Sunday, September 20, 2015

Cuba y sus juececillos

Cuba y sus juececillos
JOSÉ GABRIEL BARRENECHEA | La Habana | 20 Sep 2015 - 9:42 am.

'El cubano de la Isla no derriba a la dictadura más que por miedo porque
aún no logra comprender que las glorias de su pasado solo le pertenecen
a él, y no a Fidel Castro.'

¿Es el cubano un pueblo cobarde?

Podrá señalársele un montón de otros defectos, pero nunca ese en
particular. Somos un pueblo de extremos, que suele poner de cuando en
cuando su fantasía adonde muy pocos otros pueblos suelen elevar las
suyas, y que, como consecuencia de las desilusiones consecuentes a tan
desmesurado salto, recaemos la mayor parte de nuestro tiempo histórico
en la apatía.

Somos un pueblo que hereda de su raíz troncal, lo español, un ansia
avasalladora de trascendencia, pero que no ha terminado de asimilar la
necesaria dosis de realismo que de nuestros vecinos del Norte han
intentado una y otra vez inyectarle a lo cubano sus elites progresistas.

¿Cobardes nosotros, que le "jodimos" el negocio de la piratería a
británicos, franceses y holandeses en las postrimerías del siglo XVII y
los inicios del XVIII? Porque la piratería y el corso desaparecieron de
la cara atlántica de las Américas solo cuando sus iniciadores
comprobaron que lo que estaban consiguiendo a la larga era estimular a
habaneros, remedianos, trinitarios, camagüeyanos, santiagueros y
baracoenses a reemplazarlos en el negocio. Los cubanos a la
contraofensiva, en piraguas y faluchos, no tardaron en hacer desaparecer
del Caribe a esos pintorescos, y hollywoodenses piratas europeos con sus
grandes bajeles cargados de cañones.

Su atrevimiento llegó tan lejos que poco antes de la toma de La Habana
por los ingleses ya los cubanos, juntos y revueltos con los piratas
vizcaínos, se atrevían a asaltar en alta mar y con total descaro
fragatas de Su Real Majestad británica. De hecho si los ingleses se
decidieron a atacar a la futura capital de todos los cubanos fue en
buena medida para sacar del negocio a esos somalíes del Siglo de las
Luces: los protocubanos.

¿Cobardes nosotros, que sacamos de aquí a puro machete y sacrificio al
ejército más grande que alguna vez haya cruzado el Atlántico de este a
oeste, y que era en sí más numeroso que la suma total de todos los que
hayan realizado semejante travesía desde el comienzo de los tiempos?
Porque aquí no nos independizamos gracias a la sublevación de algún
ejército español inconforme con la evolución política peninsular, como
es el caso en cierto país latinoamericano, muy "macho", por cierto; ni
tampoco nos enorgullecemos de batallas en que 4.000 jinetes masacraron
en un llano a 1.700 infantes españoles, como es también el caso de otra
de esas "bravas" repúblicas sudamericanas.

Muy por el contrario. En Las Guásimas 1.500 cubanos mal amunicionados
casi destrozan a 6.500 soldados de línea ibéricos, que contaban con
caballería y artillería, y si no lo consiguieron se debió a que nuestros
ancestros se quedaron sin balas. En la Invasión, sin dudas la mayor
hazaña militar de este hemisferio, 4.000 cubanos casi desarmados
atravesaron más de 500 km por un terreno llano, desarbolado casi y
cruzado por completo de líneas férreas, en el que 60.000 soldados
españoles los esperaban completamente apertrechados.

¿Cobardes nosotros, que cuando nos cansamos de aquel otro burro y
gallero presidente anterior, Gerardo Machado, nos recogimos en nuestras
casas, en una huelga general espontánea hasta que se fuera "El Animal"?
¿Que enviamos el con mucho más grande contingente hispanoamericano a
luchar por la República Española, y también el que regresó más
condecorado o con el mayor número de sus integrantes ascendidos a
oficiales? ¿Que hemos sido el único pueblo de este hemisferio que ha
desafiado una y otra vez la hegemonía estadounidense en él? ¿Que en
Bahía de Cochinos derrochamos heroísmo a raudales de un lado y del otro,
unos avanzando por una carreterita estrecha, al asalto de las trincheras
del hermano convertido por los avatares de la historia en enemigo, y los
otros resistiendo sin apoyo aéreo a fuerzas casi 20 veces superiores
durante tres días? ¿Que desestabilizamos a medio mundo en nuestra guerra
civil de los 60 y 70, la cual libramos lo mismo en las lomas del
Escambray que en las calles de Buenos Aires, las montañas bolivianas o
las selvas congoleñas?

¿Cómo puede un cubano pensar que la pasta de que está hecho es la de los
cobardes? ¿Será porque ven los tales escépticos que hoy no nos acabamos
de sacudir de encima la dictadura de los Castro?

Si se leen los comentarios que sobre los cubanos de antes de las Guerras
de Independencia dejaron muchos observadores de la época, se maravilla
uno de cómo esos seres tan pocos viriles terminaran poco después
convertidos en los más grandes guerreros que haya parido América. Si se
lee lo que en 1927 escribió Enrique José Varona sobre nuestra juventud
de entonces, desconcierta comprobar que esos mismos muchachos van a
protagonizar lo imposible solo un lustro más tarde: la única revolución
juvenil que haya llegado al poder. Y es que el cubano, como no han
dejado de señalar muchos de quienes nos han conocido bien (el Chino
Viejo, por ejemplo), es en esencia un pueblo de extremos: o no llegamos,
o nos pasamos… pero de verdad y por unas cuantas paradas.

El cubano de la Isla no derriba a la dictadura más que por miedo porque
aún no logra comprender a cabalidad que las glorias de su pasado solo le
pertenecen a él, y no a Fidel Castro. Tras el increíble gesto de
comienzos de los 60, en que lo cubano desafió a lo americano (y a Dios,
la Virgen Santísima y hasta ñeñongo ñongolo), oscilan los cubanos hoy
entre la apatía y el respeto a aquel pasado que saben los distingue como
al pueblo desmedido de este lado del Atlántico; al parejo de vascos,
judíos o irlandeses del lado de allá de ese gran charco.

El día en que el pueblo cubano comprenda con claridad que Fidel Castro
solo fue un pícaro que se montó sobre la ola de su nacionalismo
expansivo, de su sublime descomedimiento, y que más que conducirlo
sabiamente se aprovechó de él para endiosarse, y tiranizarlo, no le
valdrán de nada al régimen sus muchos perros, guatacas y chusmas de
alquiler. Como no le bastaron a España un cuarto de millón de soldados
para acallar el ansia de libertad de tan solo millón y medio de mujeres,
hombres, ancianos y niños cubanos.

Source: Cuba y sus juececillos | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1442526595_16987.html

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