Huber Matos, Represión, Fidel Castro
Matos y el truquito del comunismo
El juicio contra Huber Matos revela también que Castro fundó una
república tal y como se manda un campamento
Arnaldo M. Fernández, Broward | 04/03/2014 5:44 pm
El finado ex comandante Huber(t) Matos fue juzgado por sedición, pero el
testigo de cargo Fidel Castro puso el dedo en la llaga del juicio:
"Debemos agarrar por los cuernos aquí el truquito del comunismo."
Según Castro, tachar a su revolución de comunista era un truquito
inventando por Batista. En esto coincidía hasta la embajada americana.
Su consejero Lincoln V. Chapin reportó que el Servicio de Inteligencia
Militar (SIM) presentaba sin mucho seso a Castro como "Rojo" (Memo de
diciembre 20, 1955).
En el juicio a Matos, Castro explicó también por qué gente de su propia
bandería recurría al mismo truquito: "Cuando la revolución [triunfó] no
había nadie que no dijera: 'Gracias Fidel'. [Yo] me sonreía [porque] no
me cabía en la cabeza [y] lo había dicho hacía varios años, que una
revolución no puede estar bien con todos".
Por ironía histórica, Castro usaría el truquito del comunismo para
quedar bien consigo mismo al imponer su voluntad de poder. Enseguida
vendrían la tesis de la revolución traicionada y otras que cortan fases
y hasta dos revoluciones, pero ya lo decía Martí: "Una rivalidad entre
dos caudillos crea dos sistemas políticos diversos. ¡Y cómo llueven las
razones para apoyar aquellos sistemas recién creados! ¡El celo, y el
temor de verse por encima al rival, cuán elocuentes".
Esta clave interpretativa puede aplicarse a la rivalidad entre Castro y
EEUU El juicio contra Matos revela también que Castro fundó una
república tal y como se manda un campamento.
Para llegar a orígenes
Castro refirió en el juicio a Matos que, del Ejército Rebelde [ER], "el
primero que nos acusó de comunistas" fue el capitán Francisco Rodríguez
Tamayo, alias El Mexicano, alias Panchita Jabón Candado, quien el 25 de
junio de 1959 declaró también a El Diario de Nueva York que Castro se
había quedado con 4,5 millones de pesos recaudados por el Movimiento
Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7).
Esta acusación pasó de largo por la humildad de su origen, como ya había
pasado con el barbero Eduardo Montano, asaltante del Moncada, quien no
se integró al MR-26-7 tras la amnistía (1955) porque advirtió en el
presidio de Isla de Pinos que Castro seguía "la táctica de los
comunistas viejos".
Quien vino a sonar antes que Matos fue otro comandante: Pedro Luis Díaz
Lanz, jefe de las Fuerzas Aéreas Revolucionarias y biznieto de Martí.
Sin haber sido interrogado por ninguna agencia de la inteligencia
estadounidense, Díaz Lanz compareció el 14 de julio de 1959 ante un
comité senatorial y dijo haber desertado del ER porque Castro brought
Communists to my country.
Así resulta que Matos y otros antes que él tenían razón de antemano
frente a la tarea de propaganda ya cincuentona que planteó el asesor de
la Casa Blanca Arthur Schelesinger: "We must refute the notion that
American policy drove Castro intro the arms of the URSS." Schelesinger
exigió mostrar que el compromiso de Castro con el comunismo precedía a
las represalias de Washington y sugirió como hito de partida el acuerdo
comercial Cuba-URSS firmado el 13 de febrero de 1960 (Memo al Subcomité
de Political Warfare de la Cuban Task Force, mayo 8, 1961).
