La inmensa distorsión de Martí
JOSÉ GABRIEL BARRENECHEA, La Habana | Enero 28, 2015
Es cierto que, aparentemente, en los escritos de José Martí puede
encontrarse la justificación de aberraciones políticas como las que
sufrimos desde que Fidel Castro se quitara la careta democrática y
legalista a mediados de 1959. Y destaco aquí la palabra "aparentemente".
Para conseguir una comprensión suficiente del pensamiento de cualquier
personalidad intelectual o política, se impone buscar el argumento de su
vida. El de José Martí no era otro que la constitución de una República
de Cuba, independiente y soberana, que por el ejercicio de sus virtudes
cívicas impulsara una renovación hemisférica, y hasta mundial, en las
formas republicano-democráticas. El apóstol de nuestra independencia fue
capaz de deshacerse de todas las dimensiones de la vida humana que no
tuvieran que ver directamente con la labor de ese apostolado autoimpuesto.
Ahora, como con cualquier otro pensador, en la puesta en escena de su
argumento vital, José Martí se ve obligado a responder a problemas
menores. Respuestas casi siempre apresuradas que, con el paso de los
años, se prestarán para que algunos consigan justificar en ellas
aberraciones como la más arriba mencionada. Solo mediante esta
magnificación de lo que es secundario en el pensamiento de José Martí
puede convertirse a un demócrata de su quilate en nada menos que en un
antecedente intelectual de las formas profundamente antidemocráticas
impuestas a Cuba por el déspota Fidel Castro.
Una muestra de este error se descubre en una conocida serie de ensayos
latinoamericanos que Martí publicó entre 1889 y 1890. Un investigador
apresurado solo verá lo aparente. Martí, desengañado, se aparta por un
momento de los asuntos cubanos para dedicarse a otros de más alcance:
los Nuestroaméricanos (título del más importante de los trabajos en
cuestión). La realidad es, no obstante, otra.
Dichos ensayos no han sido escritos más que con el objetivo de manipular
los miedos de ciertas élites políticas en las repúblicas
latinoamericanas, para así intentar ganarlas para la causa de la
independencia cubana. En esos días Martí, hombre poco dado a ello, no se
dedica a llorar desengaños amargos. Entonces el argumento de su vida se
desarrolla pleno y fructuoso como pocas veces antes o después. Por esos
días, en la Conferencia Panamericana a la que asiste como representante
de varias repúblicas latinoamericanas, se empeña en una de las más
importantes y poco conocidas batallas de su vida: la lucha para evitar
la venta de Cuba a EE UU que apoyaban no pocas cancillerías
nuestroamericanas.
En base a estos ensayos, sin tomar en cuenta la circunstancia vital en
que fueron escritos, se ha pretendido cambiar el argumento hasta
convertir a Martí, el latinoamericano de su tiempo que mejor entendió y
admiró a EE UU, en un antiestadounidense a la ascética manera del
conspirador italiano de tiempos del romanticismo. Esta reconversión
argumental, de paso, sirve para hacernos tragar ese disparate de que nos
lo presenten como el gran justificador intelectual del regreso a las
formas políticas que combatió: las de la fortaleza sitiada, del
presidio, o sea, las que a taconazos nos impuso España desde 1837 hasta
el final de la Guerra Grande.
En esencia, no es de Martí de quien debemos deshacernos, sino de la
visión hagiográfica que nos ha impuesto la gran mayoría de sus
intérpretes, para quienes la dimensión del más grande cubano de todos
los tiempos ha sido tan superior a las de sus limitados sentidos que se
han limitado a reducirlo a una manejable caricatura virtuosa. Martí no
fue un fanatizado seguidor de unos principios inflexibles que le
impedían transigir en la consecución de sus objetivos. Por el contrario,
el político Martí entiende que es imprescindible ceder para conseguir
algo de lo que se espera.
No es de Martí de quien debemos deshacernos, sino de la visión
hagiográfica que nos ha impuesto la gran mayoría de sus intérpretes
El arte de la política debe estar no en imponer absolutamente o en ceder
lo menos posible, sino en que lo cedido a la larga pueda ser utilizado
en la realización de los planes originales, o que, al menos, no les
estorbe. Si se pretende apartar a las naciones latinoamericanas del
apoyo a los mencionados planes de cesión a EE UU, se debe hurgar en sus
miedos a una posible recolonización europea, que no era tan irreal a
finales del siglo XIX y principios del XX.
Una cultura es un peso que no se puede echar a un lado con tanta
facilidad, ni con tan inofensivos resultados. Lo que en el caso de Martí
debemos hacer es más bien estudiar con detenimiento su obra dentro de su
circunstancia vital, hasta jerarquizar su pensamiento y aclarar el
argumento martiano sin otra concepción preconcebida que la de que no
estamos tratando con un santo, sino simplemente con un ser humano de
inteligencia inusual que ha sido capaz de subordinar su vida a una tarea
que él mismo se ha impuesto. Una tarea de la cual nosotros somos en
considerable medida el resultado.
Source: La inmensa distorsión de Martí -
http://www.14ymedio.com/nacional/distorsion-Marti_0_1715228467.html
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