se hallaba igualmente desolado,
pero a diferencia del día de nuestro arribo, sólo se encontraba atracada
la embarcación del pescador de Cojimar con la balsa a bordo. Ya Frank y
el patrón -que así fue como lo conocimos y siempre le llamamos- se
estaban esperándonos, listos para partir.

Salimos al igual que en la ocasión anterior totalmente a oscuras y
navegamos con rumbo Norte algo más de tres millas, cuando viramos hacia
el Este hasta sobrepasar la ciudad de La Habana para hacer en esencia el
mismo recorrido. Ivette, mi esposa, tan pronto zarpamos tuvo que
acostarse nuevamente en la colchoneta, pues ya sabía que esa era la
mejor forma de soportar el ininterrumpido mareo que el bamboleo del mar
le ocasionaba. Daniel, nuestro hijo pequeño, retomó el juego con sus
carritos por toda la cubierta y nos desplazábamos tranquila y suavemente
en dirección Norte tras haber dejado atrás a la ciudad de La Habana
desde hacía un buen rato, cuando de pronto, sin haber sentido ni oído
nada previamente, un potente reflector se encendió sobre nosotros desde
de una Grifin [1] que se encontraba a oscuras y a menos de 100 metros de
distancia de nosotros.

- ¿Pero que hace esta gente aquí?, ellos no están supuestos a estar por
toda esta zona.

Fue la primera reacción de Frank, quien acto seguido nos indicó que nos
escondiéramos lo mejor posible dentro del camarote en la proa,
tirándonos todo lo que pudiéramos encima para evitar por todos los
medios que ellos nos pudieran ver.

La Grifin inmediatamente arrancó sus motores o les aplicó mayor
potencia, ya que comenzaron a sonar estruendosamente mientras daban
vueltas alrededor de nuestra embarcación y anunciaban por unos
altoparlantes sus intenciones de abordarnos. Frank estaba frenético y le
indicaba al patrón que maniobrara de forma que les fuera totalmente
imposible alcanzar sus propósitos, ya que eso abortaría por completo
la operación, y al mismo tiempo les gritaba a los guardafronteras que
la embarcación era de pesca y estaba debidamente autorizada a operar, y
que no estábamos haciendo nada indebido. La Grifin continuaba girando a
nuestro alrededor, acercándose cada vez más amenazadora en sus pases e
insistiendo en que les posibilitáramos subir a bordo.

Convencido de que no desistirían hasta tanto lograran sus propósitos,
Frank decidió darles el nombre y el cargo de un oficial de Tropas
Guardafronteras con el cual podían verificar que todo se encontraba en
orden en relación con nuestra embarcación. Al parecer, la patrullera
verificó a través de su Puesto de Mando la información que se le dio y
recibió instrucciones de que nos dejara continuar, pues de repente se
alejó definitivamente, dejándonos en paz. Aunque en realidad, ya nada
sería igual.

- Bueno, ¿y ahora que hacemos?, inquirió Frank mirándome.

La pregunta quedó suspensa en el aire en espera de una respuesta que
sólo él mismo podía dar, pues era quien estaba al frente de la
operación. Era evidente que las ráfagas que soplaron en la Dirección
General de Inteligencia (DGI) después del fracaso de la primera salida
aún estaban frescas y quería asegurarse de que la decisión que tomara al
menos contara con alguna opinión de nuestra parte; o tal vez sólo quería
que la decisión de regresar que ya tenía en mente, no saliera
precisamente de sus labios.

- Yo creo -comenzó a responderse él mismo al ver que yo me quedé
impávido- que no va a quedar más remedio que regresar, pues ellos
debieron reportar por radio el nombre de la embarcación y sabe Dios que
otras informaciones más sobre nosotros que pudieron ser oídas por los
radio escuchas enemigos.

- ¿Qué tú opinas, Ariel? –insistió.