Aparte de que Washington había dicho que vender azúcar a la URSS y los
países europeos del bloque soviético era una decisión for Cuba alone to
make (Position Paper, 15 de julio de 1952) y de que Batista había
vendido cada vez más azúcar a Moscú hasta llegar a 350 mil toneladas en
1957 (New York Times, enero 8 de 1958, p. 49), Schelesinger escondió que
la suerte estaba echada antes de firmarse aquel acuerdo comercial. El
Inspector General de la CIA, Lyman Kirpatrick, aclaró en su informe
sobre el fiasco de Bahía de Cochinos que "la historia del proyecto
cubano empezó en 1959, [aunque] la adopción formal por el gobierno de
EEUU acontece el 17 de marzo de 1960."
Desde luego que por este camino de íntima complejidad discurrieron
diversos puntos de vista. Por ejemplo, el jefe de la División CIA para
el Hemisferio Occidental, Joseph C. King, recomendó en memo de diciembre
11 de 1959 al Director de la CIA, Allen Dulles, the elimination of Fidel
Castro, ya que gente bien informada creía que the disappearance of Fidel
aceleraría la caída del gobierno. Dulles corrigió de puño y letra
elimination por removal from Cuba [sin precisar adónde] y disappearance
por removal [sin puntualizar cómo].
La estación CIA en La Habana sí que descifró temprano la clave de
Castro. A su regreso —el 8 de mayo de 1959— de la gira por Norteamérica
y Sudamérica, la prensa cubana encajó una caravana de sentimientos
anticomunistas y el jefe de estación, "Jim Noel", dio la bienvenida,
pero deslizó que más significativo aún era otra demostración más del
enorme poder de Castro, quien con pocas palabras hizo popular la
posición anticomunista y, del mismo modo, he could reverse the trend at
any time. De pasada soltó que Castro habría popularizado tal posición
con intención de dificultar la protesta de los grupos de intereses de
EEUU contra la Ley de Reforma Agraria (Despacho HAVA 2197, 26 de mayo de
1959).
El campamento "República de Cuba"
En el juicio a Matos Castro recalcó que su revolución había triunfado
porque el ER "nunca había tenido problemas políticos [y] había una
absoluta confianza en la dirección política y militar de la revolución."
El fiscal, comandante Jorge Serguera, remachó con que los problemas
políticos tienen que dejárselo[s] al Comandante Fidel Castro, [quien]
supo ganar la guerra".
Matos demoró en darse cuenta y no por falta de datos. El 27 de agosto de
1958 se había quejado a Castro por un brete con una ametralladora
Veretta: "Créame que hoy he deplorado el haber venido aquí a la Sierra.
Acepto su insulto como un sacrificio más [y] le exhorto a que se supere
en la forma de tratar a algunos de sus colaboradores." Castro respondió
el 30 de agosto: "Estoy haciendo esta revolución [y] tú no eres un
colaborador mío, sino de la revolución (…) Si tu honor, tu orgullo, como
quieras entenderlo, te impiden rectificar (…) entrega el mando al
capitán Félix Duque [para] presentarte en la Comandancia General."
Matos perseveró en el mando y para la madrugada del 2 de enero de 1959,
en el balcón del ayuntamiento de Santiago de Cuba, pedía a Carlos
Franqui hablar a la multitud. Franqui se lo dijo a Castro y Luis M.
Bush, secretario del presidente Manuel Urrutia, escuchó a Castro
responder: "Déjenlo que hable; que no digan que a alguien se le prohíbe
que hable".
Matos entraría junto a Castro en La Habana el 8 de enero de 1959 y el 13
asumió la jefatura militar de Camagüey. Para marzo 21, el fiscal René
Burguet Flores informaba que hasta la fecha habían sido fusilados en
Camagüey nada más que 48 miembros de las fuerzas armadas batistianas.
Tras desertar Díaz Lanz, quien había piloteado el avión en que Matos
llegó el 30 de marzo de 1958 a la pista de Cienaguilla con un cargamento
de armas, Matos contaría que, "tomando en consideración la amistad que
me unía a este compañero, por su traición, hube de manifestar [a Castro]
que en cualquier momento que estimaras que mi presencia en las fuerzas
armadas no fuera conveniente, no tuvieras pena [en dar] por terminados
mis servicios". Castro respondió: "No te preocupes, eso es una
insignificancia, sigue trabajando."
