De cómo acabar con el fraude en las escuelas cubanas
mayo 29, 2014
Erasmo Calzadilla
HAVANA TIMES — La noticia con más pegada durante este mayo que termina
no fue, paradójicamente, la captura en territorio nacional de una
supuesta red terrorista con intenciones macabras; la gente está como
saturada e incrédula de todas esas historias truculentas de espías,
agentes y terroristas. El suceso que más sonó este mes fue el fraude
ocurrido durante las pruebas de ingreso a la educación superior.
Los medios oficiales lo han tratado como un acontecimiento puntual,
desviando la atención del análisis profundo, sistémico e histórico del
problema.
Un profesor universitario entrevistado por Cuba Dice (proyecto
periodístico que aborda temas sociales de manera harto superficial)
enumeró un conjunto de valores cuya ausencia abre las puertas al fraude
y sobre los que habrá que trabajar más intensamente a partir del curso
próximo (pobres muchachos), otros interpelados en la calle pidieron que
el hecho no quede impune, que se controle más a los profesores y cosas
como esas.
Lo que nunca admitirá Cuba Dice ni ningún noticiario dirigido por el PCC
es que el fraude se ha convertido en parte indispensable del sistema,
orgánicamente integrado a la sociedad actual.
La misma corrupción que permea a casi todas las instituciones estatales
se expresa en las escuelas como fraude. La distancia creciente entre los
informes oficiales y la realidad se resuelve en las escuelas por medio
del fraude.
Fui profesor en un preuniversitario y lo viví en carne propia. La
mayoría de mis estudiantes no dominaba los contenidos de primaria: sumar
fracciones y números negativos, despejar variables… Pero como los
exámenes se confeccionan para el nivel medio superior, la brecha entre
la realidad y los papeles se soluciona ¿cómo? vía fraude.
¿Y por qué los estudiantes tienen tan bajo nivel? -sigamos
profundizando. Pues porque la mayoría de los docentes, cansados de que
los ninguneen, han abandonado la educación. ¿Y por qué les pagan tan
mal? ¿Por qué hasta los mismos alumnos se sienten con derecho a
maltratarlos? Porque el sistema completo yace patas arriba.
Pero sigamos con el fraude. Un conjunto de poderosas razones desestimula
al maestro que pretende luchar o no participar del acto corrupto. De
entrada sus estudiantes no pasarían de grado y se afectaría su
evaluación, además se echaría de enemigo a los estudiantes y sus
parientes, a los colegas no tan honestos y puede que hasta la directiva
de la escuela se confabule contra él. Pero eso no es todo, tendrá que
ponerse a inventar cómo cubrir los gastos del mes.
Yo mismo abandoné el curso a mitad de camino por no verme en la penosa
situación de suspender a la mayoría de mis estudiantes y para evitar que
me dieran dos puñaladas en la puerta de la escuela como parte de una
muerte anunciada, porque amenazas no faltaron. Que te pones de Don
Quijote a meter un palo entre los rayos y te ganas lo que no está pa' ti.
Si seguimos las hebras que conllevan al fraude sistémico una de ellas
nos llevará hasta los dirigentes del gobierno y del partido. Ellos
prefieren ocultar las grietas en la pared del sistema educativo por el
costo político tan alto que su reconocimiento implicaría, y lo consiguen
gracias a la amable colaboración de los periodistas.
Luego, como el problema "no existe", ni se debate al respecto ni se
ensayan soluciones. Y quizás sea mejor así porque a los del Partido se
le puede ocurrir una campaña de charlas sobre José Martí y cosas por el
estilo.
En resumen, que la situación es mucho más profunda de lo que el PCC
pretende hacernos creer a través de sus medios de comunicación. La
solución, obviamente, no pasa por imponer un castigo ejemplar a los
culpables, mucho menos por obligar a los muchachos a aprenderse una
lista de valores.
¿Cuál podría ser entonces?
Se me ocurren algunas en el marco del paradigma educativo actual:
• Subirle el salario a los profesores de acuerdo a la complejísima labor
que realizan y a la alta responsabilidad social que detentan.
• Respeto a su oficio que no es el de domador de fieras ni el de simple
vocero de un conocimiento.
• Respeto a su tiempo, no mantenerlo en la escuela porque un reglamento
disciplinario así lo exige.
• Respeto a sus ideas, no forzarlo a ser promotor de una ideología que
no comparte.
• Respeto a su persona, no obligarlo a soportar en el aula a estudiantes
agresivos o boicoteadores de su clase.
• Mayor autonomía para las escuelas; que profesores, padres y
estudiantes participen en la toma de decisiones.
• Permitir la apertura de instituciones escolares que respeten un
reglamento mínimo pero estén basadas en otros principios educativos.
Eso es pensando rápido, porque si me demoro un poquito comienzan a
asaltarme recomendaciones de un tipo radicalmente diferente.
Desperdigadas por el mundo existen en la actualidad numerosas escuelas
de inspiración libertaria*. Sus profesores no tienen que preocuparse por
el fraude porque no aplican exámenes ni obligan a los estudiantes a
competir por un número en el escalafón.
Quienes estudian de acuerdo a estos ideales aprenden lo que les gusta al
ritmo que les place porque aprender puede y debería ser un gustazo. Lo
digo para que entendamos hasta qué punto el fraude es consustancial al
paradigma educativo que el sentido común y la burocracia aceptan como
único y adecuado.
—–
* La pedagogía libertaria surgió al calor de la Comuna de París. Este 28
de mayo se cumple otro aniversario de la masacre que acabó con el
gobierno del pueblo y los trabajadores.
Source: De cómo acabar con el fraude en las escuelas cubanas - Havana
Times en español - http://www.havanatimes.org/sp/?p=96203
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