Tomé algún tiempo para responderle, porque realmente yo no había logrado
sobreponerme a la desagradable impresión que me causó la oscura
patrullera gris maniobrando agresiva a nuestro alrededor mientras el
patrón la esquivaba para evitar que se nos acercara demasiado. Todavía
estaba asustado y me sentía aturdido e incrédulo con lo que había
acabado de presenciar, pero la idea de regresar de nuevo no me gustaba
ni un poquito. Me daba mala espina. Pensé que era mucho mejor continuar
nuestro camino, pues la existencia de comunicaciones sobre nosotros
podría ser considerada por ellos como un elemento adverso a los
propósitos del viaje, pero a mí que podía importarme si en fin de
cuentas mi objetivo era irme de Cuba y para eso lo único que tenía que
hacer era continuar navegando rumbo Norte.

- Frank, yo no creo que eso sea algo tan importante. Tendríamos que
ponernos de muy mala suerte para que alguien haya estado monitoreando
esa conversación. Además, me imagino que ese tipo de intercambio tenga
lugar de forma cifrada, por lo que no tendríamos de qué preocuparnos.

- Pero nada de eso lo sabemos a ciencia cierta. Bien pudo ser
monitoreada y también los guardafronteras pudieron considerar que se
trataba de una situación de rutina y soltarlo todo abierto, ¿quién sabe?

- Ok. Vamos a poner por caso que ellos dieron el nombre de nuestra
embarcación abierto y la reportaron en actividades sospechosas, ¿Qué
tendría eso que ver? En fin de cuentas es muy probable que ellos ni
siquiera nos hayan visto a nosotros y sólo los hayan reportado a
ustedes, lo que no tendría por qué afectar los objetivos de nuestra
salida. ¿Acaso con regresar solucionamos el problema? No, no lo creo. No
te das cuenta que de todas formas el nombre de la embarcación va a
seguir siendo el mismo hoy y mañana, a menos que se le cambie.

- En ese caso alguien, que no somos nosotros, tendrá que tomar una decisión.

No se dijo una palabra más ni valía la pena continuarle insistiendo,
pues era evidente que él ya estaba decidido a regresar. Dio
instrucciones al patrón e inmediatamente iniciamos el viaje de vuelta a
la base de Jaimanitas.

La determinación de Frank me hizo dudar de sus verdaderas intenciones y
de repente sentí como que eso era lo que precisamente alguien estaba
deseando que sucediera. Boris muchas veces nos dijo durante el proceso
de preparación operativa: "Tengan siempre presente que en este negocio
no hay nada casual, duden siempre de todo y de todos". Eso mismo fue lo
que hizo Barbán tras el fracaso del primer intento de salida. ¿Pero qué
interés podía tener alguien en poner trabas a nuestra salida? De ser
cierto que no se trataba sólo de un conjunto de casualidades, el
objetivo no debía ser interrumpir nuestra salida, sino poner obstáculos
a la gestión de Barbán y de los militares dentro de la DGI -con lo cual
se nos identificaba- y en ese caso tanto Wilfredo, como Boris o Frank, o
incluso algún otro u otros oscuros personajes que desconocíamos, podrían
estar detrás de tales intenciones. Recordé que la Grifin apareció tan
sigilosa y repentinamente, que tal parecía que nos había estado
esperando. ¿Será posible que todo esto sea fruto de una bien preparada
encerrona?

Envuelto en repasar una y otra vez todo lo sucedido y en tratar de
hallar una explicación me mantuve la mayor parte del trayecto,
interrumpido sólo por el creciente malestar de Ivette, quien se
atemorizó tanto con lo acaecido que experimentó una violenta subida de
presión arterial, conjuntamente con un aumento de los mareos debido a
los bruscos giros que se dieron al esquivar la Grifin y al incremento
del bamboleo de nuestra embarcación cada vez que esta se nos acercaba
por las bandas. En verdad, la situación había estado bien fea, pues la
patrullera se había mostrado crecientemente agresiva al ver que no
obedecíamos sus órdenes. Y la salud de Ivette, que ya se encontraba
resentida desde el viaje anterior y por toda la tensión emocional que
inevitablemente la invadió al acercarse la hora de hacernos de nuevo a
la mar y el mareo que le ocasionaba navegar, alcanzó su clímax en el
inesperado encuentro.