No es lo mismo sugerir algo así al jefe del campamento que bajarse en
una carta de renuncia irrevocable, el 19 de octubre de 1959, con que
"todo el que haya tenido la franqueza de hablar contigo del problema
comunista debe irse antes de que lo quiten". El 28 de octubre, "en una
miserable celda" del Castillo del Morro, Matos veía por fin "a Fidel
camino de la tiranía, si no ha llegado ya."
Así aflora un problema mayor para Schelesinger y compañía: en vez de
cuándo giró Castro hacia el comunismo, ¿cuándo enrumbó Castro hacia la
tiranía? Hasta su apologista Herbert L. Matthews percibió que Castro
había usado el truquito del comunismo. En su ensayo de entendimiento de
la Revolution in Cuba (Scribner, 1975), Matthews alegó que la revolución
había tomado forma marxista leninista del mismo modo que a man would don
a suit of clothes (…) It is the man who counts, not the clothes (página
6). Al parecer la guataquería de Matthews malogró la mejor comprensión
de su estudio biográfico Fidel Castro (1969). Aquí largó en la primera
línea y recalcó en la última que ese fenómeno histórico conocido como
revolución cubana era tan sólo the Castro´s Revolution. Castro confirmó
que, como era suya, hizo con ella lo que le dio la gana.
Coda
Matos cerró su carta fechada en el Morro con que "entre los sometidos y
los cobardes en Cuba nadie se atreve a decir que no cuando Fidel dice
que sí." Que esa gente sea la mayoría del "pueblo cubano" explicaría por
qué Castro pudo hacer con su revolución lo que le dio la gana: desde
declararla socialista (abril de 1961), pasando por "¡Ahora sí vamos a
construir el socialismo!" (abril de 1986), hasta apearse con preservar
"las conquistas del socialismo", porque esto último "nadie sabe bien qué
cosa es" (abril de 1992).
Y eso también fue posible porque la primera proclama de Urrutia dio un
tajo mortal a la Constitución de 1940, al separar la presidencia de la
jefatura militar suprema con casi el mismo argumento que esgrimiría el
fiscal Serguera en el juicio a Matos: "Considerando los altos
merecimientos del doctor Fidel Castro Ruz al servicio de la patria, como
jefe de la revolución que ha derrotado al régimen tiránico instaurado el
10 de marzo de 1952, vengo a nombrarlo Comandante en Jefe de las Fuerzas
de Aire, Mar y Tierra de la República de Cuba".
Y eso también fue posible porque la Ley Fundamental [febrero 7, 1959]
concentró las potestades tanto legislativa como constituyente en el
poder ejecutivo, al estilo de los Estatutos Constitucionales batistianos
(1952). Y porque el premier José Miró Cardona presentó su renuncia
—febrero 13— tras cambiar el verbo rector del artículo 146: "El Primer
Ministro dirigirá [en vez de representará] la política general del
gobierno." Miró Cardona subrayó que "las facultades de un verdadero jefe
de gobierno [debía asumirlas] quien por su jerarquía histórica es el
jefe de la revolución, doctor Fidel Castro".
Y eso también fue posible porque Castro dijo al tomar posesión del
premierato: "Estaré aquí mientras cuente con la confianza del presidente
de la República." Para ser coherente daría a Urrutia un golpe de Estado
"suave" nada más que con anunciar, el 17 de julio de 1959, que
renunciaba. Y la mayoría del "pueblo cubano" salió a la calle clamando
por el regreso de Castro al poder. De los comandantes que se reviraron
queda tan sólo Rolando Cubela, quien pactó con Castro en 1978.
Source: Matos y el truquito del comunismo - Artículos - Opinión - Cuba
Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/matos-y-el-truquito-del-comunismo-317119
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