Thursday, March 6, 2014

Reconciliación y memoria

Publicado el jueves, 03.06.14

Reconciliación y memoria
GLORIA LEAL

Está en manos de los historiadores investigar y escribir los hechos de
los 55 años de la era castrista en Cuba. Y en manos de los educadores de
enseñar la historia que se fue escribiendo con la sangre de los héroes y
mártires que dieron la vida por terminar con la tiranía. Se lo debemos a
los 20,000 muertos (cifra inexacta) que derramaron su sangre por ver la
patria libre de dictadura, atrocidades, crímenes, injusticias y miseria.
Desde Pedro Luis Boitel hasta Orlando Zapata, y desde Olga Arufe hasta
Laura Pollán y desde Virgilio Campanería a Oswaldo Payá.

Si los cubanos de la república honrábamos a los mambises por dar la vida
y la hacienda en aras de la independencia de la colonia, los cubanos de
este siglo somos responsables de honrar ahora y en el futuro a los
héroes y mártires del anticastrismo. Su sangre no puede haber caído en
tierra baldía. Solo con su abono podremos construir una nación libre y
soberana.

La construcción de una patria nueva –libre de tiranos– solo se puede
lograr si los millones que viven allá y acá empezamos por reconocer y
honrar a nuestros muertos y con su ejemplo de valentía edificar una
nación libre.

Para ese fin nos encaminamos en estos últimos capítulos de esta
ignominiosa historia.

El primer paso es la comprensión de un lado y del otro. Después de 55
años de enemistad política, separación, aislamiento, y miles de muertos,
¿se puede pensar en la reconciliación entre el pueblo de allá y el de acá?

Tal vez la palabra correcta no sea reconciliación sino hermandad,
comprensión, acercamiento, conocimiento de los hechos en su justa
perspectiva. Para el exilio compartir con las nuevas generaciones de
cubanos que llegan y sentirlos igual de cubanos no es tarea fácil. El
primer exilio vivió una Cuba que millones no conocieron. Esos cubanos
siguen soñando con la Cuba que vivieron y sacrificaron. Los millones que
nacieron después de 1959 no aman la isla como aquellos otros cubanos que
labraban una nación democrática. Los nuevos cubanos no han creado un
país progresista y libre, sino que han visto su destrucción. Fueron
sometidos, manipulados bajo un sistema político-económico impuesto, sin
participación ni voto. No trabajaron su tierra ni han visto sus frutos,
no hicieron leyes justas, ni participaron libremente en la toma de
decisiones. Solo han visto un país decadente, ir poco a poco acercándose
a la ruina total. No lo han construido hasta verlo progresar, levantar
hasta hacerlo digno, competitivo, saludable, edificante. No les han
permitido darle forma hasta sentirse orgullosos de él.

Nos separa medio siglo de profundas diferencias. Los cubanos del
desarraigo sufrieron la separación de familiares y amigos, la muerte a
manos de verdugos de sus mejores hijos, algunos torturados, otros
encarcelados, fusilados, asfixiados, ahogados, bayoneteados,
bombardeados. Mientras, otros se criaban ignorantes y ciegos a estos
horrores, en un régimen represivo, sanguinario y ateo.

Esa mayoría que se quedó en el país, vivió cada avatar adaptándose a la
circunstancia con la única meta de sobrevivir el momento. Y se adaptó al
adoctrinamiento en las escuelas, al servicio militar obligatorio, a las
guerras en Africa, a las arengas revolucionarias, a las asambleas del
pueblo, a los comités de defensa, a las concentraciones convocadas por
el único partido; fueron conminados a ser como el Che, al corte de caña
obligatorio, a las escuelas al campo, a las vejaciones por creer en
Dios, a las guardias "voluntarias", a estudiar lo que le adjudicaran, a
comer lo que ofrecieran en la tarjeta de racionamiento, a vivir como
sardinas en lata, a quedarse esclavos y presos dentro de una isla que no
permitía acceso al exterior, a leer lo que le permitían leer, a pensar
lo que le ordenaban y a vivir sin esperanza. Ese pueblo reprimido con
más meta que la supervivencia fue creciendo y conformándose con un
sentido de urgencia por resolver el día de hoy, sin mirar atrás, sin
posibilidad de futuro mejor y con el solo rumbo de sobrevivir con
resignación cada día, como precio de permanecer vivo.

Tres generaciones han nacido y se han criado sin participar en el
desarrollo de la nación, sin esperanza de futuro y sin historia del
pasado antes de 1959.

A esas generaciones sin historia ni raíces, sin esperanza ni fe nos
debemos los cubanos que todavía amamos la tierra donde nacimos y donde
nuestros antepasados se inmolaron con sudor y sangre para hacerla una
república responsable, fructífera y honorable.

Antes de las nuevas generaciones, existía una nación con muchos defectos
pero bastante digna y competitiva, que construía una república
incipiente, desproporcionada y mal repartida sí, pero con una clase
media que gozaba de leyes laborales adelantadas, y profesionales
decentes que redoblaban esfuerzos para dar a sus hijos una vida honrosa
con intención de lograr un mejor futuro.

Solamente los mayores de hoy conocieron esa otra clase de vida, otras
maneras de ganarse el pan, otras formas de educarse, otras instancias de
vivir en sociedad, trabajar, leer e informarse, entretenerse y
divertirse, comunicarse y ayudarse.

Las nuevas generaciones desconocen totalmente lo que fue el país antes
de ellos existir. Es la obligación de esos mayores, historiadores y
educadores, de trasmitir a las nuevas generaciones lo que era y pudo
haber sido Cuba y lo que podrá ser en el futuro con la convocatoria de
todos.

Por eso hoy honramos a nuestros héroes muertos con un monumento
conmemorativo en donde aparecen los nombres de 10,000 hombres y mujeres
que dieron sus vidas por lograr una Cuba libre.

Por eso se escriben tantos libros en el exilio que son testimonio de lo
que fue y de lo que podría ser en un futuro. Libros que servirán para
escribir una historia de los últimos 55 años.

Sería imperdonable no trasmitirles a las nuevas generaciones el amor al
terruño y el respeto a nuestros mártires. Si las antiguas generaciones
honraban la memoria de los soldados mambises que lucharon por la
Independencia, los que conocemos las heroicidades de los combatientes de
la segunda mitad del siglo XX tenemos el deber de educar a esas
generaciones. Una nación que se abona con la sangre de sus héroes es una
nación que se respeta a sí misma y mira al futuro con orgullo. De lo
contrario, es una nación ingrata y perversa.

Cuando hayamos logrado que los cubanos de ahora conozcan y reconozcan a
los mártires y héroes que entregaron su vida por una Cuba libre habremos
emprendido el camino de la reconciliación. No antes.

Periodista y escritora.

Source: GLORIA LEAL: Reconciliación y memoria - Opinión -
ElNuevoHerald.com -
http://www.elnuevoherald.com/2014/03/06/1694665/gloria-leal-reconciliacion-y-memoria.html

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