Si algún consuelo encontré en el regreso, fue la desazón que sentí al
verla totalmente derrumbada en la cubierta. Ahora quejándose llorosa
además, del fuerte dolor de cabeza que se sumó al ininterrumpido mareo.

Tan mal se sentía que tan pronto llegamos a Jaimanitas hubo que cargarla
para bajarla de la embarcación y acostarla en el muelle, el que por
fortuna estaba tan desolado como lo habíamos dejado sólo algunas horas
antes. Pasada la medianoche llegaron Wilfredo, Boris y una doctora que
inmediatamente la auscultó, le inyectó gravinol para quitarle los mareos
y le dio algunas pastillas para bajarle la presión arterial. Al rato de
la doctora estar con ella e intercambiar con los oficiales de la DGI,
Wilfredo mostrando evidente preocupación, me llamó aparte.

- Ariel, la doctora opina que Laura está tan mal, que no debe volver a
navegar al menos en varios días. Pero el problema es que ya esta
embarcación ha entrado y salido tantas veces que está "quemada" y dudo
que si no vuelve a salir con ustedes esta misma noche, el mando superior
autorice continuar utilizándola. Además, está el incidente con esa
patrullera que no se suponía que estuviera donde estaba y que según
pudimos conocer fue obra del capitán, quien inconsultamente decidió
moverse hacia esa área y por poco nos echa a perder definitivamente toda
la operación. Ya consulté con Boris y Frank, y ellos están de acuerdo
conmigo, pero no quisiera tomar una decisión sin antes conocer lo que tú
opinas.

En el intercambio previo entre ellos es de suponer que Frank les informó
que yo no había estado de acuerdo con regresar, por lo que previendo lo
que pudiera suceder posteriormente, de seguro vinieron a sondear lo que
pensaba, estando las cosas como estaban en esos momentos. Y no era menos
cierto que con el deterioro del estado de salud de Ivette ya la
situación no podía ser igual, por lo que le pedí que me permitiera
hablar con ella antes de darle alguna opinión y así podría contar no
sólo con la mía, sino con la de ambos. Él estuvo de acuerdo.

Una enorme preocupación

A mí en verdad el corazón se me partía al verla sintiéndose tan mal que
a duras penas podía abrir los ojos o hablar, de tanto que le dolía la
cabeza. Y a pesar de que ya llevábamos algún tiempo fuera de la
embarcación, todavía se sentía mareada y tan débil y desgastada, que le
era imposible incorporarse; por lo que me acosté a su lado en el muelle
y entre mimos, caricias y besos llenos de cariño y ternura, abordé el
asunto que a pesar de su malestar, para ella no había dejado de ser una
preocupación.

- Mira, aquí lo más importante ahora es tu salud y que tú te recuperes y
te vuelvas a sentir bien para poder seguir todos juntos adelante,
recuerda que somos un "team" y por donde salga uno vamos a salir los tres.

- Es que yo no quiero que por mi culpa se vaya a echar todo a perder.

- Pero si no fue culpa tuya. Tú no fuiste quien ocasionó todo esto, por
el contrario has sido la víctima por partida doble y ahora lo más
importante es que te vuelvas a recuperar, y ya veremos después qué es lo
que pasa.

- ¿Pero Wilfredo te aseguró que más adelante habrá otra oportunidad?

- No. La verdad es que él no puede asegurarme eso, porque no está en
sus manos ni creo que esté en condiciones de estar ofreciendo nada. Más
bien tuve la sensación de que considera que hay que aprovechar esta
oportunidad, porque si esto fracasa, no es posible predecir lo que vendrá.

