Sacar conclusiones
FERNANDO DÁMASO | La Habana | 6 Mar 2014 - 9:15 am.
Lo que sucedió en Ucrania y lo que sucede en Venezuela no debe ser
obviado ni por el Gobierno ni por la oposición cubana.
Los acontecimientos en Ucrania y los que tienen lugar en Venezuela deben
hacer pensar tanto a las autoridades como a los opositores cubanos.
En Kiev, el no haber tenido en cuenta los deseos de la mayoría de los
ciudadanos y tomado a tiempo las decisiones exigidas, generó violencia,
heridos, muertos, destrucción de bienes y, al final, la deposición del
presidente y de su gobierno. En Caracas, si no se dan respuestas válidas
a los reclamos de amplios sectores de la sociedad, la violencia se
incrementará y acarreará males mayores.
En ambos escenarios, los gobiernos se han visto presionados por
manifestaciones populares, una oposición organizada y figuras
representativas, como Leopoldo López y Yulia Timoshenko.
En nuestro caso, hasta ahora, el régimen ha mantenido el monopolio del
poder, negándose a reconocer la existencia de la oposición y, por tanto,
a establecer un diálogo con vistas a darle participación en la solución
de la crisis nacional. Es verdad que en Cuba aún no se han producido
manifestaciones populares que lo obliguen a ello, pero esto no significa
que, en algún momento —a pesar del control y de la represión—, al
agravarse los problemas y aumentar las dificultades de los ciudadanos
para sobrevivir, éstas no se produzcan.
Es más, el poco efecto real de las medidas económicas adoptadas hasta
ahora por Raúl Castro, la lentitud al aplicarlas, el continuo adelanto y
retroceso de las mismas, además de su insuficiencia para resolver los
principales problemas de la nación, no prometen nada halagüeño.
Tal parece que el Gobierno, en lugar de apostar por resolver la crisis,
apuesta exclusivamente por ganar un tiempo que le permita mantenerse en
el poder. No es una buena apuesta, aunque es posible que la haya hecho
considerando la ausencia de una oposición organizada, con figuras
reconocidas por la población, así como de propuestas transparentes, que
ofrezcan a los ciudadanos respuestas válidas a sus preocupaciones y
esperanzas.
Esta situación ha facilitado a las autoridades presentar, durante años,
un futuro catastrófico si se producen cambios, donde se perderían muchos
de los denominados "logros" del régimen. Muchas personas, a fuerza de
tanta repetición, lo creen, sin tener en cuenta que la sociedad no
funciona en blanco y negro, sino que existen matices donde se pueden
conjugar diferentes soluciones sin pérdidas irreparables ni nada
parecido. Este temor inducido, a pesar del deterioro diario de las
condiciones de vida, ha paralizado la acción ciudadana.
Por otra parte, el problema de la falta de figuras representativas, con
verdadero arraigo popular, no es algo exclusivo de la oposición, sino
también del propio Gobierno: a excepción de sus pocas figuras
históricas, aún presentes, los demás son simples funcionarios promovidos
a cargos de los cuales pueden ser despojados en cualquier momento, sin
ningún tipo de trascendencia política, como ha sucedido en repetidas
ocasiones.
En el campo de la oposición, en estos últimos años se ha ido conformando
una denominada "oposición blanda" que critica algunas cuestiones del
sistema, pero defiende sus principios y considera que puede renovarse y
actualizarse. Es la que apoya importantes partes del discurso oficial.
En una situación límite no debe descartarse que, con ella, las
autoridades se hallen dispuestas a dialogar.
También existe una denominada "oposición dura", que rechaza el sistema y
exige su cambio. A ésta se le considera enemiga y se le acusa de
responder a los intereses del "imperio", además de endilgarle otros
descalificativos y reprimirla.
Esta división, que conduce a luchas intestinas y a desacuerdos, ayuda
indirectamente a mantener el régimen establecido, así como a que sus
ajustes se realicen a cuentagotas, en la periferia de los problemas y
solo cuando éstos son imposibles de obviar.
Puede ser que, en este momento, no sea tan importante dedicar tiempo a
elaborar un proyecto inobjetable aceptado por todas las tendencias, sino
a apoyar las ya existentes, como un primer paso para avanzar juntos,
ganar confianza e incrementar las fuerzas.
De este proceso puede surgir una plataforma común que presente proyectos
viables, comprensibles y aceptables para la mayoría de los ciudadanos.
Además, permitiría que las figuras representativas de las diferentes
tendencias ganaran espacio público y fueran conocidas por la población,
pudiendo ésta escoger quienes respondan mejor a sus intereses y
expectativas. Sería, tal vez, la génesis de las necesarias
organizaciones políticas independientes, que tanta falta hacen.
Nada de lo planteado significa que haya que esperar un proceso de
cambios prolongado, donde éstos se realicen paso a paso: a veces, un
hecho fortuito desencadena acontecimientos que los aceleran.
Lo que sucedió en Ucrania y lo que sucede en Venezuela no debe ser
obviado ni por el Gobierno ni por la oposición.
Source: Sacar conclusiones | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1394093754_7474.html
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