Sin esperanzas
Si el reloj cubano tiene dos manecillas, una en La Habana y la otra en
Miami, ambas continúan empecinadas en el mismo recorrido: el avance en
reversa
Alejandro Armengol, Miami | 01/02/2017 12:11 pm
¿Alcanzará fuerza política en Miami la tendencia más realista y
pragmática dentro del anticastrismo, ahora que las apuestas deben
desviarse de un fin más o menos cercano del régimen cubano a la
discusión sobre el alcance de una Cuba post-castrista? Varias veces he
formulado esta pregunta y el veredicto continúa siendo negativo.
Dicha respuesta definirá en buena medida el papel político ―o la nulidad
al respecto― de una comunidad que cuenta no solo con grandes recursos
económicos, sino con profesionales, especialistas y empresarios capaces
de desempeñar una función de impulso y ayuda al establecimiento de una
sociedad más avanzada en la Isla, tanto en lo económico como en un
proceso paulatino de reformas democráticas.
Ante la afirmación otras veces formulada de que el reloj cubano tiene
dos manecillas, una en La Habana y la otra en Miami, cabe cuestionarse
si ambas continuarán empecinadas en el mismo recorrido: el avance en
reversa, con una tenacidad que amarga al más optimista.
Durante muchos años parece haberse impuesto en ambas orillas un acuerdo
tácito en este retroceso, como si existiera una conspiración de los
extremos, que ha impuesto la marcha más conveniente a sus intereses: el
poder absoluto de volver una y otra vez a remendar un modelo caduco, y
seguir retrocediendo.
Igual empeño en la Calle Ocho y en la Plaza de la Revolución: mantenerse
en una lucha estéril, sin ceder un ápice.
En lo personal, el éxito ha acompañado a quienes no se apartan de esa
vieja senda. Inmovilidad en la cúpula gobernante cubana, influencia
única del sector más recalcitrante del exilio en la política
estadounidense hacia la Isla.
Otra interrogante que se ha añadido en los dos últimos años: si el
esfuerzo del expresidente Barack Obama no pasó de ser el espejismo de
una ilusión.
Una segunda mirada a este problema nos permite afirmar que el darle
cuerda al reloj del retroceso no solo responde a una conspiración de los
extremos. También es la seducción de los caminos trillados y la
comodidad de lograr el triunfo recorriendo una vía segura. Obedecer al
presidente/general sin chistar, evitar destacarse como alguien que
piensa de forma independiente y seguir las órdenes, pero cumplirlas lo
menos posible. Beneficiarse de un electorado que enfatiza sus fracasos
con la misma obstinación que repite sus errores. El actual presidente
estadounidense, Donald Trump, ha sido el último favorecido de esta
cadena de decepciones. La inmunidad imprescindible para no escuchar las
opiniones opuestas. Profundizar a diario en el alejamiento de la
realidad. En la Calle Ocho y en la Plaza de la Revolución. Mantenerse en
una lucha estéril, sin ceder un ápice.
Cuota de pasado
Junto a sus esperanzas de futuro, todo exiliado lleva también su cuota
de pasado. En Miami no hubo urgencia en imponer un límite al recuerdo y
un cupo a la nostalgia. Hubiera sido mejor un cartel preventivo:
exiliado cubano, guarda en tu pasaporte de origen todo el rencor;
declara en la aduana las injusticias sufridas y deja en la maleta las
frustraciones. Al menos, no viviríamos en dicha ciudad esclavos del
pasado. En Miami algunos no han podido sacarse los clavos del castrismo,
pero quieren que los demás carguen la cruz por ellos: a confesar la fe
en la "lucha anticomunista'' o arriesgarse a ser azotado en la plaza.
Inquisición radial y televisiva, centuriones de esquina, cruzados de
café con leche, apóstoles de la ignorancia. Irse de la Isla para
continuar con una comparación inútil y absurda: responder al mal con el
desatino y a la represión con la intransigencia.
Empeñarse en la violencia con la excusa de lo perdido. Son aquellos que
rehúsan a limitar el terrorismo a una definición. Tienen un diccionario
particular que esgrimen a conveniencia, y se escudan en el papel de
víctimas para lanzar una cacería de brujas. La realidad es una ficción y
las obras de ficción ejemplos reales, que utilizan en escritos y arengas
para proponer tácticas ridículas.