Apuntalando la aventura

Eran alrededor de las dos de la madrugada y acordamos finalmente esperar
hasta cerca del amanecer para ver si ella mejoraba, en cuyo caso nos
haríamos nuevamente a la mar. Si no lograba sobreponerse, entonces
regresábamos a la "casa de trabajo" hasta ver que se determinaba.
Wilfredo estuvo de acuerdo.

Cuando el alba comenzó a despuntar ya navegábamos nuevamente con rumbo
Norte y apenas se distinguía la línea de la costa en un amanecer brumoso
y húmedo. Daniel se quedó dormido poco después del incidente con la
Grifin y había estado durmiendo ininterrumpidamente desde entonces.
Ivette en un esfuerzo supremo por abandonar el país y que acabara de una
vez ese suplicio para ella, decidió lanzarse nuevamente al mar y estaba
de vuelta en su permanente posición horizontal en la cubierta de la
embarcación.

Ya Frank había tirado al agua la balsa para que yo pasara a ocupar mi
lugar tan pronto acabara de levantar la mañana, mientras que yo me había
dado a la tarea de preparar el desayuno. Era un amanecer extraño. Los
débiles rayos del sol no lograban traspasar aun la bruma que lo cubría
todo y bajo un cielo gris el mar se encontraba calmado, pero nos
desplazábamos en medio de una serie de tenues ondulaciones, en un
continuo subir y bajar de olas que no llegaban a romper, sino que más
bien se deslizaban suavemente por todas partes en una arrítmica e
interminable sucesión, cuando de repente alguien gritó: "¡Se soltó la
balsa!".

Efectivamente, el cabo se hundía en el agua a cierta distancia, tras la
espuma que a su paso iba dejando la embarcación y en el contorno lleno
de ondulaciones que nos rodeaba, no había rastro alguno que indicara la
presencia de la balsa. De nuevo, Frank saltó de sus cabales y se puso en
extremo nervioso y preocupado, consciente de que en esta ocasión nadie
más que él cargaría con toda la culpa, a la que seguramente sumarían
todo lo anterior. Si por rasgarla y dañar el motor hubo tremenda
algarabía, era mejor ni imaginar que va a suceder por perderla.
Intercambiando con el patrón, ambos se dieron a la tarea de calcular
hacia donde se habría podido desplazar la balsa con el fin de salirle al
paso, teniendo en cuenta la dirección de la corriente en el mar y la
distancia que habríamos avanzado sin ella. Era más difícil que hallar
una aguja en un pajar, pero al menos había que intentarlo y al igual
que el patrón, Frank tenía mucha experiencia navegando. No sólo por el
carácter de sus actividades en la DGI, sino porque había nacido en el
seno de una familia de pescadores en Batabanó, un pequeño poblado
dedicado esencialmente a la pesca en la costa sur de la provincia de La
Habana, popularmente conocido por ser el punto de acceso más común con
la Isla de Pinos -renombrada por el régimen como Isla de la Juventud- a
través de un ferry.

Rastreando la balsa

Según nos contó en alguna ocasión, su padre poseía un barco de pesca
similar al del patrón, en el que desde niño había aprendido a navegar.
Más de dos horas fueron empleadas en rastrear la desaparecida balsa, que
por suerte no fueron infructuosas, ya que al fin se pudo dar con ella,
evidenciándose el conocimiento del mar que ambos poseían.

No había pasado mucho tiempo tras enrumbar hacia nuestro destino cuando
el motor de la embarcación comenzó a confrontar un problema que según el
dueño era habitual y de fácil solución, de tener a bordo la pieza que
necesitaba. En esta tercera salida yo no había siquiera pasado a la
balsa y ya se estaba planteando la necesidad de virar a buscar la pieza.
Por fortuna no estábamos tan lejos de nuestro punto de partida, por lo
que regresamos hasta acercarnos a media milla de la base de
Jaimanitas, hasta donde Frank fue a nado mientras nosotros lo
esperábamos al pairo en las cercanías.

