Castro y Figueres, una historia de amor y odio
Un largo camino recorrió el líder costarricense, desde sus tiempos de
revolucionario hasta los de protector de mafiosos
Lunes, enero 30, 2017 | Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba.- Hace unos días, un artículo de Miguel Díaz Fernández,
me recordó la historia de los encontronazos, arrumacos y
reconciliaciones entre Fidel Castro y el prohombre costarricense José
Figueres (1906-1990).
En su artículo, Díaz Fernández, basado en documentos desclasificados
recientemente por la CIA, se refería a los supuestos planes de Fidel
Castro, a inicios de la década del 70, de efectuar ataques terroristas
en territorio norteamericano antes de que como temía –debido a las
bravatas del líder anticastrista José Elías de la Torriente-, tuviera
que enfrentar otra invasión similar a la de Bahía de Cochinos.
El Comandante, que cuando olfateaba peligro tendía a ponerse
apocalíptico y correr hacia delante, contaba con involucrar a los
soviéticos –esta vez sí, no como en octubre de 1962- de ocurrir un
enfrentamiento militar con los Estados Unidos.
Según los documentos de marras, la CIA supo del descabellado plan de
Fidel Castro gracias al diputado costarricense Manuel Mora Valverde,
quien era por entonces el secretario general del Partido Voluntad
Popular (comunista).
Mora Valverde había viajado a Cuba a finales de octubre de 1970, enviado
por el entonces presidente José Figueres, a negociar la solución del
caso del avión de la aerolínea costarricense LACSA secuestrado y
desviado a La Habana por un comando del Frente Sandinista que exigía la
liberación de dos de sus cabecillas, Carlos Fonseca Amador y Humberto
Ortega, y otros dos guerrilleros que estaban encarcelados en Costa Rica.
Luego de resuelto el caso del secuestro del avión, Mora Valverde tuvo
que dedicarse a convencer a un muy aprensivo Fidel Castro de que
Figueres, a pesar de sus declaraciones, no era hostil a su régimen y de
que no era Costa Rica el país centroamericano desde el cual José Elías
de la Torriente había anunciado que partiría la presunta fuerza invasora
de 15 000 anticastristas.
A Fidel Castro nunca le simpatizó José Figueres, a quien llamaba Pepe
Cachucha.
Cuando Figueres visitó Cuba en 1959, unos meses después del triunfo de
la revolución, el Comandante lo ridiculizó en público, durante un acto
multitudinario en el Prado habanero.
Para que interrumpiera el discurso de Figueres, que estaba sentado en la
tribuna, a la izquierda, azuzó contra él al líder sindical y futuro
preso político y desterrado, David Salvador.
Tratar de explicar el modo costarricense de hacer una revolución
socialdemócrata, anticomunista, y sin enemistarse con los Estados
Unidos, le costó a Figueres la ira del Comandante y la humillación de
que le retiraran el micrófono.
¿Cómo iba a permitir Fidel Castro que Pepe Figueres homologara su
revolución verdeolivo, siquitrilladora, antiyanqui y barbuda, con la
revuelta reformista y burguesa de aquellos feos gorros que llamaban
cachuchas?
Lo que no pudo prever Fidel Castro es que menos de diez años después,
para impulsar sus planes revolucionarios en el continente, iba a tener
que solicitar la ayuda de José Figueres: necesitaba que hiciera valer
sus influencias como expresidente –y no uno cualquiera- con el gobierno
del presidente Rodrigo Carazo para que permitiera el trasiego por la
frontera entre Costa Rica y Nicaragua de armas y hombres para la
ofensiva del Frente Sandinista contra el régimen de Somoza.
Para conseguir el favor de Figueres, el líder cubano, en un mensaje
secreto que demoraría dos décadas en filtrarse, ensayó algo parecido a
una disculpa, cosa muy poco frecuente por parte de él, al alegar que
aquel desplante en el acto del Prado, al igual que su casi pugilístico
encontronazo con el embajador español Lojendio, ambos ante las cámaras
de la televisión, fueron resultado de sus ímpetus juveniles.
Figueres accedió: pesó más el rencor contra los Somoza que el desplante
y el mal rato que le había hecho pasar Fidel Castro 18 años atrás. Su
colaboración y la del presidente Carazo fueron decisivas para el triunfo
de los sandinistas en julio de 1979.
Y así, Fidel Castro, desde el puesto de mando de la Dirección General de
Operaciones Especiales, en La Habana, antes de que fuera tomado el
bunker de Somoza en Managua, pudo darse el gusto de dirigir la primera
guerra por control remoto en América Latina.
Figueres le cobró al Comandante pasándole la papa caliente de Robert
Vesco. Ya le había sacado al estafador y narcotraficante dos millones de
dólares por salvarlo de la justicia estadounidense, al aprobar en 1972
una ley para impedir su extradición de Costa Rica a los Estados Unidos.
Figueres no podía hacer más por Vesco: que Fidel Castro se las arreglara
con él. Y el Comandante se las arregló: luego de hospedarlo en Cayo
Largo, lo envió a la cárcel.
Se afirma que Figueres, durante su tercer periodo presidencial, de 1970
a 1974, para el que resultó electo con el apoyo de los comunistas del
Partido Voluntad Popular, que presidía su viejo aliado Mora Valverde,
mantuvo contactos con un agente del KGB apellidado Mosolov y recibió
sustanciales sumas de dinero de la Unión Soviética, sabrá dios a cuenta
de qué favores.
Fidel Castro supo de los flirteos de Figueres, tanto con el KGB como con
la CIA, a través de Manuel "Barbarroja" Piñeiro, el jefe del
Departamento América, encargado de la subversión continental, quien les
advirtió a él y al KGB que Don Pepe no era de fiar.
Un largo camino recorrió José Figueres desde sus tiempos de
revolucionario, idealista, honesto y demócrata, hasta los de protector
de mafiosos y cómplice del Kremlin y de Fidel Castro. De cualquier modo,
tuvo sus méritos. Sin excederse con los tiros, hizo una revolución que
dio a Costa Rica la más sólida democracia de América Latina, sin
ejército y con prosperidad económica y justicia social.
Pero esos meritos no contaban para el Comandante: más bien eran
deméritos. Por eso siempre se negó a considerar a Figueres como un
revolucionario, uno de los suyos.
Source: Castro y Figueres, una historia de amor y odio | Cubanet -
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