Entre equívocos e ilusiones construyó el régimen de La Habana su base de
sustentación. Fue una opción arriesgada y poco promisoria, pero que en
la práctica le brindó resultados excelentes. Aún hoy sigue apostando a
la misma carta. Y nada indica que no siga teniendo en las manos no el as
de triunfo sino de supervivencia. Con ello le basta.
Mientras el exilio en Miami ha continuado empecinado en un pensamiento
binario —castrismo-anticastrismo—, quienes rechazan al régimen en Cuba
han ampliado sus fronteras; abierto nuevas vías al debate y transformado
el panorama opositor.
Esta transformación ha ocurrido tanto en los terrenos del análisis y la
información como en el alcance y la prontitud de las denuncias. Los
cambios obedecen a diversos factores —algunos originados por el propio
Gobierno cubano, otros debidos al avance tecnológico y en menor medida
gracias a la modificación de actitud hacia el caso cubano en
Washington—, aunque todos coinciden en un denominador común: la
disminución de la influencia del exilio a la hora de dictar pautas
políticas contra el Gobierno de la Isla.
También hay dos cuestiones básicas que no deben olvidarse. La primera es
que la disminución en la influencia política no se traduce en un
movimiento contrario, sino en señal de estatismo. En este sentido se ha
sumado a la pasividad reinante en la Isla, donde la actitud de espera
define la situación.
La segunda cuestión —incluso más importante— es que la transformación
demográfica dentro del exilio no trajo como resultado, de forma
automática e instantánea, un cambio político. Dicho en otras palabras,
el fenómeno de los llamados "nuevos votantes" no se ha demostrado en las
urnas. Por persistencia e incluso —hay que reconocerlo— fervor
patriótico, de acuerdo a sus ideales y concepciones, el denominado
"exilio histórico" ha mantenido su presencia electoral, pese a la
disminución de poder. Aquí, igual que en Cuba, la respuesta final está
en manos de la biología.
Cuba y Miami
Dos patrias tienen algunos: Cuba y Miami. Los términos derecha,
izquierda, reaccionario, revolucionario, progresista y conservador han
adquirido nuevos matices, y en ocasiones su empleo emborrona en lugar de
aclarar la discusión.
Para comenzar, tenemos a quienes afirman que son conservadores. Esto
equivaldría a decir que obedecen a un pensamiento que no se sustenta en
un conjunto particular de principios ideológicos, sino más bien en la
desconfianza hacia todas las ideologías. Pero en la práctica no es así.
Lo que con los años ha alcanzado mayor resonancia mediática —en la parte
más vocinglera y visible de la comunidad exiliada— no es el
conservadurismo, sino una actitud ultra reaccionaria.
Hay dos tipos de reaccionarios, que pueden coincidir en diversos
objetivos, pero difieren fundamentalmente en su actitud hacia el cambio
histórico. Unos añoran el regreso a un estado de perfección, que ellos
creen que existía antes de cualquier revolución (la cual puede ser
política, pero también social, económica y cultural). Otros suponen que
cualquier movimiento de este tipo es un hecho que no tiene marcha atrás,
y que la única respuesta a una transformación tan radical es llevar a
cabo otra similar, pero de signo contrario.
En la actualidad a este segundo grupo pertenecen tanto los partidarios
del nuevo mandatario estadounidense Donald Trump como quienes apoyaron
al Tea Party durante ambos períodos del mandato de Obama. Su ideal es
destruir todas las leyes, principios y normas que llevaron a la creación
de una sociedad con servicios de seguridad social, asistencia pública y
beneficios para los más necesitados, y volver a la época del capitalismo
más salvaje de la década de 1920, existente antes del establecimiento
del New Deal/Fair Deal de las décadas de 1930 y 1940 y de la puesta en
práctica años después del concepto de la Nueva Frontera/Gran Sociedad de
los años 60.