La espera resultó un tiempo de gran agrado para Daniel -pues nos
pusimos a pescar bajo la orientación del patrón- pero fue desastroso
para el estado físico y emocional de Ivette, quien dijo sentirse peor
estando el barco con el motor apagado al compás de las olas, que cuando
se encontraba en movimiento. No obstante, el patrón prefirió no volverlo
a encender hasta recibir la pieza, para evitar males mayores. Al cabo de
un rato, Frank regresó en una embarcación con la pieza y un mecánico, y
el problema fue resuelto, ya que el dueño del barco sabía exactamente de
qué se trataba.

Tiempo en contra

Continuamos el accidentado simulacro de salida ilegal pasadas las cinco
de la tarde en medio de condiciones atmosféricas que cada vez se
deterioraban más, y no había aun caído la noche cuando se desató una
tremenda tempestad. Avanzábamos en medio de un fuerte viento y un mar
picado con un oleaje cada vez más violento, con olas de más de tres pies
que rompían por doquier y no acabábamos de salir de una cuando ya
teníamos la otra encima. Salvo Daniel e Ivette, quienes permanecían
guarecidos dentro del camarote, el resto estábamos empapados con el agua
que entraba al barco por todos lados.

Sin embargo, continuábamos avanzando callados, sin que ninguno se
atreviera a decir nada. Un regreso a Jaimanitas significaría el fin de
tanto esfuerzo y de forma muy particular el que estaba haciendo Ivette,
quien no hacía más que llorar en silencio y no fue capaz de quejarse ni
en una sola ocasión. Esto sólo lo sabía yo, que me mantuve en la
cubierta y alternando con Ivette y Daniel en el camarote para darles
consuelo y que de alguna forma se sintieran más protegidos; pero a
medida que el tiempo pasaba -hablando en términos de minutos- mayor era
mi angustia y crecía mi impresión de que las condiciones atmosféricas
estaban tan malas que la estábamos sacrificando por gusto, amén del
creciente peligro que se cernía en particular sobre ellos dos, que eran
los más indefensos.

- Ustedes que son los que saben de esto –me aventuré finalmente a romper
la inercia en que todos nos encontrábamos- ¿creen que tenga para cuando
acabar, a corto plazo?

- ¿Usted que opina, patrón? -preguntó a su vez Frank con la evidente
intención de quedar totalmente al margen de la opinión que daría al
traste de una vez por todas con nuestro intento de salida.

Lo que decidió el patrón

El patrón, hombre de pocas palabras, medido en extremo e incapaz de
haber dicho nada si no se le hubiera preguntado, pero cuya sencillez y
honestidad le impedían esconder la preocupación que su semblante
reflejaba, inmediatamente respondió que permitir que la noche nos
cogiera en esas circunstancias sería un suicidio.

- Entonces, ponga rumbo a tierra -ordenó Frank.

Si no era obra de los hombres, y en esta ocasión todo parecía indicar
que no lo era, daba la impresión de que en contra de nuestras
intenciones se levantaban fuerzas sobrenaturales o había una falta de
voluntad divina para que pudiéramos continuar avanzando en nuestro
propósito.

Y aunque tanto en esta ocasión como en los anteriores fallidos intentos
de salida siempre me dije para mis adentros que "todo lo que sucede
conviene", esta fue la primera vez que de todo corazón me alegré de que
regresáramos y de pisar nuevamente el muelle, aunque este fuera el
muelle techado de Jaimanitas. Otras veces en mi vida me había cogido el
mal tiempo en alta mar pero siempre había sido en barcos grandes; ahora
la situación había sido completamente diferente y había sentido la
impresión de que estaba absolutamente indefenso y a merced de los
caprichos de la naturaleza.

Ivette, la heroína

Por esta vez, regresar sano y salvo junto a mis dos seres queridos, más
que un inconveniente de consecuencias fatales para nuestras intenciones
de marcharnos del país, fue recibido como una verdadera bendición.

La valiente, estoica, firme y decidida actitud de Ivette comenzó a hacer
historia a partir de entonces entre los oficiales de la DGI que nos
atendían. Todos esos fueron algunos de los muchos calificativos
expresados en diferentes momentos posteriores por uno u otro oficial y
su imagen ante ellos cobró, con justicia, dimensiones de heroína.

