Viernes, Octubre 14, 2011 | Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Mientras las calles de medio
mundo hierven con las manifestaciones de ciudadanos indignados, La
Habana continúa bajo su falsa calma chicha. Muchos podrán verlo como
algo normal, toda vez que lo anómalo ha llegado a convertirse en nuestro
modelo de normalidad. Sin embargo, ocurre que dadas las actuales
circunstancias del país, el hecho resulta tan anómalo que lo es hasta
para nosotros. Y todavía más, desborda el colmo, por su exagerada anomalía.
Si aun los voceros y aliados del régimen reconocen la crisis crónica que
sufrimos desde hace años. Y si nadie duda que por su envergadura, esta
crisis -económica, institucional, sistémica, moral- es incomparablemente
más grave que aquellas que hoy llena de indignados las calles de New
York o Madrid, ¿cómo podría explicarse entonces la ya casi obscena calma
chicha de marras?.
Es tan difícil que hasta muchos ministros de Dios y algunos sublimes
intérpretes de los caracoles han preferido deponer los propios reclamos
de respeto a sus derechos para concentrarse en tareas más sosegadoras,
como la de clamar por la liberación de los 5 espías presos en Estados
Unidos, que ya vienen siendo 4.
Y en tanto, los caciques del régimen, junto a su coro de filósofos de la
tuerca con rosca izquierda, se afanan en el paripé de hacer creer que
creen que aquí no hay indignados porque la gente no tiene motivos como
los de New York o Madrid.
Se diría incluso que el batiburrillo de descontentos sociales de allende
los mares, luego de haberles aterrado en un principio, de pronto empezó
a ser asumido por ellos como río revuelto.
De manera que ahora saturan los noticiarios con detalles sobre
protestas, huelgas y manifestaciones que suceden por allá, lejos de
nuestro alcance y resueltamente ajenas a nuestra realidad. La maniobra
puede resultar tan simplona como burda. De acuerdo. Pero al final es lo
de menos, ya que en política todo cabe, mientras más trapacero, mejor,
con tal que arroje utilidades prácticas.
Cierto sabio cínico dejó dicho que Dios creó el mundo en un momento de
aturdimiento. Ante tamaña empresa, quizá nuestros caciques vean como un
fácil ejercicio de cortar y coser ganarse el disfrute de la última
afeitada tratando de aturdirnos a golpe de cortina de humo sobre lo mala
que está la cosa por allá afuera.
No me atrevo a jurar que en alguna medida lo consigan, pero lo que sí
parece evidente es que ellos están muy optimistas con el plan. Porque si
algo no aprendieron nunca a disimular es su optimismo. Para desgracia
nuestra, dicho sea de paso.
Basta que se sientan un tantico más seguros para que se pongan
optimistas y de inmediato incurran otra vez en su manía de apretar la
tuerca con rosca izquierda.
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