En lo que se refiere a Cuba, en la actualidad es correcto catalogar de
reaccionario al gobernante Raúl Castro, cuyas anunciadas reformas son
pocas, superficiales y atrasadas. Pero al mismo tiempo, la parte más
visible del exilio —en lo que respecta a la opinión política— se niega a
adoptar una posición progresista, y ha acogido con beneplácito la
actitud ultraconservadora incendiaria que caracteriza a Trump y al Tea
Party. En una contradicción política más, estos exiliados adoptan al
mismo tiempo la nostalgia retrógrada y la combatividad de Trump. Son
revolucionarios-reaccionarios.
Sin embargo, en quienes rechazan al régimen dentro de la propia Isla no
impera el afán contrarrevolucionario de destruir por completo a la
sociedad existente, ni tampoco la vuelta nostálgica a la Cuba de ayer.
Ni siquiera, en última instancia, entre aquellos opositores más
complacientes con sus patrocinadores de Miami.
Dos ofensivas
Desde antes de la última ofensiva para lograr una mayor flexibilización
o desaparición del embargo económico —y aquí el primer objetivo
fundamental ha sido el turismo estadounidense— ya La Habana estaba
enfrascada en otra: convertir a los exiliados moderados no en marxistas,
comunistas o socialistas —eso quedó atrás y nunca tuvo mucho sentido en
Cuba— sino en nacionalistas, fieles amantes de la "patria", pero
reduciendo esta noción a Gobierno.
La definición nacionalista que La Habana aplica en este caso cumple un
uso operativo: subordinación a los dictados de un régimen del que se ha
escapado al llegar al exilio.
El empeño entonces, para un exilio moderado, es lograr que la mesura no
se convierta en sometimiento, y mucho menos abolición de una voluntad
propia.
El Gobierno cubano no solo ignora la independencia política, sino la
desprecia. No está dispuesto a un diálogo serio y abierto con quienes
viven en el exterior. Se limita a reuniones ocasionales, con mucha
publicidad y pocos resultados.
Así que en los términos en que se plantea actualmente toda la discusión
sobre un reordenamiento de la política estadounidense hacia La Habana,
el exilio —y especialmente el exilio de Miami—, toda posibilidad de una
reagrupación queda eliminada por partida doble o triple. Y las
posibilidades se reducen a una vuelta atrás, bajo el Gobierno de Trump,
o una continuación —más o menos lentificada, o con pautas aceleradas en
ciertos aspectos— de la vía abierta por la anterior administración
estadounidense
La posibilidad de un reordenamiento básico queda eliminada porque en los
términos en que aún se definen, los sectores con mayor poder político y
económico, tanto en Cuba como en Miami, marchan a la zaga del momento
actual.
Por ello el intento de circunvalación que llevó a cabo Obama, donde el
enfrentamiento fue sustituido por una exclusión; y dicha exclusión, por
supuesto, incluyó el dejar fuera al sector opositor como dialogante
básico, más aún cuando el reordenamiento se concretó a un asunto entre
Estados.
El exilio moderado quedó a un lado también, porque lo que sería su
definición mejor —como un núcleo orgánico y realmente conservador en sus
fundamentos— siempre ha eludido esa naturaleza, aunque a veces la
proclamara. En ello no ha logrado desprenderse de esa herencia nefasta
del exilio en general, que siempre ha preferido suscribirse a patrones
que le resultan dañinos a sus objetivos, desde el declarase verdaderos
revolucionarios hasta identificarse con las fuerzas más reaccionarias.
En igual sentido, ha sido desestimado el sector más moderado del exilio,
salvo en la limitada labor de ciertos grupos y organizaciones, por su
incapacidad a la hora de establecer una posición independiente,
equidistante tanto de Washington como de La Habana, e incapaz de
imponerse en asuntos concretos y cotidianos.
Para una ciudad donde a veces el clima político alcanza una intensidad
fuera de lo normal, y al que suele resultar difícil permanecer ajeno,
durante décadas el porvenir de una actitud independiente de los centros
de poder La Habana-Washington-Miami ha deparado más frustraciones que
esperanzas, y nada indica que esta situación cambie en un futuro cercano.
Este texto abunda en criterios expresados con anterioridad en Cuaderno
de Cuba.
Source: Sin esperanzas - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/sin-esperanzas-328531
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