No creo estar equivocado al afirmar que este fue precisamente uno de los
elementos, si no determinante, de mayor importancia, para la decisión de
que nuestro proyecto de salida se mantuviera en pie. No se puede negar
la posible intención o determinación que tal vez haya tenido Barbán, de
no dejarse derrotar en caso de haber existido una componenda dirigida a
crearle problemas o ante la necesidad de justificar el tiempo y los
recursos empleados en nuestra preparación operativa.

Sucedió que mientras esperábamos a que Boris nos viniera a recoger,
Frank y yo estuvimos intercambiando sobre cuál podría ser el futuro de
tanto esfuerzo y sacrificio, y creo que si en algún momento él tuvo que
ver algo con algunas de las "casualidades" que nos afectaron, en esa
oportunidad se sintió sinceramente conmovido con los esfuerzos que
Ivette había realizado para no echar a perder la operación. No sólo
porque así me lo hizo saber, sino porque fue el principal promotor en
buscar una salida ante la delicada situación que enfrentábamos.

Fue Frank quien dio la idea de utilizar alguna de las muchas
embarcaciones requisadas en previos intentos de salida ilegal y que
permanecían abandonadas en el cementerio de barcos aledaño a la unidad
donde nos encontrábamos. Y manifestó su convencimiento de que yo podría
conducir con éxito hacia nuestro destino.

La última decisión

En más de una oportunidad durante las salidas recientes, al encontrarse
el patrón y él ocupados por diversos motivos, acostumbraban a confiarme
la embarcación, la que siempre conduje sin confrontar problemas.
Además, por simple curiosidad y porque me gusta el mar y disfruto la
navegación, me mostré siempre interesado en conocer lo más que pudiera,
por lo que Frank aseguró estar confiado en mis posibilidades y se mostró
además dispuesto a ser mi tutor y enseñarme lo que me pudiera faltar
para llevar la empresa a feliz término. Quedaba la parte más espinosa de
esta idea y era contar con la aprobación de Ivette que allí mismo, de
forma sorprendente, el propio Frank logró con estos argumentos.

Más que nada por la necesidad de mantener con vida nuestras esperanzas
de tener una vida futura mejor, para nosotros y para Daniel, y poder
ayudar a nuestros otros hijos que quedaban atrás, pero ya también
convencida de mis habilidades para navegar, Ivette finalmente accedió a
la posibilidad de que nuestra salida fuera realizada en una embarcación
que yo conduciría hasta las costas de Estados Unidos. Volvíamos a la
idea original, expresada por Barbán, pero con mucha más experiencia y
confianza en nuestras propias posibilidades.

De repente, me sentí íntimamente más satisfecho e identificado con esta
idea que con la de lanzarme al mar con mi familia en una balsa -aunque
esto en realidad no fuera más que una suposición- y en esta ocasión que
me sentí totalmente cómodo con la variante propuesta de escapar
conduciendo una lancha.

No obstante, el futuro era incierto. Después de tres fracasados
intentos de salida ilegal, con la balsa llena de remiendos y sin ninguna
seguridad de poder flotar por mucho tiempo, el motor roto y la
embarcación del pescador de Cojímar "quemada" por las reiteradas
entradas y salidas al Estado Mayor de Tropas Especiales en Jaimanitas,
quedaba solamente esperar por la acogida que tendría la nueva
proposición que el propio Frank haría al mando superior y que ya llevaba
nuestra aceptación.

[1] Unidades navales rápidas provenientes de la entonces Unión
Soviética, utilizadas para el patrullaje costero.

De la misma serie:
Red Avispa: las misiones que no deben olvidarse
De cómo fui captado para integrar la Red Avispa
El agente Ariel a prueba de sicólogos

http://cafefuerte.com/2011/11/09/testimonio-mi-salida-ilegal-con-supervision-de-oficiales-cubanos/

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