Publicado el miércoles, 05.28.14
Campañas
ALEJANDRO RÍOS
Si no fuera porque el decrépito y elusivo dictador cubano dijo alguna
vez que los espías convictos por el sistema judicial de Estados Unidos
regresarían a la isla, nadie se acordaría de ellos, pues es tradición en
el críptico mundo del espionaje que los requiebros no se ventilan
públicamente.
¿Quién se acuerda hoy de aquel otro tormento al cual fuera sometido el
pueblo cubano bajo la coreana consigna de "Batalla de ideas", que
parecía no tener fin?
El "campañismo" ha sido uno de los recursos más socorridos de un sistema
que existe aplastando, sin piedad, la idea que discrepe. Claro que los
operativos de la época del socialismo real eran sustentados con dinero
ajeno, otra de las especialidades del castrismo, que siempre ha sido un
aparato prostituido.
El pastoreo intensivo, el cordón de La Habana, la flota pesquera más
grande de América Latina, el sistema de construcción de viviendas
"microbrigada", los preuniversitarios en el campo, "la universidad para
los revolucionarios", la zafra de los diez millones, las milicias de
tropas territoriales, las libretas de racionamiento, las aventuras
militares en África, la Nueva Trova, el trabajo voluntario, "liberen a
los cinco", los comités de defensa de la revolución, han sido
componentes, durante este pasado medio siglo, de las obsesiones
propagandísticas de la dictadura, encaminadas a la instauración de la
llamada utopía comunista no sin antes sufrir las tropelías socialistas.
Estas "campañas" nunca fueron consultadas con el pueblo y, con raras
excepciones, todas pertenecen a la mente enfebrecida del hombre que
detentó el poder durante décadas antes de cedérselo –sin saber si la
mayoría estaría de acuerdo con la transacción–, a su hermano menor, un
militar sin mayores atributos conocidos que ahora muchos cubanólogos
identifican como "reformista".
Huelga decir que todos los recursos invertidos en estas campañas,
salidos de las espaldas del cubano común, no se tradujeron en bonanzas
sociales de ningún tipo. Muchas derivaron en frustraciones duraderas e
irremediables.
Por otra parte, casi todos los desembolsos financieros de la Unión
Soviética y sus satélites fueron dilapidados o desviados a las guerras o
compromisos internacionalistas. Cuando ese cordón umbilical se cortó,
luego del derrumbe del "campo socialista", entró en escena la Venezuela
chavista como tabla de salvación.
Cualquiera hubiera pensado –considerando la reciente inestabilidad de
Maduro– que el próximo mantenedor de la debacle castrista sería Brasil,
con sus abundantes riquezas e inversiones en el puerto del Mariel. Todo
parece indicar, sin embargo, que será Estados Unidos, el adversario
histórico, devenido salvador, finalmente.
Encuestas, carteles en Washington, cartas y visitas acontecen y se
suscriben en el poderoso y vilipendiado vecino del norte para distender
el rigor, sin esperar nada a cambio, y los personeros de La Habana le
informan a la población, parcialmente y a su conveniencia, sobre dichas
estrategias foráneas que redundarán en el "perfeccionamiento" de aquel
engendro tan inoperante.
Los cubanoamericanos de Miami que colaboran con estos acercamientos
siguen sin ser públicamente reconocidos por el régimen. De hecho, a
muchos les tienen prohibida la entrada a la "finca".
El pueblo cubano, tan infantil como siempre, a la espera de las
decisiones de los "adultos". Hoy se esgrime el embargo como la causa de
los fracasos, antes pudo haber sido la prolongada sequía o el huracán.
La indigencia sin fin se ha hecho intolerable y cualquier solución a las
penurias resulta bienvenida.
Los Castro, por su parte, juegan a la indiferencia y la dejadez, como si
no necesitaran del salvavidas y trazan en el estado mayor –pues la isla
se dirige como un campamento militar– la "respuesta" más contundente a
esta nueva intromisión del enemigo.
Source: http://www.elnuevoherald.com/2014/05/28/1758956/alejandro-rios-campanas.html
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